lunes, septiembre 28, 2015

"En democracia las cosas se resuelven votando"


O eso han dicho al menos algunos de los políticos y propagandistas del Régimen que han pasado recientemente, día sí y día también, por los grandes medios de comunicación, con motivo de las elecciones “plebiscitarias” catalanas.

Y sin embargo, estas elecciones, ¿han resuelto algo?

Han servido para contabilizar cuántos catalanes están por una opción u otra, desde luego. Y eso ya es algo. Pero no han resuelto la cuestión independentista, que era de lo que se trataba: los ganadores no han obtenido mayoría suficiente para una declaración unilateral de independencia.

Sin embargo, a la vista de los resultados, se podría llegar a un resultado más concluyente, con otra votación. Un referéndum que forzara a los catalanes a posicionarse mayoritariamente en una opción u otra: independencia o inmovilismo; que es lo que, a día de hoy, pueden decidir los catalanes unilateralmente. O se podría esperar a ver si cambia el gobierno en España y se abre alguna otra posibilidad intermedia.
Pero, sea como fuere, en unos meses, se podría conseguir una mayoría ciudadana en un sentido u otro.

Pero, ¿hasta qué punto eso resolvería la cuestión?

A la vista de los resultados de este “plebiscito”, cualquier decisión que se tomara, por mayoría, dejaría a una gran parte de la sociedad catalana enormemente descontenta. Una puerta abierta a futuros problemas. Pan para hoy y hambre para mañana.

Mala forma de resolver esta cuestión, votando.

Y no, en democracia, las cosas no se hacen así. Las cosas no siempre “se resuelven votando”.

En democracia, votar -y decidir e imponer por mayoría- es una herramienta que tal vez no podamos evitar utilizar, pero no es la única ni la definitiva. Y es un último recurso. Cuando no queda otra opción mejor.

El valor de la democracia viene del respeto al conjunto de la ciudadanía. Del acuerdo. De la búsqueda de grandes consensos entre los ciudadanos, para que las decisiones que se tomen sean lo menos lesivas posible. De evitar la imposición allá donde es posible el acuerdo.

Y, en una democracia plena -ideal-, siempre, siempre, es posible el acuerdo.

Aunque en la vida real, por desgracia, a veces habrá que aceptar alguna imposición no consensuada, tomada por mayoría. Pero tienen que ser las menos veces, y tratando de alcanzar el máximo consenso.

A más imposición, menos democracia.

P.D. Un país donde los procesos electorales son una confrontación para conseguir mayorías suficientes para imponer la voluntad de unos a los otros, no es un país donde se valore, y se practique, la democracia.

En ese país, como no puede ser de otra manera, votar resuelve -cambia- poca cosa.