miércoles, mayo 02, 2018

La lucha medioambiental de Lisa Simpson, o la respuesta a la cuestión ¿ruptura o reforma?

Hay un episodio de “Los Simpson” en el que Lisa, en el papel de activista medioambiental, consigue “conmover” al Sr. Burns -el Poder-, convenciéndole de la necesidad del reciclaje. Así, partiendo de la archiconocida imagen del pájaro atrapado por las mallas que sujetan las latas de refrescos, el Sr. Burns construye una megafactoría pesquera donde, con una macro red de arrastre gigantesca, hecha con los plásticos reciclados de las latas, captura todo tipo de fauna marina por el método del arrastre, causando un daño medioambiental mucho mayor que el que Lisa quería evitar con su activismo.

Aún siendo una narración fantasiosa de un episodio de dibujos animados, esta escena no deja de reflejar algo que está ocurriendo, una y otra vez, en nuestras sociedades modernas: un Sistema absolutamente podrido que corrompe, como no puede ser de otra manera, todas las ideas e iniciativas que le llegan, incluso las que van respaldadas por la justicia más elemental, la más absoluta necesidad, el sentido común, o las mejores intenciones.

No tengo necesidad de pensar mucho para que me vengan a la mente montones de ejemplos de esta realidad. Por citar algunos:

La protección social (desempleo, subsidios, pensiones, dependencia), que no sólo es insuficiente o inexistente en muchos casos para personas que realmente lo necesitan -a quien se supone que debería ir dirigida esa protección-, sino que, mal aplicada, ha creado una clase social nueva, de pequeños parásitos, que viven de lo público sin aportar nada positivo a nuestra sociedad. Unos parásitos que, siendo estadísticamente muy pocos y causando un perjuicio global muy poco relevante, son magnificados por los medios de manipulación del Sistema para desprestigiar -todavía más- los sistemas públicos de protección social, con el obvio objetivo de acabar con ellos.

En el ámbito de la Sanidad, cómo se ha convertido lo que podría considerarse un derecho, la libertad de elección de la atención sanitaria que cada uno considere conveniente -Sanidad Privada-, en un sistema perverso de mercantilización de la salud, donde se ha puesto precio a las vidas y a la calidad de vida de las personas, donde unos viven y otros sufren y mueren en función de lo que puedan pagar, donde se administran medicamentos y tratamientos nocivos -e innecesarios- porque resulta económicamente beneficioso para algunos, donde se está deteriorando deliberadamente el Sistema Público Sanitario para beneficio económico de unos pocos.

Siguiendo dentro del ámbito sanitario, las Unidades de Gestión Clínica, que igualmente, partiendo de una idea correcta, la gestión por parte de los profesionales que tienen la experiencia para saber lo que se necesita, se ha convertido igualmente en una pantalla para generar beneficios económicos para algunos a costa de mermar la calidad de la atención sanitaria de las personas.

Cambiando de ámbito, la educación inclusiva, que, siendo una práctica absolutamente fundamental en una sociedad donde prime el respeto y la convivencia, sirve en nuestro caso para deteriorar la educación de los chavales, tanto de los que tienen necesidades educativas especiales -que no se atienden-, como para los que no las tienen -a los que se atiende aún menos que antes, si eso es posible-.

O la escolarización obligatoria hasta los 16 años, o la producción “ecológica”, o... podría poner miles de ejemplos como estos, casos reales, cotidianos, porque este mal afecta a prácticamente todo lo que hacen nuestros actuales gobiernos.

Estos últimos 30 años de Historia de nuestro país -y también fuera- han supuesto una sucesión de reformas político-administrativas que han ido reduciendo calidad de vida, derechos y libertades de las personas, minimizando los potenciales beneficios que el progreso tecnológico y el trabajo nos habrían permitido alcanzar. Añadiendo a eso el daño que hemos causado fuera de nuestras fronteras, con el expolio genocida de los recursos naturales de determinados lugares del tercer mundo.
Reformas todas ellas amparadas o excusadas en principios o causas aparentemente justos, o necesarios.

No es posible. En ningún ámbito. No hay reforma posible que cambie esto. No hay medida correctora “posibilista” que pueda funcionar. No hay reivindicación justa que pueda sacarse adelante. No a gran escala, no para todos. Pequeñas reparaciones individuales, o para unos pocos, puede. Pero medidas que mejoren las vidas de todos, de los más necesitados, de los que más sufren... no. Reformas que no nazcan ya corrompidas, reformas que no se corrompan al poco de ser instauradas... no.

No se puede.

No mientras los fundamentos del Sistema, la base, el núcleo, la raíz... estén podridos.

Es el capitalismo -en lo económico-. Es la representación -en lo político-.

Mientras estos sistemas sigan vigentes, hegemónicos, mientras sean aceptados y sostenidos mayoritariamente por la sociedad, no se puede.

Mientras la eliminación de este mal, mientras la implantación de la cura -la democracia-, no sea reivindicación y objetivo básico de cada movimiento, de cada organización o grupo de activistas, de cada persona que quiera realmente cambiar las cosas, sea cual sea su reivindicación o ámbito de acción concreto... mientras no actuemos en la raíz del mal... esto no va a mejorar.
No es posible.
Al contrario, irá cada vez peor.

¿Ruptura o reforma?
No, esa no ha sido nunca la elección real.

Democracia o representación.

Democracia o “reforma”.

Utopía o posibilismo.

Ruptura o más de lo mismo.

Esa ha sido siempre la elección.

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