Se puede decir más alto, pero no más claro:
Marcos, desde Sevilla.
jueves, marzo 10, 2011
domingo, marzo 06, 2011
lunes, febrero 07, 2011
Castro Urdiales, el municipio más blanco
No, no lo digo porque los castreños sean todos hinchas del Real Madrid.
Desconozco si lo son. Lo digo porque en Castro Urdiales, municipio cántabro, se alcanzó, las pasadas elecciones municipales, la histórica cifra del 4,24% de votos en blanco (*).
Cifra esta sorprendentemente elevada además por otro motivo, el hecho de que los vecinos de Castro Urdiales tenían nada menos que siete candidaturas para elegir, dos recién creadas. Pero, a pesar de ello, 585 castreños, casi uno de cada veinte votantes, se decantaron por el voto en blanco.
Algo inusual, ciertamente. Pero no por ello lo traigo aquí a colación.
Porque Castro Urdiales dio la nota en otro sentido. Resulta que, más allá de su número, ese 4,24% de voto en blanco marcó un hito en nuestra reciente historia electoral: alteró el reparto de concejales del municipio.
Esto es, si esos 585 castreños hubieran optado por abstenerse en lugar de por votar en blanco, el PSOE hubiera tenido un concejal menos, el cual hubiera correspondido a la candidatura “Grupo de trabajo de Castro Urdiales” (**).
Es el único caso que conozco en el que ha ocurrido este hecho, en los más de 30 años de la reciente historia electoral española.
La leyenda negra del voto en blanco
Existe una leyenda negra alrededor del voto en blanco: que se suma al partido que más votos saca. O, en una versión menos precisa, que favorece a los partidos mayoritarios.
Lo ocurrido en Castro Urdiales viene a corroborar esa leyenda, o más bien, a explicar de dónde puede haber salido. Porque esta leyenda, como todas, sin ser real, tiene un fondo de verdad, un hecho excepcional que amplificado, o distorsionado, da pie a la leyenda. Castro Urdiales ha resultado ser, a posteriori, el sitio dónde ha tenido lugar ese hecho excepcional.
Y este hecho excepcional es también una aberración. Porque es aberrante que se haya privado a los 670 castreños que votaron al “Grupo de trabajo” de su representante legítimo a causa de los votos en blanco, votos ajenos tanto a esa candidatura como a la socialista, que es la que finalmente se llevó el concejal hurtado. Los votantes en blanco no votaron al PSOE, así qué, ¿por qué sus votos le dieron a este partido un concejal más?
Este hecho es, en democracia, incomprensible.
Como también lo es que a los votantes en blanco se les tenga en cuenta para “hacer la criba”, pero luego se les ignore a la hora de asignar los representantes. ¿Acaso no son también ciudadanos los votantes en blanco? ¿No tienen derecho ellos también a estar representados, en este caso, dejando las sillas vacías?
Al parecer, en España, no lo tienen.
Lo dicho. En una democracia, incomprensible. Pero en España, sea cual sea el régimen político que tenemos, lo incomprensible, es Ley.
Una alternativa mejor
En 2007, una plataforma ciudadana, creada a tal efecto, pidió el voto en blanco en Castro Urdiales. Con bastante éxito, sin duda.
Sin embargo, tal vez habrían tenido una alternativa mejor. Porque en 2007 se presentaba en otros municipios españoles una candidatura llamada “Ciudadanos en blanco”, que actuaba cual si de un voto en blanco se tratase. Sólo que, a diferencia del voto en blanco ordinario, en este caso, con los votos suficientes, esta candidatura desocupaba una silla de concejal, dando de facto la representación, en forma de sillas vacías, a los votantes en blanco.
Quién sabe. Si hubieran presentado esta candidatura en Castro Urdiales, con unos pocos “votos en blanco” más, habrían marcado otro hito. El de dar representación, por primera vez de la historia de España, al voto en blanco.
Tal vez en 2011.
El reparto

Podemos comprobar cómo, de repartirse los escaños por el método D´Hont sin excluir a los partidos con menos del 5% de representación y al voto en blanco, tanto PSOE como "Acuerdo por Castro" tendrían un concejal menos, que pasaría, uno a "Grupo de trabajo" y otro al voto en blanco.
Lo cual hubiera dejado el actual gobierno municipal castreño, en situación de 11 (PP + Acuerdo + alcalde tránsfuga de PRC) contra 10 (PSOE + IU + PRC menos el alcalde) en 10 concejales contra 9, a falta de saber el alineamiento del concejal hurtado al Grupo de trabajo. Interesante situación si este estuviera en la oposición...
(*) Cifra elevada comparada con el 2% de votos en blanco en Cantabria o el 1,94% nacional en esas municipales de 2007.
Y no es que ese 4,24% sea record nacional. En Euskadi se han alcanzado cotas más altas (Elduain, 96% en 2007). Aunque las circunstancias allí son las que son.
Pero fuera de Euskadi, y más en municipios del tamaño del de Castro Urdiales (más de treinta y dos mil habitantes) ese 4,24% de votos en blanco sí es una cifra histórica.
Por cierto, soy consciente de que la noticia es de 2007. Es ahora cuando me ha llegado la información, y por casualidad. Y es que no se habla mucho del voto en blanco en los medios...
(**) La causa: el límite del 5% de votos válidos exigido en las municipales para obtener representación. El Grupo de trabajo se quedó con el 4,85% de los votos válidos, entre los que se incluye el voto en blanco. Sin contar estos votos, tenía el 5,1%. Y le hubiera correspondido un concejal.
Desconozco si lo son. Lo digo porque en Castro Urdiales, municipio cántabro, se alcanzó, las pasadas elecciones municipales, la histórica cifra del 4,24% de votos en blanco (*).
Cifra esta sorprendentemente elevada además por otro motivo, el hecho de que los vecinos de Castro Urdiales tenían nada menos que siete candidaturas para elegir, dos recién creadas. Pero, a pesar de ello, 585 castreños, casi uno de cada veinte votantes, se decantaron por el voto en blanco.
Algo inusual, ciertamente. Pero no por ello lo traigo aquí a colación.
Porque Castro Urdiales dio la nota en otro sentido. Resulta que, más allá de su número, ese 4,24% de voto en blanco marcó un hito en nuestra reciente historia electoral: alteró el reparto de concejales del municipio.
Esto es, si esos 585 castreños hubieran optado por abstenerse en lugar de por votar en blanco, el PSOE hubiera tenido un concejal menos, el cual hubiera correspondido a la candidatura “Grupo de trabajo de Castro Urdiales” (**).
Es el único caso que conozco en el que ha ocurrido este hecho, en los más de 30 años de la reciente historia electoral española.
La leyenda negra del voto en blanco
Existe una leyenda negra alrededor del voto en blanco: que se suma al partido que más votos saca. O, en una versión menos precisa, que favorece a los partidos mayoritarios.
Lo ocurrido en Castro Urdiales viene a corroborar esa leyenda, o más bien, a explicar de dónde puede haber salido. Porque esta leyenda, como todas, sin ser real, tiene un fondo de verdad, un hecho excepcional que amplificado, o distorsionado, da pie a la leyenda. Castro Urdiales ha resultado ser, a posteriori, el sitio dónde ha tenido lugar ese hecho excepcional.
Y este hecho excepcional es también una aberración. Porque es aberrante que se haya privado a los 670 castreños que votaron al “Grupo de trabajo” de su representante legítimo a causa de los votos en blanco, votos ajenos tanto a esa candidatura como a la socialista, que es la que finalmente se llevó el concejal hurtado. Los votantes en blanco no votaron al PSOE, así qué, ¿por qué sus votos le dieron a este partido un concejal más?
Este hecho es, en democracia, incomprensible.
Como también lo es que a los votantes en blanco se les tenga en cuenta para “hacer la criba”, pero luego se les ignore a la hora de asignar los representantes. ¿Acaso no son también ciudadanos los votantes en blanco? ¿No tienen derecho ellos también a estar representados, en este caso, dejando las sillas vacías?
Al parecer, en España, no lo tienen.
Lo dicho. En una democracia, incomprensible. Pero en España, sea cual sea el régimen político que tenemos, lo incomprensible, es Ley.
Una alternativa mejor
En 2007, una plataforma ciudadana, creada a tal efecto, pidió el voto en blanco en Castro Urdiales. Con bastante éxito, sin duda.
Sin embargo, tal vez habrían tenido una alternativa mejor. Porque en 2007 se presentaba en otros municipios españoles una candidatura llamada “Ciudadanos en blanco”, que actuaba cual si de un voto en blanco se tratase. Sólo que, a diferencia del voto en blanco ordinario, en este caso, con los votos suficientes, esta candidatura desocupaba una silla de concejal, dando de facto la representación, en forma de sillas vacías, a los votantes en blanco.
Quién sabe. Si hubieran presentado esta candidatura en Castro Urdiales, con unos pocos “votos en blanco” más, habrían marcado otro hito. El de dar representación, por primera vez de la historia de España, al voto en blanco.
Tal vez en 2011.
El reparto
Podemos comprobar cómo, de repartirse los escaños por el método D´Hont sin excluir a los partidos con menos del 5% de representación y al voto en blanco, tanto PSOE como "Acuerdo por Castro" tendrían un concejal menos, que pasaría, uno a "Grupo de trabajo" y otro al voto en blanco.
Lo cual hubiera dejado el actual gobierno municipal castreño, en situación de 11 (PP + Acuerdo + alcalde tránsfuga de PRC) contra 10 (PSOE + IU + PRC menos el alcalde) en 10 concejales contra 9, a falta de saber el alineamiento del concejal hurtado al Grupo de trabajo. Interesante situación si este estuviera en la oposición...
(*) Cifra elevada comparada con el 2% de votos en blanco en Cantabria o el 1,94% nacional en esas municipales de 2007.
Y no es que ese 4,24% sea record nacional. En Euskadi se han alcanzado cotas más altas (Elduain, 96% en 2007). Aunque las circunstancias allí son las que son.
Pero fuera de Euskadi, y más en municipios del tamaño del de Castro Urdiales (más de treinta y dos mil habitantes) ese 4,24% de votos en blanco sí es una cifra histórica.
Por cierto, soy consciente de que la noticia es de 2007. Es ahora cuando me ha llegado la información, y por casualidad. Y es que no se habla mucho del voto en blanco en los medios...
(**) La causa: el límite del 5% de votos válidos exigido en las municipales para obtener representación. El Grupo de trabajo se quedó con el 4,85% de los votos válidos, entre los que se incluye el voto en blanco. Sin contar estos votos, tenía el 5,1%. Y le hubiera correspondido un concejal.
miércoles, enero 05, 2011
Y lo llaman democracia
El día anterior a las últimas elecciones autonómicas catalanas, la radio me despertó, como cada día. Esa mañana, con las noticias. Comentaban lo que iban a hacer los candidatos de los 5 ó 6 partidos “punteros” catalanes, en un día, el de reflexión, en el que no hay campaña. Uno iba a ir al cine, otro pasaría la tarde con su familia, otro comería con un amigo...
Y esta “información”, seguro que fue repetida varias veces ese día en todos los grandes medios de comunicación.
Yo la escuchaba desde Ciudad Real, claro.
Desde Ciudad Real, donde las pasadas elecciones generales, en 2008, se presentaron veinte partidos: aparte de los conocidos, estaban Los verdes, Por un mundo más justo, el Partido contra el maltrato animal, el Partido Social Demócrata... Ciudadanos en blanco, el partido de los escaños vacíos... En fin, que había bastante para elegir. Y algunos con un largo historial de candidaturas en nuestra provincia a sus espaldas. Pero claro, hubo un pequeño inconveniente: que, a pesar de ese largo historial, la mayoría de los ciudadanos apenas conoce la existencia de casi ninguno de esos partidos.
Porque no aparecen en los medios. Son candidaturas presentadas aquí, en Ciudad Real, por gente de la tierra, para los procesos electorales que nos afectan a los ciudadrealeños. Y sin embargo, han tenido menos presencia mediática en Ciudad Real, en treinta años, que unos partidos catalanes en un único día, el de reflexión, de un proceso electoral que ni nos va, ni nos viene.
La experiencia ya nos ha demostrado que, en este régimen post-dictadura, los partidos que no salen en los medios, no cuentan. El pluralismo político, que supuestamente garantiza la constitución, no existe, cuando unos partidos no aparecen, practicamente nunca, en los medios, mientras que otros acaparan, cada día, la práctica totalidad de la presencia mediática; y la mayor parte del tiempo con propaganda, banalidades y descalificaciones, casi siempre informaciones sin contenido que saturan los medios e impiden que las noticias auténticas, las que tienen información realmente valiosa, lleguen al ciudadano.
“La propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario”. Con esa frase, Noah Chomsky resume que el hecho de que, en estas modernas “democracias”, no es necesaria la violencia de estado para forzar al pueblo a obedecer: la sumisión, el conformismo, la obediencia ciega... se consigue con propaganda, con manipulación.
Y lo que le ha faltado por decir a Noah Chomsky es que, si el pueblo obedece... no gobierna. Y democracia es gobierno del pueblo.
En fin, lo cierto es que hay muchas otras evidencias de la ausencia de democracia: la escasa valoración ciudadana de la clase política (“nuestros representantes” no nos representan); la injusta asignación de escaños; la inexistente independencia de los tres poderes; la corrupción e incompetencia generalizadas; la priorización del dinero (bancos, “el Mercado”) frente a los ciudadanos; los decretazos y resto de decisiones semidictatoriales como la entrada en la guerra de Irak, el uso del ejército para resolver un conflicto laboral (controladores), la eliminación progresiva de derechos laborales, el aumento de la edad de jubilación, el temporalmente fallido intento intento de restringir libertades en Internet con la “Ley Sinde”... En definitiva, que hay tantas evidencias que parece mentira que aún haya personas que sigan creyendo que tenemos una democracia en este país.
Pero... las hay. Y es que, la manipulación, funciona.
Un enlace para reflexionar, cómo nos manipulan, según Chomsky.
Feliz año electoral.
Y esta “información”, seguro que fue repetida varias veces ese día en todos los grandes medios de comunicación.
Yo la escuchaba desde Ciudad Real, claro.
Desde Ciudad Real, donde las pasadas elecciones generales, en 2008, se presentaron veinte partidos: aparte de los conocidos, estaban Los verdes, Por un mundo más justo, el Partido contra el maltrato animal, el Partido Social Demócrata... Ciudadanos en blanco, el partido de los escaños vacíos... En fin, que había bastante para elegir. Y algunos con un largo historial de candidaturas en nuestra provincia a sus espaldas. Pero claro, hubo un pequeño inconveniente: que, a pesar de ese largo historial, la mayoría de los ciudadanos apenas conoce la existencia de casi ninguno de esos partidos.
Porque no aparecen en los medios. Son candidaturas presentadas aquí, en Ciudad Real, por gente de la tierra, para los procesos electorales que nos afectan a los ciudadrealeños. Y sin embargo, han tenido menos presencia mediática en Ciudad Real, en treinta años, que unos partidos catalanes en un único día, el de reflexión, de un proceso electoral que ni nos va, ni nos viene.
La experiencia ya nos ha demostrado que, en este régimen post-dictadura, los partidos que no salen en los medios, no cuentan. El pluralismo político, que supuestamente garantiza la constitución, no existe, cuando unos partidos no aparecen, practicamente nunca, en los medios, mientras que otros acaparan, cada día, la práctica totalidad de la presencia mediática; y la mayor parte del tiempo con propaganda, banalidades y descalificaciones, casi siempre informaciones sin contenido que saturan los medios e impiden que las noticias auténticas, las que tienen información realmente valiosa, lleguen al ciudadano.
“La propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario”. Con esa frase, Noah Chomsky resume que el hecho de que, en estas modernas “democracias”, no es necesaria la violencia de estado para forzar al pueblo a obedecer: la sumisión, el conformismo, la obediencia ciega... se consigue con propaganda, con manipulación.
Y lo que le ha faltado por decir a Noah Chomsky es que, si el pueblo obedece... no gobierna. Y democracia es gobierno del pueblo.
En fin, lo cierto es que hay muchas otras evidencias de la ausencia de democracia: la escasa valoración ciudadana de la clase política (“nuestros representantes” no nos representan); la injusta asignación de escaños; la inexistente independencia de los tres poderes; la corrupción e incompetencia generalizadas; la priorización del dinero (bancos, “el Mercado”) frente a los ciudadanos; los decretazos y resto de decisiones semidictatoriales como la entrada en la guerra de Irak, el uso del ejército para resolver un conflicto laboral (controladores), la eliminación progresiva de derechos laborales, el aumento de la edad de jubilación, el temporalmente fallido intento intento de restringir libertades en Internet con la “Ley Sinde”... En definitiva, que hay tantas evidencias que parece mentira que aún haya personas que sigan creyendo que tenemos una democracia en este país.
Pero... las hay. Y es que, la manipulación, funciona.
Un enlace para reflexionar, cómo nos manipulan, según Chomsky.
Feliz año electoral.
martes, noviembre 23, 2010
Pero… ¿podemos conseguirlo vaciando escaños?
Cuando explicas a la gente lo que pretendemos con Ciudadanos en blanco, les cuentas lo del voto en blanco computable en forma de escaños vacíos, les dices que esos escaños vacíos se pueden conseguir a través de un partido político herramienta cuyos electos no ocupen sus asientos, al final, cuando lo asimilan, casi siempre acaba surgiendo la pregunta del millón:
¿Y qué se puede conseguir vaciando escaños?
Lo cierto es que, en principio, parece que, incluso siendo optimistas y contando con liberar algunos escaños de los parásitos que los ocupan, ello serviría de más bien poco, ya que sin diputados no se puede ni proponer ni votar esos cambios que tanta falta nos hacen.
Así que, en esta línea, la eficacia del voto en blanco computable acabaría siendo similar a la del voto en blanco “oficial”, a la de la abstención o a la del voto nulo, opciones que basan su éxito en una masiva desasistencia del electorado al sistema actual; con la salvedad, eso sí, de que siempre es más gratificante saber que, al menos, tu escaño está libre del parásito correspondiente, cosa que no puede pasar en ninguno de los otros tres casos.
Pero eso se revela, en principio, insuficiente.
Es por ello por lo que muchos descontentos se decantan por un partido nuevo o minoritario como medio para cambiar las cosas. Sin embargo, ya hemos visto lo que hace el Sistema con estos partidos: se los come con patatas. Nuestro Sistema electoral está diseñado para mantener un muy escogido –y reducido- grupo de partidos en el poder; partidos que, todos ellos, deben contar con el apoyo del poder económico para seguir ahí; partidos que, por ello, jamás van a reformar un sistema que es el idóneo para mantener su casta parásita de políticos profesionales y el poder en manos de los de siempre.
En definitiva, que así, con una miríada dispersa y enfrentada de pequeños partidos con ánimo de reforma, no se puede conseguir nada.
La conclusión a la que muchos descontentos han terminado por llegar es que sólo hay una posibilidad de vencer al Sistema: un único partido “revolucionario” que unifique y concentre todo el voto descontento –“la unión hace la fuerza”-. Para ello, tendría que tener un programa esquelético, reducidísimo, abierto a todos y enfocado en conseguir las reformas mínimas imprescindibles que harían falta para poder empezar a considerar nuestro sistema político como una democracia real.
Pero hay un pequeño inconveniente: que esta única alternativa final, realmente, no existe. Porque… ya sabemos cómo somos los españoles; en palabras de Lamparilla, “el barberillo de Lavapiés”:
Pues aquí tenéis de España
una copia y un modelo
4 hombres, 4 opiniones
si habláramos con 200, 200 partidos
todos con sus ministros diversos.
Sería pues necesario
para estar todos contentos
que hubiera en cada familia
un ministro por lo menos.
O lo que es lo mismo, es imposible que una mayoría suficiente de descontentos nos pongamos de acuerdo en sacar adelante un único partido “revolucionario”, ni en seleccionar unos pocos puntos esenciales que constituirían su programa, ni finalmente, en votarlo.
Porque unos quieren liberalismo, otros socialismo; unos centralización, otros descentralización; unos mónadas republicanas, otros democracia directa, otros simplemente un cambio de políticos; unos listas abiertas, otros circunscripción única, otros representación proporcional; unos laicidad, otros confesionalidad; unos familia tradicional, otros familia “libre”; unos una nación española, otros una nación catalana, vasca, gallega… y así seguimos, y seguimos, y seguimos…
¿Realmente alguien cree posible unificar todo eso en un único partido?
Así que, finalmente, tenemos que volver al principio: a lo de vaciar escaños. Si queremos tener una mínima posibilidad de cambiar las cosas, tenemos que ponernos a vaciar escaños… porque, por insuficiente, por inútil que pueda parecer, desgraciadamente… no hay ninguna otra alternativa.
Y además, tal vez sí que haya esperanza, tal vez, lo de vaciar escaños, pueda funcionar.
Porque, ante la imposibilidad de llevar a la práctica todas esas ideas y convicciones “imprescindibles” de los descontentos, sí se puede, en cambio, dar la posibilidad a estos de expresar una única idea, la más básica, la esencial, la fundamental: con el voto en blanco computable, vaciando escaños, se puede generar un clamor ciudadano, pidiendo, o más bien exigiendo… DEMOCRACIA. Simplemente eso, democracia. El programa mínimo posible.
Y ese clamor, potencialmente, puede ser tan poderoso como sea necesario para que la casta política no pueda ignorarlo, so pena de acabar con un parlamento semivacío e ingobernable, un sistema político roto y deslegitimado y, lo que es más importante, con una ciudadanía, mayoritariamente, en rebeldía.
Y ante esa amenaza, las cosas, finalmente, cambiarían.
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