Hace 2500 años, en
Atenas, la gente no se fiaba de los políticos. O más bien -puesto
que políticos, en democracia, son todos los ciudadanos- no se fiaban
de determinadas personas con altas habilidades oratorias que, gracias
a ello, tenían más capacidad para influir en lo que la gente
votaba. También eran conscientes de la capacidad que tenían los
aristócratas para comprar votos gracias a su posición o su riqueza
material.
Aristocracia
significa, literalmente, “poder para los mejores”. Nuestro actual
Sistema electoral, viene a ser, en cierto modo, y en principio, una
aristocracia: se elige a los que se consideran “mejores” para
representar a sus votantes y gobernar.
Sin embargo, los
atenienses también sabían que la aristocracia degeneraba en
oligarquía. Esto es, que al final, ni siquiera con elecciones son
los mejores los que gobiernan, sino aquellos, unos pocos, que por sus
circunstancias personales -posición, capacidad económica u
oratoria, carisma, don de gentes- consiguen ser elegidos (ellos o sus
secuaces) una y otra vez.
También eran
conscientes los atenienses de la capacidad corruptora de la
permanencia en los cargos. El poder corrompe, incluso a los que
accedieron a él con buenas intenciones, si es que eso es posible.
Por todo ello, en su
democracia, la primera, tal vez la única medianamente digna de ese
nombre, se decantaron prioritariamente por el sorteo: puesto que
todos los ciudadanos eran iguales, y a todos se les suponía
capacidad política, todos eran elegibles en igual medida para
realizar los diferentes servicios públicos.
Cargos sorteados,
rotatorios y de la menor duración posible. Combinado con las
Asambleas ciudadanas, se consigue el máximo nivel de participación,
el máximo grado de democracia.
El sorteo iguala. Da
las mismas oportunidades a todos. Nadie es mejor que los demás ni
tiene ventaja por tener más dinero, apoyo mediático o saber
camelarse mejor a la gente.
No hay democracia
sin igualdad, y el mayor nivel de igualdad lo da, no la elección,
sino el sorteo.
Hoy, en nuestro
país, no hay democracia. Hay oligarquía. El pueblo vota, pero
gobierna “la Casta”.
Si queremos cambiar
las cosas, hay que cambiar el Sistema político. Y uno de los cambios
obligados que habrá que hacer es eliminar la elección de
representantes (aristocracia).
Participación
directa, rotación de cargos, limitación de mandatos... y sorteo.
Cuatro pilares de la
Democracia. La de verdad, no el sucedáneo que nos venden como tal.
Ninguno de ellos
presente en nuestro Sistema político.
Y así nos va. ¿Cambiamos o no cambiamos?
2 comentarios:
Curioso, nunca había pensado en las ventajas del método del sorteo... la tengo que digerir despacio.
Ricardo, para digerir lo del sorteo, echa un vistazo al vídeo que he colgado en el post anterior. Merece la pena.
http://ciudadanoenblanco.blogspot.com.es/2015/04/democracia-real-solucion.html
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