Imaginémonos una
situación cotidiana de la vida real.
Una persona, puede ser
cualquiera de nosotros, que viene sufriendo algún dolor, molestia o
cansancio anormal, acude a su médico, le hacen pruebas, y llega el
diagnóstico, y escucha algunas de esas palabras que nadie quiere
escuchar: tumor; maligno; cáncer. Pero, dentro de lo malo, hay
esperanza, le dicen, hay tratamiento, cirugía, quimio, erradicación
total de la enfermedad.
Aquí, sería lógico buscar una segunda opinión. Misma respuesta. El origen del mal está claro. El tratamiento, también.
Y entonces, y aquí llega lo sorprendente, esa persona, le dice al médico, no, mire, ese tratamiento es muy radical, con unos analgésicos para el dolor, unas vitaminas para el cansancio, ya me apaño, gracias.
Aquí, sería lógico buscar una segunda opinión. Misma respuesta. El origen del mal está claro. El tratamiento, también.
Y entonces, y aquí llega lo sorprendente, esa persona, le dice al médico, no, mire, ese tratamiento es muy radical, con unos analgésicos para el dolor, unas vitaminas para el cansancio, ya me apaño, gracias.
Hay quien lo ha
hecho, claro.
Pero no es normal.
¿Quién en su sano juicio actuaría así? ¿Quién en su sano juicio
no le diría al médico, adelante con ello, y cuanto antes, mejor?
¿Quién en su sano juicio, incluso sabiendo que hay tumores de lento
crecimiento que no van a llegar a causar daño nunca, incluso
sabiendo que hay cánceres que no tienen tratamiento hagas lo que
hagas, incluso sabiendo que te van a rajar el cuerpo con los riesgos
que eso conlleva, incluso sabiendo que, en el mejor de los casos, la
quimio te va a hacer polvo y te va a restar salud y calidad de vida durante
meses, o años... quién en su sano juicio no le diría al médico,
corte, queme, destruya, haga lo que sea, pero sáqueme eso de mi
cuerpo?
Es la manera lógica
y sensata de actuar para resolver un problema, de salud, o de
cualquier otra cosa: buscar el origen del mal, la raíz del problema,
la causa principal, y actuar ahí para solucionarlo.
Atacar la raíz del
problema. De sentido común.
En estas
situaciones, actuar sobre los síntomas, las causas secundarias, o
sobre las consecuencias de la causa principal, no sirve de nada.
Puede producir pequeños alivios temporales, que desaparecerán para
dejar paso, puesto que no se trata la raíz del mal, a consecuencias
y daños cada vez mayores.
Y así, hasta que el
problema se haga irresoluble definitivamente. Hasta que nos reviente.
Y sin embargo,
cambiando de ámbito, si no es una enfermedad de nuestro cuerpo, sino
social... no actuamos así. Actuamos de una forma totalmente
insensata. Sobre los síntomas, sobre las causas secundarias. No
actuamos sobre la raíz del problema.
Miseria,
inmigración, desempleo, pensiones, machismo, sanidad, educación,
derechos humanos, represión, ayuda humanitaria al tercer mundo...
los síntomas son todos gravísimos, la necesidad de actuar para
paliarlos es incuestionable.
Pero... ¿por qué
no actuamos sobre la raíz del problema? ¿Por qué no hacemos
también el esfuerzo de acabar con la enfermedad que provoca todos
esos síntomas? ¿Es que no es eso lo más importante? ¿Acabar con
la enfermedad no acabaría, radicalmente, con todos los males?
Pero no. Lo radical
es malo, lo dice la tele. El único camino posible es tratar los
síntomas. Lo dice la tele. La reforma.
Aspirinas y
vitaminas para tratar un cáncer maligno, el peor de todos, el que
afecta a toda la sociedad.
Absurdo. Irracional.
Nadie en su sano juicio actuaría así. Nadie en sus plenas
facultades mentales actuaría así.
Pero lo hacemos. Lo hacemos mal.
Es necesario actuar
sobre la raíz del problema. Ser radical.
Es lo sensato. De
sentido común. De cajón.
Diga lo que diga la
tele.
Ser radical es
positivo. Es necesario. Es vital.
Yo soy radical. Actúo sobre la raíz de los problemas. De todos los problemas.
Capitalismo en lo económico. Representación en lo político. El cáncer.
¿La solución? ¿El tratamiento, la cura? Sólo puede existir una: la democracia.
O nos ponemos a ello, o nos ponemos a trabajar para erradicar, totalmente, la enfermedad, o malgastamos recursos y energías en tratar síntomas, conseguir pequeños alivios no duraderos, para que, al final, todo vaya cada vez peor.
Esa es la elección.
Yo soy radical. Actúo sobre la raíz de los problemas. De todos los problemas.
Capitalismo en lo económico. Representación en lo político. El cáncer.
¿La solución? ¿El tratamiento, la cura? Sólo puede existir una: la democracia.
O nos ponemos a ello, o nos ponemos a trabajar para erradicar, totalmente, la enfermedad, o malgastamos recursos y energías en tratar síntomas, conseguir pequeños alivios no duraderos, para que, al final, todo vaya cada vez peor.
Esa es la elección.
LO LLAMAN DEMOCRACIA, Y NUNCA LO HA SIDO.
La mayor estafa de
la Historia. Los timados, nosotros.
Quien quiera entender, que entienda.
Corto, y cierro.