Hace unos días aparecía, en el diario “El mundo”, la pregunta de una internauta que, anunciando su intención de votar en blanco, solicitaba a los partidos una razón para no hacerlo. Las breves respuestas que le dieron resultaban sorprendentemente reveladoras.
El PSOE y el PP coincidieron en indicarle que el voto en blanco lleva a que “otros decidan por ti”. Lo cual es totalmente cierto, bien lo saben los responsables de esos dos partidos, porque son los que se han encargado de sustraerle todo su valor al voto en blanco, por medio de una Ley electoral que les beneficia enormemente.
En teoría, la abstención es la forma de actuar que debe llevar a que “otros decidan por ti”. El que se abstiene deja hacer a los demás, o, tirando de refranero, “el que calla, otorga”. Por el contrario, los que votan en blanco, lo hacen precisamente porque no quieren que otros decidan por ellos. Quieren tener a quién votar, quieren estar representados por algún partido, quieren participar en la democracia... Pues bien, a pesar de ello, los partidos mayoritarios ignoran sus votos, se apropian de sus escaños, y deciden por ellos.
Esta otra respuesta, por parte del PP y del PSOE, hubiera sido más sincera: “no debes votar en blanco porque si lo haces nosotros ignoraremos tu voto, nos apropiaremos de tu escaño y decidiremos por ti”.
De Izquierda Unida venía una respuesta contundente: “los votos en blanco se apartan del escrutinio y no ocupan escaños vacíos”. Le faltó en cambio a IU añadir una coletilla: “al contrario de como debería ser”. Los votos en blanco no deberían ser apartados del escrutinio, y deberían tener representación en forma de escaños vacíos. Pero no la tienen, y tampoco IU tiene intención de que eso cambie: un voto en blanco útil y representativo demostraría ser una opción más eficaz contra el bipartidismo que su ya desgastada alternativa.
La cuarta y última respuesta venía de UPyD, que decía que ellos han surgido para “hacer algo ante el hartazgo que generaban los partidos”. Sin comentarios.
A los políticos profesionales, los que viven de la política, no les gusta en absoluto el voto en blanco. Lo temen enormemente, porque es la única opción que tienen los ciudadanos para reaccionar contra ellos, poniendo así en peligro su modo de vida y sus jugosos salarios vitalicios pagados con nuestros impuestos. El voto en blanco es, para los políticos, el enemigo público número uno. Es “la bicha” que no hay que mentar.
El voto en blanco tenía que existir: es una opción de voto imprescindible en una democracia representativa de partidos. Sin embargo, no es bueno que número de votos en blanco sea elevado: muchos votos en blanco equivalen a muchas personas a las que la democracia no alcanza, y, dado que la democracia debe ser para todos, ello mostraría claramente, ni más ni menos, que no habría democracia. Así que los ciudadanos no deben votar en blanco, sería poco conveniente que empezase a cuestionarse la “democraticidad” del régimen. Y por ello los políticos nos ofrecieron un voto en blanco, pero inútil, sin valor.
“Haremos que el voto en blanco no sirva para nada y así la gente no lo utilizará”, debieron pensar. Y está funcionando, porque, aunque el voto en blanco crece, aún no ha llegado a niveles excesivamente alarmantes. A pesar de lo condenadamente mal que lo hacen. A pesar de que cada vez menos gente confía en ellos.
En cualquier caso, si nuestra internauta no tiene a quién votar, debería hacerlo en blanco, ¿no? Por inútil que sea, ¿acaso tiene una opción mejor?
Y sin embargo me voy a atrever a darle una razón para no votar en blanco. En estas elecciones, puede depositar en la urna un voto en blanco, sí, pero útil. Votando al “no-partido” del voto en blanco computable, Ciudadanos en blanco. Un voto en blanco al que los partidos no le pueden sustraer los escaños: estos, de obtenerse, se quedarían vacíos.
Esa es mi razón para no votar en blanco.
El PSOE y el PP coincidieron en indicarle que el voto en blanco lleva a que “otros decidan por ti”. Lo cual es totalmente cierto, bien lo saben los responsables de esos dos partidos, porque son los que se han encargado de sustraerle todo su valor al voto en blanco, por medio de una Ley electoral que les beneficia enormemente.
En teoría, la abstención es la forma de actuar que debe llevar a que “otros decidan por ti”. El que se abstiene deja hacer a los demás, o, tirando de refranero, “el que calla, otorga”. Por el contrario, los que votan en blanco, lo hacen precisamente porque no quieren que otros decidan por ellos. Quieren tener a quién votar, quieren estar representados por algún partido, quieren participar en la democracia... Pues bien, a pesar de ello, los partidos mayoritarios ignoran sus votos, se apropian de sus escaños, y deciden por ellos.
Esta otra respuesta, por parte del PP y del PSOE, hubiera sido más sincera: “no debes votar en blanco porque si lo haces nosotros ignoraremos tu voto, nos apropiaremos de tu escaño y decidiremos por ti”.
De Izquierda Unida venía una respuesta contundente: “los votos en blanco se apartan del escrutinio y no ocupan escaños vacíos”. Le faltó en cambio a IU añadir una coletilla: “al contrario de como debería ser”. Los votos en blanco no deberían ser apartados del escrutinio, y deberían tener representación en forma de escaños vacíos. Pero no la tienen, y tampoco IU tiene intención de que eso cambie: un voto en blanco útil y representativo demostraría ser una opción más eficaz contra el bipartidismo que su ya desgastada alternativa.
La cuarta y última respuesta venía de UPyD, que decía que ellos han surgido para “hacer algo ante el hartazgo que generaban los partidos”. Sin comentarios.
A los políticos profesionales, los que viven de la política, no les gusta en absoluto el voto en blanco. Lo temen enormemente, porque es la única opción que tienen los ciudadanos para reaccionar contra ellos, poniendo así en peligro su modo de vida y sus jugosos salarios vitalicios pagados con nuestros impuestos. El voto en blanco es, para los políticos, el enemigo público número uno. Es “la bicha” que no hay que mentar.
El voto en blanco tenía que existir: es una opción de voto imprescindible en una democracia representativa de partidos. Sin embargo, no es bueno que número de votos en blanco sea elevado: muchos votos en blanco equivalen a muchas personas a las que la democracia no alcanza, y, dado que la democracia debe ser para todos, ello mostraría claramente, ni más ni menos, que no habría democracia. Así que los ciudadanos no deben votar en blanco, sería poco conveniente que empezase a cuestionarse la “democraticidad” del régimen. Y por ello los políticos nos ofrecieron un voto en blanco, pero inútil, sin valor.
“Haremos que el voto en blanco no sirva para nada y así la gente no lo utilizará”, debieron pensar. Y está funcionando, porque, aunque el voto en blanco crece, aún no ha llegado a niveles excesivamente alarmantes. A pesar de lo condenadamente mal que lo hacen. A pesar de que cada vez menos gente confía en ellos.
En cualquier caso, si nuestra internauta no tiene a quién votar, debería hacerlo en blanco, ¿no? Por inútil que sea, ¿acaso tiene una opción mejor?
Y sin embargo me voy a atrever a darle una razón para no votar en blanco. En estas elecciones, puede depositar en la urna un voto en blanco, sí, pero útil. Votando al “no-partido” del voto en blanco computable, Ciudadanos en blanco. Un voto en blanco al que los partidos no le pueden sustraer los escaños: estos, de obtenerse, se quedarían vacíos.
Esa es mi razón para no votar en blanco.
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