Cuando surge una situación del conflicto, el objetivo de los implicados siempre es, se tenga o no consciencia de ello, que se produzca una transformación. Esto es, que las cosas cambien.
Una consecuencia de ello es que, si tras un conflicto no se produce una transformación, entonces se puede considerar que, para los implicados, la resolución del conflicto ha supuesto un fracaso.
Cinco años después del 15M, podemos valorar si se ha producido ese cambio que se buscaba entonces o no, o, si se ha producido algún cambio, en qué grado.
Que cada uno tendrá su valoración subjetiva sobre ello. Por mi parte, como soy de trabajar con datos y hechos y no con ilusiones o emociones, me quedo con lo que puedo medir y contrastar.
Y lo único significativo que se puede apreciar de diferente entre el 2011 y el 2016, que pueda tomarse como consecuencia directa del 15M, es que hay un nuevo partido político relevante -plenamente integrado ya- en nuestro escenario partitocrático. Y poco más.
Y para ese viaje no hacían falta alforjas.
De otra manera: si en 2011 la necesidad de transformación quedaba limitada a la necesidad de una nueva organización de políticos profesionales de un color determinado, ¿no se podía haber afrontado racionalmente la gestión de esa necesidad y haber creado el partido, sin tanto jaleo? ¿Era necesario tanto ruido para tan pocas nueces?
La respuesta que yo daría es doble.
Por un lado, en realidad no ha habido transformación ni social ni económica alguna -a la vista está-, y a nivel político, no ha pasado de un cambio de caras y chaquetas. Pura estética. Ahora la farsa política está algo más entretenida, pero poco más.
Esto es, el conflicto no ha servido para satisfacer la necesidad de cambio de los implicados.
Y por el otro lado, sí era necesario mucho ruido para el surgimiento rápido de esa nueva organización de políticos profesionales.
Porque el ruido es emoción.
Y eso a lo que llaman "política", en España -como en tantos otros lugares-, se rige, única y exclusivamente, por la emoción. Lo visceral.
Racionalidad 0,0.
Y así, un estallido emocional -el 15M-, ha sido fácilmente reconducido, con la manipulación emocional correspondiente -televisión y demás medios de intoxicación de masas-, en la creación e impulso de una nueva organización política exitosa.
Que no va a solucionar nada.
Porque de los estallidos emocionales no surgen soluciones racionales para los conflictos.
Y sin soluciones racionales, si se produce una transformación a raíz del conflicto, será una transformación guiada por la visceralidad, que será, al final, casi con total seguridad, para peor.
El camino de una transformación -a mejor- se inicia afrontando racionalmente los problemas: analizando, llegando a acuerdos, estableciendo un objetivo común, organizándonos, diseñando una estrategia, planificando...
Y tal vez, en algún momento del proceso, tácticamente, racionalmente, podría ser inevitable tomar -pacífica y democráticamente- las plazas. Tal vez.
Pero nunca al principio. Nunca como estallido emocional. Por ahí no hay solución posible. Partidos políticos nuevos, tal vez, pero soluciones, ninguna.