sábado, agosto 30, 2014

El timo de la Separación de Poderes (II)


No basta elegir los Poderes por separado para que sean independientes. Pero... ¿y si los procesos electorales fueran democráticos? Sin influencia mediática, con igualdad de oportunidades... en ese caso, ¿habría independencia de los poderes eligiendo un presidente por un lado y los diputados por otro?

Supongamos que fuera así en España. Supongamos que, por ejemplo, María López, ciudadana española, forma parte de la mayoría que ha votado al Presidente. También su voto ha contribuido a otorgarle la mayoría parlamentaria a un grupo de diputados.
Es decir, tanto el Poder Ejecutivo, como el Legislativo, han sido elegidos por María López (y, naturalmente, por otros muchos ciudadanos como ella que comparten ideología o preferencias).

Ambos Poderes elegidos... en gran medida... por las mismas personas.

¿Dónde está entonces la separación o independencia de los Poderes?
¡Los elijen las mismas personas! ¡Todos los Poderes dependen de los mismos votantes!

Tanto el Ejecutivo como el Legislativo responderán ante las mismas personas, que no son todos los ciudadanos, sólo son una parte, en principio, mayoritaria, pero una parte. Una parte de la ciudadanía que está concentrando en sí misma todos los Poderes. De nuevo, el Poder absoluto. La Dictadura de la Mayoría, que no es, para nada, lo mismo que la Democracia.

Para que haya una independencia real de los Poderes, una persona sólo puede participar en la elección de un Poder. Es decir, María votaría en las presidenciales, su pareja elegiría diputado, y su vecino, al juez del distrito. Cada Poder dependería entonces de un grupo distinto de ciudadanos, y por tanto podría haber, al menos en su origen, alguna posibilidad de conseguir una verdadera independencia de los Poderes.
Pero, si las mismas personas escogen a todos los Poderes, estos no pueden ser, de ninguna manera, independientes.

Si alguna vez nos quieren colar un Sistema político como el anglosajón, estaría bien que tuviéramos en cuenta este detalle.

jueves, agosto 28, 2014

Capitalismo y pobreza

Del blog "La mirada del mendigo". Merece la pena.

Podemos definir capitalismo como aquel sistema económico que hace prevalecer el capital sobre los otros dos medios de producción, materias primas (Naturaleza) y trabajo (Humanidad).
La publicidad del régimen ha difundido la idea de que capitalismo va asociado a riqueza. Sin embargo, constatamos que países enteros, y amplios sectores de nuestras sociedades occidentales, viven hundidos en la miseria.
A nadie le debería sorprender, pues el capitalismo, cuya base de funcionamiento es la acumulación de capital en cada vez menor número de manos, es asimismo inherente a la pobreza generalizada. Es más, necesita de la pobreza.
Parece un slogan, pero es una consecuencia evidente y necesaria del proceso de acumulación capitalista, la cual intentaré explicar del modo más sencillo que sea capaz.
Vamos a ejemplificar con la forma más básica de capital: la tierra.
Imaginemos un pueblo, que pondremos de nombre por ejemplo Grândola, con 10 habitantes los cuales poseen la misma extensión de tierra de labor. En esta sociedad igualitaria, introducimos un desequilibrio en la propiedad de la tierra. Una nueva vecina, de nombre Cayetana, se hace con el control de la mitad de las tierras. Matemáticamente, porque las tierras del pueblo son una cantidad determinada, esto implica que el resto de vecinos se tendrán que apañar con menos tierra. Efectivamente, cada vecino pasa de tener el 10% de las tierras, a tener sólo el 5%.
Es palmariamente evidente que la concentración de la propiedad ha provocado el empobrecimiento de la mayoría. Si alguien acumula más tierra de la que es capaz de trabajar, implica que el resto tendrán que acomodarse en menos extensión.
Pero recordemos que estamos hablando de una forma de capital, y el capital se reproduce, da beneficios. En este caso, la tierra da cosechas. Cayetana, que posee 10 veces más tierra que cualquiera de sus vecinos, en buena lógica tendrá 10 veces más cosecha (de hecho tendrá más, por economías de escala, acudir al mercado con mano fuerte…). Si consideramos que el 5% de tierra es lo que necesita cada vecino para subsistir, la afortunada Cayetana podrá cubrir sus necesidades con esa unidad de cosecha, y las otras nueve acumularlas en forma de capital.
¿Qué puede hacer con esos 9 excendentes de producción, más los 9 del año siguiente, y del otro, y del otro? Bien, es evidente, continuará el proceso de concentración del capital. Adquiriendo directamente más tierras al resto de los vecinos, aumentando la productividad de la que tiene por medio de inversiones o por medios tan sencillos como pagarse matones o togados que le consigan por la violencia de las leyes o las armas el resto de las tierras que no controla.
Ahora observemos el proceso de concentración de la propiedad desde el punto de vista de los vecinos. Con el 5% de la propiedad no tienen margen para acumular un remanente para hacer frente a inversiones o imprevistos, viven acosados en el límite de la subsistencia, desplazados del mercado por la creciente eficiencia de la explotación de Cayetana y cualquier empujón los hace caer en la insolvencia.
Dándole más soga al ahorcado, Cayetana se ofrece a emplear su excedente en proveerles de crédito. Para pasar el mal bache. Es de esta forma que el resto de propiedades de los vecinos van pasando inexorable y legalísimamente a manos de Cayetana (que a estas alturas ya quiere que la llamen señora duquesa).
El sistema conduce, está concebido para que tal sea el resultado, sin embargo el discurso oficial cierra el encuadre a cada individuo, culpabilizándolo de no haber sido capaz de devolver la deuda contraída, en vez de analizar las circunstancias concomitantes que abocan a la masa campesina a la esclavitud por deudas (recurrente a lo largo de la historia, desde el tardoimperio a la PAH).
Así pues, tenemos un vecino que, acuciado por las deudas, ha tenido que vender un 2% de tierra. Por supuesto, al único comprador que existe, que hunde convenientemente los precios: Cayetana. Le queda un 3%, del 10% original y por debajo del 5% de subsistencia. Para no morir de hambre ¿qué debe hacer? Emplearse como jornalero en la hacienda de Cayetana. Trabajar una tierra que ya no le pertenece. Quizá el azar le haga arar la misma tierra que tuvo que vender, o ceder al ejecutarse la garantía del préstamo. El trabajo será el mismo, quizá abriendo surco sobre el mismo surco que abrió el año pasado; pero ya no tendrá derecho a quedarse con la cosecha. Lo que recibirá será una parte menor, y la diferencia (plusvalor o beneficio) será de Cayetana.
Si seguimos operando este sistema, es evidente a dónde conduce. ¿Podéis haceros una imagen de cómo será el pueblo de Grândola tras n ciclos de la rueda económica? Evidentemente: Cayetana lo posee TODO, y el resto de vecinos no posee NADA. Para sobrevivir, han de trabajar sus antiguas tierras en provecho de Cayetana, la cual sigue acumulando capital y por lo tanto aumentando la brecha social que la separa de los que ahora son sus jornaleros, siervos, vasallos o esclavos, elíjase el nombre de la condición jurídica según la época en que se desarrolle este cuento distópico (utópico para Cayetana y su clase social).
Ahora quiero centrarnos en un aspecto del cuento. Cayetana es cada vez más rica, y el resto de vecinos más pobres. Pero es que Cayetana necesita que el resto de vecinos sean pobres.
Cuando Cayetana entra en el pueblo con su mesnada de soldados y se hace con el 50% de las tierras, ella no puede cultivarlas (ni quiere, por supuesto). Necesita que haya vecinos que tengan menos tierra de la que pueden cultivar (y luego, de la que necesitan para subsistir). Necesita generar un exceso de capacidad de trabajo, para poder arrendarlo. En otras palabras, necesita crear pobreza y desempleo.
Si no ¿quién iba a segar su trigo? ¿quién iba a lavarle los platos, a hacerle la cama, a conducir su coche? En el mismo proceso de acumulación de capital, al desplazar a la gente de sus tierras, genera la mano de obra que necesitará para trabajar esas tierras ocupadas.
La misma idea, expuesta en un enunciado negativo: si no se hiciera con las tierras de sus vecinos, no tendría evidentemente esas tierras sobre las que montar su hacienda, es que simultáneamente no tendría mano de obra disponible para trabajar esa tierra que no poseería, ni tampoco tendría excedentes para pagar quien la trabajara.
Lo mismo reza para formas más evolucionadas de capital como la propiedad fabril (mas en este caso no siempre es un proceso de suma cero, por eso comencé el ejemplo con la tierra, mucho más evidente). Millones de campesinos y artesanos arruinados por la tecnificación asociada a la revolución industrial engrosaron los ejércitos que demandaban las fábricas de los mismos patronos que los habían abocado a tal situación. Sin esa masa de desposeídos ¿cómo habrían funcionado las hilaturas, los altos hornos, los talleres de calderería que elevaron a las naciones industrializadas y la clase que las poseía por encima del resto del orbe?
La burguesía, la aristocracia económica, necesita de pobres para ser servida; y esos pobres son creados por el mismo proceso de acumulación capitalista que crea la burguesía, igual que es el sol quien crea la luz, pero también las sombras. Y al fin y al cabo ¿cómo puede darse la idea de riqueza sin la de pobreza, cómo puede haber señores si no hay quiénes les sirvan?

Riqueza y pobreza, señorío y servidumbre son tan inseparables como el día y la noche, el haz y el envés de las hojas, gozo y tormento en el corazón del enamorado.

viernes, agosto 22, 2014

La dictadura de la mayoría

Nos han enseñado que democracia es un sistema político donde la gente vota y se hace lo más votado; que democracia es cuando se hace la voluntad de la mayoría; en definitiva, que "la democracia es la dictadura de la mayoría".

Es mentira.

Podría tratar de demostrarlo dando argumentos racionales. Pero la razón suele perder la batalla, prácticamente siempre, frente al muy eficaz adoctrinamiento (lavado de cerebro) al que nos han sometido.
Así que, como se dice que una imagen vale más que mil palabras, voy a probar con una imagen…. y un pequeño cuento que la acompaña.

Cenicienta y la democracia

Érase una vez una bondadosa y bella joven que vivía con su madrastra y sus dos hermanastras en la mansión de su padre, fallecido tiempo atrás. Su madrastra, Doña Francisca, era conocida por ser déspota y cruel, especialmente con la pobre Cenicienta, que así se llamaba la joven.
Cuando su madrastra falleció en un accidente de tráfico, Cenicienta y sus dos hermanastras coincidieron en que ya estaban hartas de tanta tiranía y acordaron que regirían su nueva vida en común por la más estricta democracia.
Así, cuando llegó el momento de repartir las tareas y responsabilidades del hogar, Cenicienta y sus hermanastras se dispusieron a efectuar el reparto de una forma plenamente democrática:
-Propongo que de la limpieza de la mansión se encargue Cenicienta.- Dijo una de las hermanastras.
-Secundo la propuesta.- Continuó la otra.
Cenicienta protestó, pero tras votar, se aprobó la propuesta por mayoría absoluta: 2 votos contra 1.
-Propongo que de cocinar se encargue Cenicienta.- Reiteró la primera hermanastra.
-Lo secundo.- Dijo la otra.
Y le asignaron la cocina a Cenicienta por mayoría de 2 a 1.
Y como podéis imaginar, también le asignaron la colada, la plancha, la compra... y todo lo que suponía algún trabajo en el hogar de las tres jóvenes.
En otras palabras, las hermanastras de Cenicienta la declararon esclava... por democratísima mayoría absoluta.
Cenicienta, desolada, se preguntó entonces: ¿Democracia? ¿Cómo puede ser esto una democracia?




¿Se ve claro?

Si democracia es gobierno del pueblo, en este pequeño “pueblo” de tres personas, sólo gobiernan dos... y tiranizan a la otra: Cenicienta es una minoría que, aunque vota, no tiene el menor grado de poder. No pinta absolutamente nada. Para Cenicienta, no existe la democracia.

Y la democracia, o es para todos, minorías incluidas, o no es democracia.

Podríamos sacar dos moralejas de este cuento:

La primera, que lo de que “la democracia es la dictadura de la mayoría”, es un camelo.

La segunda, que el hecho de que en un sistema político haya votaciones, y vote todo el mundo, incluso aunque todas las decisiones se adopten por mayoría... todo ello no garantiza que ese sistema sea democrático.
Para que haya democracia, hace falta algo más que votar y decidir por mayorías.

Todo lo cual, una vez asumido, abre el camino para la siguiente pregunta:

¿Qué hace falta para que un sistema político sea democrático?

viernes, agosto 15, 2014

El timo de la Separación de Poderes (I)


No, no es que la separación de Poderes sea un timo. Es algo esencial en una democracia.
Lo que es un timo es un modelo político del que se da por hecho que cumple con la separación de Poderes.

Supongamos que elegimos un Presidente del gobierno por elección mayoritaria en un proceso electoral independiente, como en USA, Inglaterra o Francia. Los diputados los elegimos aparte. El Parlamento ya no pone al gobierno.
De esa forma tan sencilla, ya tendríamos separación de Poderes (al menos el Ejecutivo y el Legislativo), ¿no?

Pues no.

Eso no es separación de Poderes: es elegir los Poderes por separado. Que no es lo mismo.

El hecho de que haya procesos electorales distintos no garantiza la separación de Poderes. Si esos procesos electorales no cuentan con suficientes garantías democráticas, por ejemplo, si todos los procesos electorales están condicionados por la propaganda mediática, al final tendremos un Sistema político donde los Poderes se eligen por separado pero no son independientes, porque todos están subordinados al Poder mediático, esto es, al Poder económico, dueño de los grandes medios de comunicación.

Es decir, lo mismo que tenemos en estos momentos.

Pero más disimulado. Mejor disfrazado, aprovechando el juego de palabras para dar el cambiazo sin que la mayoría de la ciudadanía se entere: de “Poderes separados” a “elecciones separadas”.

Buen timo, ¿eh?

Y, por una vez, los timados no hemos sido los españoles.

Por ahora.

sábado, agosto 09, 2014

¿Qué es eso de la “Separación de Poderes”?


Una de las críticas que se hace habitualmente a nuestro actual Sistema político es la falta de separación de Poderes. Pero... ¿qué es la separación o independencia de Poderes? ¿Y para qué sirve?

Es un concepto que viene del cambio de las monarquías absolutistas por las monarquías parlamentarias. El rey, que mantenía el Poder Ejecutivo, es decir, el gobierno, tenía que actuar de acuerdo a las leyes (el Poder Legislativo), leyes que eran promulgadas por el Parlamento.
Es decir, que -en teoría-, el rey ya no podía hacer lo que le viniera en gana, como pasaba con los monarcas absolutos. Gobernaba, pero de acuerdo a unas leyes que no hacía él.
Más adelante, se acabó añadiendo a esos dos poderes el Poder Judicial, que también debe ser independiente de los dos anteriores.

Posteriormente, en Repúblicas o en Monarquías donde el rey ya no gobierna, se mantiene la misma idea: que el Gobierno (Poder Ejecutivo), el Parlamento (Poder Legislativo) y los jueces (Poder Judicial) sean independientes entre sí.
Es decir, unos hacen las leyes (diputados, senadores), otros gobiernan (presidente, ministros), pero de acuerdo a esas leyes, que ellos no hacen, y otros (jueces) controlan el cumplimiento de las leyes. Tres Poderes controlándose unos a otros. Evitando que ninguno de ellos se desmande.

¿Qué ocurre cuando no hay separación de Poderes?

Pues que volvemos a la situación de la monarquía absolutista; pero, en lugar de con un rey, con un grupo de personas que ostentan un poder absoluto: me hago las leyes que me convienen para gobernar como me da la gana y además controlo que “cumplo” las leyes con los jueces que pongo yo.

Y eso no hay democracia que lo resista. Ni aun cambiando de caras cada X años.

Lo vemos en nuestro país, mismamente. El ejemplo típico:
Un político roba, pero sus leyes lo exoneran, o bien sus jueces hacen la vista gorda: no pasa “ná”.
Que si le tocan los jueces de “los otros”, no hay problema, porque hay distintos órganos a los que ir apelando (Audiencias Provinciales, Tribunales Superiores de cada comunidad autónoma, Tribunal Supremo) hasta que le toque un juez de los suyos que le exonere.
Y si tiene la mala suerte de que al final le condenan, el gobierno le acaba indultando.

Yo me lo guiso, yo me lo como.

Poder absoluto.

En España la propia Constitución impide la separación de Poderes. Elegimos un Legislativo (Parlamento) que a su vez elige al Ejecutivo (Gobierno) y entre ambos escogen al Poder Judicial y, además, al Tribunal Constitucional.
Es decir, que el partido o partidos con mayoría parlamentaria ostentan un poder cuasi absoluto durante cuatro años.



Pregunta retórica: siendo tan importante como es la separación de poderes para el buen funcionamiento democrático... ¿cómo es que en España no la tenemos?

P.D. Esto también es válido para cualquier organización que pretenda ser democrática, como por ejemplo, un partido político.
Por cierto... ¿hay separación de Poderes en nuestros partidos políticos?