jueves, marzo 08, 2018

Huelgas, manifestaciones, y otras zarandajas

“Los gobiernos y las clases tiemblan, y tienen buena razón.”

Eso escribía Errico Malatesta en su manifiesto en relación al Primero de Mayo, allá por 1893.

“…porque cuando los oprimidos comienzan a sentir el peso y la deshonra de la opresión, cuando se sienten como hermanos, cuando olvidan todos los odios históricos fomentados por las clases gobernantes, cuando se toman de las manos cruzando las fronteras y sienten la solidaridad en la lucha por una emancipación común, entonces el día de la liberación se acerca.”

Obviamente, nada de esto está ocurriendo hoy en día. Y obviamente, los gobiernos y las clases, hoy, no tiemblan, en absoluto.

Ni ante el Primero de Mayo, ni ante huelgas ornamentales como esta que se ha convocado para este 8 de marzo de 2018, Día de la Mujer, ni ante tantos otros actos de protesta que se vienen realizando desde hace ya muchos años.

La huelga es una herramienta importantísima de lucha social. Pero hay que utilizarla bien. Si no se usa como es debido, no sólo es un acto inútil, sino que incluso perjudica, porque transmite la enseñanza, a los que la hacen, y a los que no, de que las huelgas no sirven para nada.
Que vaya si sirven, pero así, no.

Cada huelga o manifestación de estas de medio pelo que se hacen, pone un poco más difícil el uso eficaz futuro de estas acciones, porque hace que cada vez sean menos los que participen en ellas.
Así, la huelga, “ya no es un medio para afirmar la solidaridad de los trabajadores y su poder de resistir las órdenes de los empleadores. Queda como un simple fête o feriado — un poco de marcha, unos cuantos discursos, unas pocas e indiferentes resoluciones, con el aplauso de grandes o pequeñas congregaciones — ¡eso es todo!”

Una feria. Un desfile. Postureo. La huelga de los “bien quedan”.

Incluso en el mejor de los casos, si la huelga se hace de buena fe, por candidez o por ignorancia, no es más que un adormecedor de conciencias, un gesto para hacernos creer a nosotros mismos que estamos haciendo algo para defender unas ideas, cuando la realidad es que hace ya muchos años que no hacemos nada que sea verdaderamente eficaz para cambiar las cosas.

Pero hoy hacemos la huelguecita, sacrificamos un día de sueldo, y ya nos podemos poner la insignia de luchadores por la dignidad las mujeres. Y mañana, pues otra medallita, por la causa que toque.

Así, no.

Yo al menos ya no estoy para estos gestos de cara a la galería.
No tengo nada que demostrarme a mí mismo, yo trabajo por cambiar las cosas. También por las mujeres.
Pero si hago algo, es para para conseguir resultados.
Si “los gobiernos y las clases no van a temblar” con una huelga, con una manifestación, con algo que hagamos, entonces, no merece la pena.

Así que, si alguien quiere realmente cambiar las cosas, y me quiere a su lado, ya sabe dónde estoy.
Pero para posturitas, nunca más.



P.D. La huelga, bien planificada, bien preparada, masiva, e indefinida.
El objetivo, afirmar “la solidaridad real entre los trabajadores, el odio a la explotación, y la voluntad, día tras día más determinada, de darle fin al sistema existente.

El odio a la explotación de todos, y por tanto, también de las mujeres.
Para darle fin a un sistema que es el origen de esa explotación, de la desigualdad, de la injusticia.

“Lo sabio entonces, e incluso lo oportuno, requiere que no malgastemos tiempo y energía en reformas sedantes, sino que luchemos por la completa emancipación de todos — una emancipación que sólo puede volverse realidad mediante la puesta en común de la riqueza, y mediante la abolición de los gobiernos.

Esto es, mediante la democracia. La de verdad.

Así, sí.