jueves, agosto 31, 2017

Así es como se lucha (II)

En el artículo anterior ponía como ejemplo de lucha el encierro de usuarios de la Sanidad Pública en el Hospital del Bierzo. Llevan ya 38 días.

Lo que hacen, lo están haciendo bien. Y sin embargo, eso no basta.
Para que esta acción tenga alguna utilidad, y de paso, para que pueda servir como inspiración para otras -y extender la lucha-, debe pasar algo más.
Por lo pronto, deben ganar.

Voy a ser optimista, intentando ponerme en el mejor de los casos: que consigan prologar el encierro mucho, mucho tiempo, lo suficiente como para forzar una negociación.

Por supuesto, a nivel general no hay nada que rascar, ni en relación a las Unidades de Gestión Clínica, ni a las leyes estatales que validan la privatización. Demasiado premio para una lucha local.
Pero esto ya lo saben los encerrados. Las reivindicaciones generales están ahí como denuncia, pero lo que se lucha realmente son las reivindicaciones de su hospital.

En cuanto a eso, ¿qué cabe esperar?
Tal vez podría conseguirse alguna de las reivindicaciones menores de forma inmediata:
- Algunas reformas y reparaciones en el hospital, que al parecer hacen mucha falta.
- Reapertura de una parte de las camas cerradas.
- Tal vez incluso alguna contratación de personal, lo más necesario.

Para las restantes reivindicaciones, los políticos podrían ofrecer un compromiso de satisfacerlas paulatinamente, en la medida de lo posible, lo antes posible, reservando una partida del presupuesto a partir del año que viene, etc.

Naturalmente, en cuanto el encierro se disuelva, lo prometido se disuelve con él.
Hasta aquí todos deberíamos llegar. Sería un error muy grave contar con que los políticos cumplan con sus promesas, por mucho que estén escritas y firmadas. Ya tenemos experiencia de sobra como para tener claro que no lo van a hacer.

Y precisamente por ello, si al final se consiguiera ese acuerdo, el encierro no se podría disolver hasta que todas las reivindicaciones -o al menos, las que se consideren irrenunciables- estuvieran ya satisfechas, esto es, con el personal adicional necesario contratado y en funcionamiento.
Y ello implica prolongar el encierro todavía más. Estamos hablando de muchos meses, incluso, probablemente, años.
Pero la experiencia me dice que los encerrados -en su mayor parte- optarían en este caso por aceptar de inmediato el “acuerdo firmado” y cesar el encierro. Principalmente, por el desgaste, que pasará factura tarde o temprano. Ese desgaste provocará que los encerrados estén cada vez más receptivos a un posible acuerdo con más promesas que realidades.
Y caerán en la trampa.

Y no habrán obtenido nada.

Porque esas reivindicaciones menores que, en el mejor de los casos, podrían ver cubiertas, lo normal es que sean medidas que los políticos del PP iban a tomar de todas maneras. Entre otros motivos, por electoralismo: algo hay que hacer para sacar votos, no todo pueden ser promesas incumplidas.
Y así lo venderá el PP a sus votantes: “qué buenos y eficientes somos que pese a que no hay dinero priorizamos la atención sanitaria, algo que siempre pensamos hacer, porque la salud de los ciudadanos es lo primero y tal y Pascual”.
Los demás partidos -la oposición- venderán que lo que se ha hecho es gracias a su presión, por medio de la plataforma clientelar de turno, que por supuesto no ha apoyado nunca el encierro, y que ya hace tiempo llegó a un acuerdo con el Gerente Regional de Salud, con su compromiso correspondiente.
Y algún partido además se llevarán unos réditos extra por haber apoyado el encierro -con la boca pequeña, ya que no les interesa que este tipo de acción se extienda-, algo inútil en cuanto a conseguir las reivindicaciones, pero suficiente para cubrir las apariencias y seguir engañando a unos cuantos de sus seguidores más radicales -y más cándidos-.

Los partidos, al final, sacarán tajada del encierro. Todos ellos. Tienen los medios de comunicación para presentar los hechos a su conveniencia. Y para ocultar lo que les interese ocultar.

A los encerrados, en cambio, en cuanto abandonen el Hospital, se les ninguneará y se minimizará su aportación hasta quedar prácticamente en nada. Incluso el éxito que podría suponer forzar a la administración a negociar con ellos se diluirá debido a la posterior ausencia de resultados.

Y los vecinos, volverán a votar las próximas elecciones.
Y todo seguirá igual.

Y sí, cuando los encerrados sean conscientes de la tomadura de pelo, algunos querrán volver a encerrarse. Pero ya no podrán hacerlo.
Porque, primero, habrán perdido apoyo. El fracaso pasa factura. La gente deja de creer en la acción directa si esta se utiliza y no produce resultados.
Y segundo, el desgaste también habrá pasado factura. Muchos pensarán: “yo ya he cumplido, ahora le toca a otro”.
Pero no habrá “otro”, porque todo el mundo está pensando lo mismo: “qué bien está eso del encierro, de tomar la plaza, de la lucha en la calle... mientras el que haga los sacrificios no sea yo”.
O la otra versión: “que otro luche, que yo, voto”.

Tal vez me equivoque. ¡Ojalá! Pero por mi experiencia no veo que pueda acabar con éxito una acción como esta, en estos tiempos... a menos que se haga algo más, algo nuevo que cambie este final.
Hay que adaptar la lucha a nuestra realidad, a las circunstancias que vivimos hoy.
Acciones que hace 100 años, o hace 40... podían funcionar, hoy no funcionan. El Régimen ha evolucionado, ahora tiene armas mucho más poderosas, muchos más recursos, muchos más medios. Donde antes podíamos ganar, ahora ya no podemos.

A no ser que nosotros evolucionemos también.

Así, que, pregunto: ¿qué es lo que habría que hacer para que este final no se hiciera realidad?

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