Han abierto una frutería nueva junto al portal de tu casa.
La primera vez, el frutero te vende fruta podrida.
Vuelves otra vez. La fruta vuelve a estar podrida.
Le das una tercera oportunidad. Es cómodo, tienes la tienda al lado de tu casa, quieres que la tienda funcione.
Vuelve a estar podrida.
Nadie en su sano juicio volvería una cuarta vez, ¿no? Es de sentido común.
Y sin embargo, ese sentido común desaparece cuando hablamos de política.
El frutero es el Régimen del 78.
La fruta son los partidos políticos.
Fruta podrida, una y otra vez.
Y millones de personas vuelven a comprarle fruta podrida al mismo frutero, una y otra vez.
Hay motivos para que esto ocurra, claro. Este frutero cuenta con una apisonadora mediática para hacer propaganda de su tienda. No la tiene nadie más.
Y cuenta con al menos otra ventaja fundamental. Es cómodo comprar en esta frutería. Comodísimo. Basta con echar un papelito a una urna cada cuatro años. Y a esperar sentado que otros hagan tu trabajo: gobernar, como Pueblo.
Pero no lo hacen, claro. Lo que hacen es vivir a costa del Pueblo.
Como alternativa, existe otra frutería. Pero está en el otro extremo de la ciudad. Hay que buscarla. Y no sólo eso, sino que si compras fruta allí, a veces te toca trabajar en los campos para garantizar que la fruta es buena.
Que la fruta de esta otra frutería es excelente. Ecológica. Sana.
Pero cuesta más conseguirla. Y no se menciona en los grandes medios de comunicación: la gran mayoría de la gente, ni la conoce.
Democracia directa. Autogestión. Con trabajo, esfuerzo, sacrificio. Buenos frutos.
Régimen del 78. Partidos políticos. Lo cómodo. Fruta podrida.
Dos opciones a elegir.
Tú dirás.
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