jueves, mayo 03, 2018

Radicales o necios

Imaginémonos una situación cotidiana de la vida real.
Una persona, puede ser cualquiera de nosotros, que viene sufriendo algún dolor, molestia o cansancio anormal, acude a su médico, le hacen pruebas, y llega el diagnóstico, y escucha algunas de esas palabras que nadie quiere escuchar: tumor; maligno; cáncer. Pero, dentro de lo malo, hay esperanza, le dicen, hay tratamiento, cirugía, quimio, erradicación total de la enfermedad. 
Aquí, sería lógico buscar una segunda opinión. Misma respuesta. El origen del mal está claro. El tratamiento, también.
Y entonces, y aquí llega lo sorprendente, esa persona, le dice al médico, no, mire, ese tratamiento es muy radical, con unos analgésicos para el dolor, unas vitaminas para el cansancio, ya me apaño, gracias.

Hay quien lo ha hecho, claro.
Pero no es normal. ¿Quién en su sano juicio actuaría así? ¿Quién en su sano juicio no le diría al médico, adelante con ello, y cuanto antes, mejor? ¿Quién en su sano juicio, incluso sabiendo que hay tumores de lento crecimiento que no van a llegar a causar daño nunca, incluso sabiendo que hay cánceres que no tienen tratamiento hagas lo que hagas, incluso sabiendo que te van a rajar el cuerpo con los riesgos que eso conlleva, incluso sabiendo que, en el mejor de los casos, la quimio te va a hacer polvo y te va a restar salud y calidad de vida durante meses, o años... quién en su sano juicio no le diría al médico, corte, queme, destruya, haga lo que sea, pero sáqueme eso de mi cuerpo?

Es la manera lógica y sensata de actuar para resolver un problema, de salud, o de cualquier otra cosa: buscar el origen del mal, la raíz del problema, la causa principal, y actuar ahí para solucionarlo.

Atacar la raíz del problema. De sentido común.

En estas situaciones, actuar sobre los síntomas, las causas secundarias, o sobre las consecuencias de la causa principal, no sirve de nada. Puede producir pequeños alivios temporales, que desaparecerán para dejar paso, puesto que no se trata la raíz del mal, a consecuencias y daños cada vez mayores.
Y así, hasta que el problema se haga irresoluble definitivamente. Hasta que nos reviente.

Y sin embargo, cambiando de ámbito, si no es una enfermedad de nuestro cuerpo, sino social... no actuamos así. Actuamos de una forma totalmente insensata. Sobre los síntomas, sobre las causas secundarias. No actuamos sobre la raíz del problema.
Miseria, inmigración, desempleo, pensiones, machismo, sanidad, educación, derechos humanos, represión, ayuda humanitaria al tercer mundo... los síntomas son todos gravísimos, la necesidad de actuar para paliarlos es incuestionable.
Pero... ¿por qué no actuamos sobre la raíz del problema? ¿Por qué no hacemos también el esfuerzo de acabar con la enfermedad que provoca todos esos síntomas? ¿Es que no es eso lo más importante? ¿Acabar con la enfermedad no acabaría, radicalmente, con todos los males?

Pero no. Lo radical es malo, lo dice la tele. El único camino posible es tratar los síntomas. Lo dice la tele. La reforma.
Aspirinas y vitaminas para tratar un cáncer maligno, el peor de todos, el que afecta a toda la sociedad.

Absurdo. Irracional. Nadie en su sano juicio actuaría así. Nadie en sus plenas facultades mentales actuaría así.

Pero lo hacemos. Lo hacemos mal.

Es necesario actuar sobre la raíz del problema. Ser radical.
Es lo sensato. De sentido común. De cajón.
Diga lo que diga la tele.
Ser radical es positivo. Es necesario. Es vital.

Yo soy radical. Actúo sobre la raíz de los problemas. De todos los problemas.

Capitalismo en lo económico. Representación en lo político. El cáncer.

¿La solución? ¿El tratamiento, la cura? Sólo puede existir una: la democracia.

O nos ponemos a ello, o nos ponemos a trabajar para erradicar, totalmente, la enfermedad, o malgastamos recursos y energías en tratar síntomas, conseguir pequeños alivios no duraderos, para que, al final, todo vaya cada vez peor.

Esa es la elección.



LO LLAMAN DEMOCRACIA, Y NUNCA LO HA SIDO.

La mayor estafa de la Historia. Los timados, nosotros.



Quien quiera entender, que entienda.

Corto, y cierro.

miércoles, mayo 02, 2018

La lucha medioambiental de Lisa Simpson, o la respuesta a la cuestión ¿ruptura o reforma?

Hay un episodio de “Los Simpson” en el que Lisa, en el papel de activista medioambiental, consigue “conmover” al Sr. Burns -el Poder-, convenciéndole de la necesidad del reciclaje. Así, partiendo de la archiconocida imagen del pájaro atrapado por las mallas que sujetan las latas de refrescos, el Sr. Burns construye una megafactoría pesquera donde, con una macro red de arrastre gigantesca, hecha con los plásticos reciclados de las latas, captura todo tipo de fauna marina por el método del arrastre, causando un daño medioambiental mucho mayor que el que Lisa quería evitar con su activismo.

Aún siendo una narración fantasiosa de un episodio de dibujos animados, esta escena no deja de reflejar algo que está ocurriendo, una y otra vez, en nuestras sociedades modernas: un Sistema absolutamente podrido que corrompe, como no puede ser de otra manera, todas las ideas e iniciativas que le llegan, incluso las que van respaldadas por la justicia más elemental, la más absoluta necesidad, el sentido común, o las mejores intenciones.

No tengo necesidad de pensar mucho para que me vengan a la mente montones de ejemplos de esta realidad. Por citar algunos:

La protección social (desempleo, subsidios, pensiones, dependencia), que no sólo es insuficiente o inexistente en muchos casos para personas que realmente lo necesitan -a quien se supone que debería ir dirigida esa protección-, sino que, mal aplicada, ha creado una clase social nueva, de pequeños parásitos, que viven de lo público sin aportar nada positivo a nuestra sociedad. Unos parásitos que, siendo estadísticamente muy pocos y causando un perjuicio global muy poco relevante, son magnificados por los medios de manipulación del Sistema para desprestigiar -todavía más- los sistemas públicos de protección social, con el obvio objetivo de acabar con ellos.

En el ámbito de la Sanidad, cómo se ha convertido lo que podría considerarse un derecho, la libertad de elección de la atención sanitaria que cada uno considere conveniente -Sanidad Privada-, en un sistema perverso de mercantilización de la salud, donde se ha puesto precio a las vidas y a la calidad de vida de las personas, donde unos viven y otros sufren y mueren en función de lo que puedan pagar, donde se administran medicamentos y tratamientos nocivos -e innecesarios- porque resulta económicamente beneficioso para algunos, donde se está deteriorando deliberadamente el Sistema Público Sanitario para beneficio económico de unos pocos.

Siguiendo dentro del ámbito sanitario, las Unidades de Gestión Clínica, que igualmente, partiendo de una idea correcta, la gestión por parte de los profesionales que tienen la experiencia para saber lo que se necesita, se ha convertido igualmente en una pantalla para generar beneficios económicos para algunos a costa de mermar la calidad de la atención sanitaria de las personas.

Cambiando de ámbito, la educación inclusiva, que, siendo una práctica absolutamente fundamental en una sociedad donde prime el respeto y la convivencia, sirve en nuestro caso para deteriorar la educación de los chavales, tanto de los que tienen necesidades educativas especiales -que no se atienden-, como para los que no las tienen -a los que se atiende aún menos que antes, si eso es posible-.

O la escolarización obligatoria hasta los 16 años, o la producción “ecológica”, o... podría poner miles de ejemplos como estos, casos reales, cotidianos, porque este mal afecta a prácticamente todo lo que hacen nuestros actuales gobiernos.

Estos últimos 30 años de Historia de nuestro país -y también fuera- han supuesto una sucesión de reformas político-administrativas que han ido reduciendo calidad de vida, derechos y libertades de las personas, minimizando los potenciales beneficios que el progreso tecnológico y el trabajo nos habrían permitido alcanzar. Añadiendo a eso el daño que hemos causado fuera de nuestras fronteras, con el expolio genocida de los recursos naturales de determinados lugares del tercer mundo.
Reformas todas ellas amparadas o excusadas en principios o causas aparentemente justos, o necesarios.

No es posible. En ningún ámbito. No hay reforma posible que cambie esto. No hay medida correctora “posibilista” que pueda funcionar. No hay reivindicación justa que pueda sacarse adelante. No a gran escala, no para todos. Pequeñas reparaciones individuales, o para unos pocos, puede. Pero medidas que mejoren las vidas de todos, de los más necesitados, de los que más sufren... no. Reformas que no nazcan ya corrompidas, reformas que no se corrompan al poco de ser instauradas... no.

No se puede.

No mientras los fundamentos del Sistema, la base, el núcleo, la raíz... estén podridos.

Es el capitalismo -en lo económico-. Es la representación -en lo político-.

Mientras estos sistemas sigan vigentes, hegemónicos, mientras sean aceptados y sostenidos mayoritariamente por la sociedad, no se puede.

Mientras la eliminación de este mal, mientras la implantación de la cura -la democracia-, no sea reivindicación y objetivo básico de cada movimiento, de cada organización o grupo de activistas, de cada persona que quiera realmente cambiar las cosas, sea cual sea su reivindicación o ámbito de acción concreto... mientras no actuemos en la raíz del mal... esto no va a mejorar.
No es posible.
Al contrario, irá cada vez peor.

¿Ruptura o reforma?
No, esa no ha sido nunca la elección real.

Democracia o representación.

Democracia o “reforma”.

Utopía o posibilismo.

Ruptura o más de lo mismo.

Esa ha sido siempre la elección.

martes, mayo 01, 2018

A la mierda el Primero de Mayo

Cuando los socialistas de estado en el Congreso de París de 1889, definieron el 1º de Mayo como un día de huelga internacional, fue meramente una de esas definiciones platónicas que se hacen en los congresos simplemente por declarar un principio, y que son olvidadas tan pronto como el congreso termina. Tal vez pensaron que esa decisión podría ayudar a darle importancia a su partido, y a serle útil a ciertos hombres como cabecera electoral; pues desgraciadamente estas personas parecen tener corazones que solo laten con entusiasmo por propósitos electorales. En cualquier caso, sigue siendo cierto que desde el momento en que percibieron que la idea se había abierto paso, y que las manifestaciones se volvieron imponentes y que amenazaban con llevarles por senderos revolucionarios, se esforzaron por controlar el movimiento y por despojar el significado que el instinto popular le había dado. Para probar esto, no se requiere más que recordar los esfuerzos que se han hecho por cambiar la manifestación desde el primer día de mayo al primer domingo de mayo. Puesto que no es la regla trabajar los domingos, hablar de suspensión del trabajo en ese día es simplemente una farsa y un fraude. Ya no es una huelga, ya no es un medio para afirmar la solidaridad de los trabajadores y su poder de resistir las órdenes de los empleadores. Queda como un simple fête o feriado — un poco de marcha, unos cuantos discursos, unas pocas e indiferentes resoluciones, con el aplauso de grandes o pequeñas congregaciones — ¡eso es todo!
 
Y para matar con aún más eficacia al movimiento que sin pensarlo comenzaron, han llegado a tal punto de querer pedir al gobierno ¡que declare el 1º de Mayo feriado oficial!
Errico Malatesta, 1893.

Más claro, agua. 

Hoy, el 1º de mayo es fiesta oficial.
Y, como anunciaba Malatesta, hoy, el “movimiento” está muerto, y bien muerto.
"Un poco de marcha, unos cuantos discursos, unas pocas e indiferentes resoluciones, con el aplauso de grandes o pequeñas congregaciones... y eso es todo."
Y después, a casa sin haber hecho nada útil por nadie, pero con la conciencia tranquila, después de la dura mañana de “lucha”.
De “lucha” programada por el Régimen, en un día festivo oficial del Régimen.
Un evento festivo para que los descontentos desfoguen y vuelvan al rebaño al día siguiente.
Un evento festivo para que esos descontentos que tienen cargo de conciencia, por la sociedad injusta y despiadada que consentimos y mantenemos, puedan limpiar ese cargo fácil y rápidamente, y volver al rebaño al día siguiente.
Un evento festivo útil para maquillar un poco más el Régimen: "como ahora se puede protestar, vivimos en democracia”.

Este Primero de Mayo no es el Primero de Mayo de 1893. Este es un paripé. Una feria. Un aburrido y patético desfile que sirve para maquillar y sostener al Régimen. Un desfile en el cual todavía, y esto es lo más triste, participan, con toda su buena intención, unas cuantas almas cándidas que, creyendo que hacen algo por cambiar las cosas, en realidad no hacen nada más que seguir el guión establecido por el Régimen.

Este movimiento no es el que Malatesta quería salvar en 1893. Ese está muerto. Este “movimiento” es como el de la noria de un hamster, vueltas y más vueltas, haciendo lo mismo una y otra vez, sin llegar jamás a ninguna parte.

Paseo. Pancartas. Gritos. Discursos. Aplausos. Fiesta. Y a casa.

Año tras año. Lo mismo una y otra vez. Girando la rueda, para que todo siga igual.

¿Hasta cuando vamos a estar cometiendo los mismos errores?
¿Cuándo vamos a madurar? ¿Cuándo vamos a evolucionar?

Lo repito de nuevo, así NO es como se lucha.
Así, se hace el primo. Así, se hace el ridículo.
Y así, se pierde.



Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.”
Albert Einstein.