Del blog "La mirada del mendigo". Merece la pena.
Podemos definir capitalismo como aquel sistema económico que hace prevalecer el capital sobre los otros dos medios de producción, materias primas (Naturaleza) y trabajo (Humanidad).
La publicidad del régimen ha difundido la idea de que capitalismo va asociado a riqueza. Sin embargo, constatamos que países enteros, y amplios sectores de nuestras sociedades occidentales, viven hundidos en la miseria.
A nadie le debería sorprender, pues el capitalismo, cuya base de funcionamiento es la acumulación de capital en cada vez menor número de manos, es asimismo inherente a la pobreza generalizada. Es más, necesita de la pobreza.
Parece un slogan, pero es una consecuencia evidente y necesaria del proceso de acumulación capitalista, la cual intentaré explicar del modo más sencillo que sea capaz.
Vamos a ejemplificar con la forma más básica de capital: la tierra.
Imaginemos un pueblo, que pondremos de nombre por ejemplo Grândola, con 10 habitantes los cuales poseen la misma extensión de tierra de labor. En esta sociedad igualitaria, introducimos un desequilibrio en la propiedad de la tierra. Una nueva vecina, de nombre Cayetana, se hace con el control de la mitad de las tierras. Matemáticamente, porque las tierras del pueblo son una cantidad determinada, esto implica que el resto de vecinos se tendrán que apañar con menos tierra. Efectivamente, cada vecino pasa de tener el 10% de las tierras, a tener sólo el 5%.
Es palmariamente evidente que la concentración de la propiedad ha provocado el empobrecimiento de la mayoría. Si alguien acumula más tierra de la que es capaz de trabajar, implica que el resto tendrán que acomodarse en menos extensión.
Pero recordemos que estamos hablando de una forma de capital, y el capital se reproduce, da beneficios. En este caso, la tierra da cosechas. Cayetana, que posee 10 veces más tierra que cualquiera de sus vecinos, en buena lógica tendrá 10 veces más cosecha (de hecho tendrá más, por economías de escala, acudir al mercado con mano fuerte…). Si consideramos que el 5% de tierra es lo que necesita cada vecino para subsistir, la afortunada Cayetana podrá cubrir sus necesidades con esa unidad de cosecha, y las otras nueve acumularlas en forma de capital.
¿Qué puede hacer con esos 9 excendentes de producción, más los 9 del año siguiente, y del otro, y del otro? Bien, es evidente, continuará el proceso de concentración del capital. Adquiriendo directamente más tierras al resto de los vecinos, aumentando la productividad de la que tiene por medio de inversiones o por medios tan sencillos como pagarse matones o togados que le consigan por la violencia de las leyes o las armas el resto de las tierras que no controla.
Ahora observemos el proceso de concentración de la propiedad desde el punto de vista de los vecinos. Con el 5% de la propiedad no tienen margen para acumular un remanente para hacer frente a inversiones o imprevistos, viven acosados en el límite de la subsistencia, desplazados del mercado por la creciente eficiencia de la explotación de Cayetana y cualquier empujón los hace caer en la insolvencia.
Dándole más soga al ahorcado, Cayetana se ofrece a emplear su excedente en proveerles de crédito. Para pasar el mal bache. Es de esta forma que el resto de propiedades de los vecinos van pasando inexorable y legalísimamente a manos de Cayetana (que a estas alturas ya quiere que la llamen señora duquesa).
El sistema conduce, está concebido para que tal sea el resultado, sin embargo el discurso oficial cierra el encuadre a cada individuo, culpabilizándolo de no haber sido capaz de devolver la deuda contraída, en vez de analizar las circunstancias concomitantes que abocan a la masa campesina a la esclavitud por deudas (recurrente a lo largo de la historia, desde el tardoimperio a la PAH).
Así pues, tenemos un vecino que, acuciado por las deudas, ha tenido que vender un 2% de tierra. Por supuesto, al único comprador que existe, que hunde convenientemente los precios: Cayetana. Le queda un 3%, del 10% original y por debajo del 5% de subsistencia. Para no morir de hambre ¿qué debe hacer? Emplearse como jornalero en la hacienda de Cayetana. Trabajar una tierra que ya no le pertenece. Quizá el azar le haga arar la misma tierra que tuvo que vender, o ceder al ejecutarse la garantía del préstamo. El trabajo será el mismo, quizá abriendo surco sobre el mismo surco que abrió el año pasado; pero ya no tendrá derecho a quedarse con la cosecha. Lo que recibirá será una parte menor, y la diferencia (plusvalor o beneficio) será de Cayetana.
Si seguimos operando este sistema, es evidente a dónde conduce. ¿Podéis haceros una imagen de cómo será el pueblo de Grândola tras n ciclos de la rueda económica? Evidentemente: Cayetana lo posee TODO, y el resto de vecinos no posee NADA. Para sobrevivir, han de trabajar sus antiguas tierras en provecho de Cayetana, la cual sigue acumulando capital y por lo tanto aumentando la brecha social que la separa de los que ahora son sus jornaleros, siervos, vasallos o esclavos, elíjase el nombre de la condición jurídica según la época en que se desarrolle este cuento distópico (utópico para Cayetana y su clase social).
Ahora quiero centrarnos en un aspecto del cuento. Cayetana es cada vez más rica, y el resto de vecinos más pobres. Pero es que Cayetana necesita que el resto de vecinos sean pobres.
Cuando Cayetana entra en el pueblo con su mesnada de soldados y se hace con el 50% de las tierras, ella no puede cultivarlas (ni quiere, por supuesto). Necesita que haya vecinos que tengan menos tierra de la que pueden cultivar (y luego, de la que necesitan para subsistir). Necesita generar un exceso de capacidad de trabajo, para poder arrendarlo. En otras palabras, necesita crear pobreza y desempleo.
Si no ¿quién iba a segar su trigo? ¿quién iba a lavarle los platos, a hacerle la cama, a conducir su coche? En el mismo proceso de acumulación de capital, al desplazar a la gente de sus tierras, genera la mano de obra que necesitará para trabajar esas tierras ocupadas.
La misma idea, expuesta en un enunciado negativo: si no se hiciera con las tierras de sus vecinos, no tendría evidentemente esas tierras sobre las que montar su hacienda, es que simultáneamente no tendría mano de obra disponible para trabajar esa tierra que no poseería, ni tampoco tendría excedentes para pagar quien la trabajara.
Lo mismo reza para formas más evolucionadas de capital como la propiedad fabril (mas en este caso no siempre es un proceso de suma cero, por eso comencé el ejemplo con la tierra, mucho más evidente). Millones de campesinos y artesanos arruinados por la tecnificación asociada a la revolución industrial engrosaron los ejércitos que demandaban las fábricas de los mismos patronos que los habían abocado a tal situación. Sin esa masa de desposeídos ¿cómo habrían funcionado las hilaturas, los altos hornos, los talleres de calderería que elevaron a las naciones industrializadas y la clase que las poseía por encima del resto del orbe?
La burguesía, la aristocracia económica, necesita de pobres para ser servida; y esos pobres son creados por el mismo proceso de acumulación capitalista que crea la burguesía, igual que es el sol quien crea la luz, pero también las sombras. Y al fin y al cabo ¿cómo puede darse la idea de riqueza sin la de pobreza, cómo puede haber señores si no hay quiénes les sirvan?
Riqueza y pobreza, señorío y servidumbre son tan inseparables como el día y la noche, el haz y el envés de las hojas, gozo y tormento en el corazón del enamorado.
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