“De un gran vicio adolecía la mayor parte de las Repúblicas antiguas: el pueblo tenía derecho a tomar resoluciones activas que exigen alguna ejecución, de las que es enteramente incapaz. El pueblo no debe tomar parte en la gobernación de otra manera que eligiendo sus representantes, cosa que está a su alcance y puede hacer muy bien. Porque, sin ser muchos los que conocen el grado de capacidad de los hombres, todos saben si el que eligen es más ilustrado que la generalidad.”
Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu,
“El espíritu de las leyes”, 1748
El Barón de Montesquieu justificaba así, tiempo atrás, la necesidad de la representación en una democracia: el pueblo no da para más que para “gobernar” por medio de representantes.
Sin embargo, la Historia política de los últimos 250 años nos ha demostrado que el pueblo, “en general”, si es “incapaz de tomar resoluciones activas”, no es menos “incapaz” de elegir a los más “ilustrados”.
Y es que, el que no tiene capacidad de participar directamente en la toma de decisiones, tampoco la tiene para elegir un representante que decida por él.
Así que el Sistema representativo no nos otorga ninguna ventaja. En general, sólo los capaces pueden acertar al elegir sus representantes, pero no los necesitan, porque pueden participar directamente en la toma de decisiones.
Y sin embargo, el Sistema representativo sí que nos causa perjuicio. Al menos en dos aspectos:
- Para empezar, nos arrebata la posibilidad de parar los pies a un gobierno que, en algún momento puntual, actúe muy claramente contra los intereses de la mayoría de los ciudadanos (ejemplo: la guerra de Irak, en la que probablemente no habríamos participado si se hubiera hecho un referéndum).
- Además, también impide que los ciudadanos capaces intervengan en la toma de decisiones, ya sea de forma directa, ya sea por medio de unos representantes que no pueden superar unos procesos electorales diseñados para que la mayor parte de los “representantes” los elijan, exclusivamente, los incapaces*.
Y eso me lleva a lanzar públicamente esta pregunta: a día de hoy, domingo 8 de junio del año 2014, puesto que las nuevas tecnologías lo han hecho técnicamente viable incluso a nivel supramunicipal... ¿hay alguna razón para seguir impidiendo que los ciudadanos que así lo deseen prescindan de representantes y participen directamente en la toma de decisiones?
Aparte de la obvia, claro, que no tenemos una democracia y, los que verdaderamente gobiernan, no quieren que eso cambie.
* Espero que nadie se tome el término “incapaz” en su aspecto más peyorativo: incapaces son los estúpidos, desde luego, pero también aquellos que, por falta de tiempo, no se informan, valoran, analizan, debaten, reflexionan… suficientemente, sobre las circunstancias políticas.
Esa falta de tiempo es un mal generalizado en nuestra sociedad, y conviene mucho a la casta política, ya que gracias a ello sigue recibiendo los votos que la mantiene en su privilegiada posición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario