lunes, agosto 15, 2016

Reconocer al enemigo

Hay enemigos que son fáciles de reconocer. Hacen daño -o lo intentan-, pero se les ve venir. Sabes lo que son.
Otros, en cambio, actúan de otra manera. Son los que apuñalan por la espalda. Los que hablan -y no bien- de ti cuando no estás. Los que consideras de los tuyos.
Estos últimos son los más peligrosos, porque confías en ellos, y por ello, te pillan desprevenido. Indefenso. Y si son listos -y tú no lo eres lo suficiente-, te la juegan una vez, y otra, y otra...

Es difícil prevenir este daño. Es difícil reconocer a estos enemigos.
Pero a veces, se puede.
Siempre hay detalles. Pistas. Indicios.

Por ejemplo, estos enemigos suelen esperar algo de ti... y lo que reciben y lo que dan nunca está compensado. Reciben mucho... y dan poco... o nada. Son parásitos. Reciben favores... dinero... votos... y no devuelven nada... más que palabras.

Y esa es otra pista: siempre dicen lo que quieres oír.

Eres guap@. Eres inteligente.
Sabes lo que haces.
Te lo mereces.
Todo va a salir bien.
...
Vótame y te devolveré la sonrisa.

Reconocer al enemigo es difícil especialmente por esto último. No quieres verlo. ¿Cómo condenar a quien te dice lo que ansías escuchar?

Pero hay que hacerlo.
Reconocer al enemigo ayuda a reducir daños. Permite protegerte. Actuar contra él.
No reconocerlo te deja vendido. Seguirá haciéndote daño. Irás de mal en peor.

Y, aunque sea difícil, casi siempre, para reconocer al enemigo, basta con querer hacerlo.

Está ahí, delante de tus narices.
Sólo hay que quitarse la venda.

Y entonces sí, identificado correctamente el enemigo... actuando en consecuencia... igual las cosas empiezan a mejorar.



P.D. En política reconocer al enemigo es muy fácil: si sale en televisión, lo es.
La televisión es del Régimen. Quien sale en televisión es del Régimen.
Blanco y en botella.

No hay comentarios: