Siempre que le doy
vueltas a esa lacra execrable que es el maltrato a la mujer, acabo
topándome con la misma dificultad, una que hace extremadamente
difícil de solucionar una situación de maltrato: la dependencia de
la víctima.
Ya sea dependencia
psicológica, visceral o económica, en todos los casos se levanta
una barrera que impide tomar el camino que lleva a la resolución del
problema. Cuando la solución pasa necesariamente por la
independencia, la víctima no puede afrontarla, precisamente porque
su educación y circunstancias la han deformado hasta convertirla en
alguien incapaz de actuar por sí misma: la han convertido en alguien
completamente dependiente.
Y, una vez llegados
a ese extremo, encontrar una solución es casi imposible, porque el
mal se afronta tarde, muy tarde, cuando el daño es casi irreparable.
Casi, pero no
imposible; al menos, no en todos los casos.
Cambiando de tema -o
tal vez no-, reflexionando sobre esto, el pasado miércoles me vino a
la mente otra cuestión, aparentemente diferente -aunque en realidad,
no lo era-. En esta vida que nos ha tocado vivir, existen múltiples
situaciones aparentemente no relacionadas, en contextos muy variados,
pero que en realidad, son idénticas, o muy similares, y
equiparables.
En este caso, me
vino a la mente lo que siempre me viene a la mente: la política.
Hoy, en España, vivimos una situación de maltrato generalizado. De maltrato de l@s ciudadan@s.
Hoy, en España, vivimos una situación de maltrato generalizado. De maltrato de l@s ciudadan@s.
Somos constantemente
maltratados por la clase dirigente. Nos obligan a vivir, a nosotros y
a nuestros seres queridos -en algunos casos, cada día-, situaciones
de falta de recursos, de precariedad, de miseria, de riesgo para la
salud y para la vida, de sufrimiento, de desigualdad, de injusticia,
de falta de libertad, de trabajo forzado...
Que no es igual el
maltrato para todos, claro. Para algunos es muy leve. Para otros,
letal.
Al igual que en los
casos de maltrato a la mujer.
E igualmente
también, much@s ciudadan@s son incapaces de reaccionar, o peor aún,
apoyan a sus maltratadores, cada cuatro años, con sus votos.
Y detrás de esa
falta de reacción se encuentra, como una de las causas -tal vez la
principal-, la situación de dependencia extrema de las personas de
sus maltratadores. Al igual que ocurre con tantas mujeres
maltratadas.
Ya sea dependencia
psicológica, visceral o económica, en todos los casos se levanta
una barrera que impide tomar el camino que lleva a la resolución del
problema.
En una relación por
naturaleza insana, no es posible encontrar soluciones. La propia
naturaleza insana de la relación lo impide. Se pueden poner parches, atenuar el daño, pero no solucionar las cosas.
Para solucionarlas, hay que actuar sobre la raíz del problema: hay que terminar con
esa relación.
Y, desde la libertad
de no estar sujeto a las reglas y voluntad del maltratador, entonces,
desde ahí sí, desde ahí se podría buscar una vida mejor.
Por ello, el camino de la solución se inicia, necesariamente, por la independencia. Esto es, por la ruptura.
Por ello, el camino de la solución se inicia, necesariamente, por la independencia. Esto es, por la ruptura.
Es un camino
difícil, claro, y no exento de riesgo. Pero, para la mayoría, será
mucho peor seguir al lado del maltratador. Incluso, tarde o temprano,
letal.
Pero claro, está lo
de la dependencia. ¿Cómo personas extremadamente dependientes van a
optar por la independencia? ¿Una independencia que la gran mayoría
ni puede -ni quiere- afrontar?
Salir de este pozo
oscuro y profundo es muy, muy difícil. Es utópico. Casi imposible
de alcanzar con un pueblo mayormente dependiente.
Casi, pero no
imposible. O eso quiero creer.
La ruptura es la
única solución. Es lo que hay.
O nos sometemos a
los maltratadores, o nos rebelamos. O aceptamos las cadenas, o las
rompemos.
En este caso, no
cabe término medio.
Lo segundo es
difícil y arriesgado. Lo primero, ya sabemos cómo acaba.
Y algunos, no demasiados, pero tal vez suficientes para empezar algo, sí somos lo suficientemente capaces -y conscientes- como para elegir un camino u otro.
Es nuestra elección. Y lo que elegimos, tiene consecuencias.
Por un lado, o por el otro.
P.D.1 En política, el camino de la ruptura, esto es, la solución, se llama democracia.
P.D.2 En democracia
no cabe el maltrato a l@s ciudadan@s.
Ni a las mujeres. Eso es lo que nos estamos perdiendo al no
reaccionar, al seguir al lado de los maltratadores.
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