Parece que el curso que viene, los alumnos castellanomanchegos van a poder disfrutar al fin de la polémica asignatura de “Educación para la ciudadanía”, con la consiguiente preocupación de algunos padres por si se produjera un posible adoctrinamiento moral de sus hijos.
Aunque no he tenido oportunidad de comprobar personalmente ninguno de los libros de texto de la asignatura, supongo que es de esperar que los editores aprovechen la coyuntura, tal vez provocada incluso por alguno de ellos, para incluir visiones sesgadas de la realidad que efectivamente pudieran influir de alguna manera en la forma de pensar de los alumnos.
Sin embargo, yo no me preocuparía demasiado. Tal y como está nuestro sistema educativo, el efecto de esta nueva asignatura será como el de las demás, más bien escaso. Si los chavales son adoctrinados, lo serán poco y mal. Será fácil para sus padres anular cualquier efecto nocivo, con un poco de atención que dediquen a sus hijos.
En cualquier caso, me voy a permitir sugerir a los padres una forma sencilla de contrarrestar el adoctrinamiento inadecuado de los chavales: den a leer a sus hijos, cuando hayan terminado su formación obligatoria, los tres libros que cito a continuación; y, a medida que los vayan terminando, coméntenlos con ellos. Son novelas amenas, fáciles de leer para un adolescente de 16 ó 17 años, pero que contienen unas enseñanzas imprescindibles para cualquier ciudadano de una sociedad que se pretenda democrática.
La primera, “1984”, de George Orwell. En esta novela los chavales asimilarán algunas técnicas con las que los estados totalitarios controlan a los ciudadanos. Por ejemplo, la de reescribir la historia y la realidad, el pasado y el presente, a conveniencia del régimen; o el control absoluto de todos los medios de comunicación, para que la información que reciba el pueblo sea la “adecuada”; o la enorme utilidad de la existencia de un “enemigo”, al que, por un lado, culpar de todos los males que causan los propios líderes y, por otro, para que infunda miedo y odio: un pueblo temeroso y visceral es un pueblo fácilmente manipulable. Como curiosidad, también descubrirán que el “Gran Hermano” original no es el del programa de Mercedes Milá.
La segunda novela es “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley. En ese libro podrán descubrir que la llamada sociedad de clases no es algo ya superado, y que las castas no están restringidas a La India; que la organización ideal de la sociedad, para algunos, no es ni mucho menos la democracia, sino una sociedad dividida entre los que mandan y los que obedecen, entre “Alfas” y “Betas”; y que la mejor forma de controlar a estos últimos, los que obedecen, los “Betas”, es creando una clase social de sujetos ignorantes, estúpidos y sumisos.
Por último, “Globalia”, de Jean-Christophe Rufin, donde podrán entrever cómo puede llegar a ser este mundo “globalizado” al que nos están dirigiendo y del que ya se pueden apreciar los primeros esbozos: un “primer mundo” formado por un estado único, global, donde los ciudadanos han sido adoctrinados en tal grado que han perdido la capacidad de pensar por sí mismos, y donde el gobierno es una oligarquía de multimillonarios que se disimula mediante una aparente democracia, en la que la participación del pueblo se limita exclusivamente a lo banal; y un “tercer mundo” totalmente empobrecido, abandonado a su suerte, donde la riqueza sigue siendo expoliada para beneficio del estado global y de sus élites dirigentes, sin que a nadie de ese “primer mundo” le importe ya lo más mínimo.
Con esos tres libros será suficiente. No hablan de la Iglesia, ni de la homosexualidad o el aborto, por lo que en lo que respecta a esos temas corresponde a sus padres ejercer como tales y matizar, si lo creen conveniente, la “doctrina” enseñada en las escuelas.
En cambio, si sus hijos leen y asimilan estas tres novelas, muy posiblemente podrán superar el auténtico adoctrinamiento oficial, el que se inicia en las aulas al proporcionarles una educación deficiente, y prosigue después en el mayor medio de adoctrinamiento existente hoy en día: la televisión.
Así, podrán detectar la considerable cantidad de coincidencias que hay entre los ficticios regímenes totalitarios de las novelas y nuestra realidad cotidiana, y quizás lleguen a pensar que las cosas no son como nos las cuentan unos medios de comunicación casi tan manipulados y controlados como los de “1984”. También puede que lleguen a sospechar que les han educado para ser “Betas”, como en “Un mundo feliz”, y se rebelen contra ello. Y quizás se rebelen también contra esa Unión Europea que el “Tratado de Lisboa”, antaño “Tratado por la Constitución Europea”, está definiendo, un primer paso hacia el siniestro mundo globalizado que se dibuja en “Globalia”.
En definitiva, si les ayudamos, de una forma tan sencilla, a vencer ese adoctrinamiento, tal vez no caigan en los mismos errores en los que han caído sus mayores y, quién sabe, tal vez lleguen, algún día, a disfrutar de una verdadera democracia.
Naturalmente, antes que los hijos, deberían leer las novelas... sus padres.
9 comentarios:
Pues eso le iba a decir, que para leer esos libros , primero tienen que "querer" leerlos. Porque la educación es tan deficiente que a los chavales ya no les llama la atención la lectura , prefieren los audiovisuales. Así que como no hagan películas, o videojuegos, estas generaciones actuales no se enterarán del contenido de esos fantásticos libros, ni de ningún otro.
Yo solo he leído los dos primeros, cuando era joven. El tercero, “Globalia”, haré por buscarlo.
Gracias por su interesante comentario. Lola
Lo ideal sería que los leyeran (de forma obligatoria) en 4º de la ESO, como parte fundamental de su educación como ciudadanos. Pero claro, esa no es la formación que nuestros doctos líderes tienen reservada para los futuros “Betas”.
Por eso son los padres los que tienen que corregir la deseducación de sus hijos.
Aunque, claro, si los primeros adoctrinados son los padres...
En fin, que la cosa pinta muy mal.
Creo que les va a salir el tiro por la culata. Yo se lo voy a decir a todo el que pueda, que lean esas novelas los padres con los hijos y que no dejen de considerar que no son novelas objeto de estudio, sino historias que me podría haber inventado yo, y que no hay que llevar a cabo, en todo caso, esa globalia ya la tenemos en Castilla La Mancha y habría que hacérselo ver a los estudiantes, que no dejan de irse fuera de nuestra región porque aquí no tienen donde asentarse.
Después de leer cada uno de los libros que recomiendas, sería un buen ejercicio comparar la situación actual y ver las diferencias...
¿hay diferencias realmente?
Eso sí, hay que leer esos libros sentaditos en el sofá, delante de una TV de pantalla plana, viendo como un grupo de multimillonarios en calzoncillos dan patadas a una pelota, mientras pensamos en cómo pagar la hipoteca o en cómo encontrar trabajo.
Esa es la realidad. Está pasando, lo estamos viviendo. No voy a preguntar qué hacemos al respecto... yo, NADA. Si me equivoco, (lo cual me gustaría mucho) dímelo, por favor.
Yo tengo la misma sensación. Cuando estaba haciendo memoria sobre el último, “Globalia”, me di cuenta de que efectivamente ya apenas había diferencias. En los otros dos, al haber sido escritos hace algunos años, existen desajustes, en la forma, aunque no en el fondo, producto del avance tecnológico y de la inclinación moderna a que el engaño a los pueblos sea más sutil que la “burda” manipulación totalitaria de “1984” o genética de “Un mundo feliz”. Sin embargo de “Globalia” la verdad es que lo único que falta ya es ese macro-estado global que describe el libro, porque lo demás es en el fondo exactamente igual a lo que estamos viviendo en nuestro día a día.
Por eso me atemoriza tanto la consolidación de la Unión Europea, porque cuando los políticos lo consigan, el salto al macro-estado global será automático (en más o menos tiempo) e imparable, y el poder que tendrán sobre los ciudadanos será total. Hoy, aunque ya casi lo es, manteniendo los gobiernos a nivel regional-estatal todavía se podría parar los pies a los políticos, como ha hecho Irlanda con lo del Tratado de Lisboa. Es decir, la situación actual todavía podría ser reversible, sin embargo una vez el macro-estado esté consolidado, conceptos como “democracia” o “derechos humanos” dejarán de tener sentido, porque nunca más será posible aplicarlos.
¿Qué hacemos al respecto? Pues la mayoría de la gente, efectivamente, NADA, o aún peor, ser cómplices activos, por ignorancia y/o por egoísmo.
Aunque algunos, unos pocos, sí que estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano, por ejemplo, intentando poner a disposición de los ciudadanos un arma, el voto en blanco computable, para debilitar el poder político lo suficiente como para intentar revertir esta situación.
Posiblemente, fracasaremos, pero aun así lo estamos intentando.
Y cualquiera puede intentarlo con nosotros.
Me permito añadir otro libro a la lista: "Ensayo sobre la lucidez", de Saramago.
Saludos y no claudicar, compañeros.
Pues a mí no me gustó “Ensayo sobre la lucidez”, je, je.
No me gustó porque a la vez que ofrece una idea sobre cómo los ciudadanos podemos reaccionar, con un voto en blanco masivo, la destruye, pero de una forma no realista, sino más bien, según mi impresión, adoctrinadora. El libro infunde pesimismo y lleva al lector a la resignación fatalista, sin embargo no debería ser así.
Saramago plantea un voto en blanco masivo proveniente de una desalineación de la ciudadanía con la clase política, pero la ciudadanía que describe es una ciudadanía pasiva, incapaz de plantear nada más posteriormente a su voto en blanco. Yo creo que una ciudadanía pasiva y fatalista simplemente se abstendría, pero una ciudadanía que votara masivamente en blanco no se quedaría cruzada de brazos viendo como los políticos devolvían la situación a la normalidad antidemocrática anterior, tal y como plantea el libro.
En fin, que creo que Saramago ha hecho un flaco favor a la democracia con ese libro.
Pero bueno, espero que sea sólo una impresión mía excesivamente negativa y que en otras personas Saramago haya plantado la semilla de la rebelión por medio del voto en blanco activo y... computable.
Sí, el macro-estado está configurándose poquito a poco en todas y cada una de las reuniones del Club Bilderberg o como se llame. Eso va a pasar y no nos daremos cuenta.
Lo malo es que sí nos estamos dando cuenta, pero, como dicen "Los del río" que para qué van a pensar ellos si ya lo hacen los que mandan...
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