sábado, julio 26, 2014

¡Magia Potagia! La ilusión del mal mayor

“Al menos evitamos que ganen estos: no van a mejorar las cosas pero reducimos el daño.”

Cuántas veces no habré oído ya esa frase.
Casi siempre, de votantes del PSOE que, sabiendo el daño que está haciendo ese partido, pese a ello, le votan, con toda su buena voluntad, para intentar evitar el mal mayor: que gane el PP*.

Es el voto del miedo. La estrategia de manipulación de masas de la partitocracia. Ya lo he tratado otras veces.

Hoy sólo quería comentar una curiosidad de esta estrategia. Una ilusión. Un truco de magia.

Imaginémonos dos partidos, el malo (PM) y el menos malo (PmM). Los dos tóxicos. El malo haría un daño del 100% cada vez que gobierna. El menos malo, sólo un 25%.

Y ahora comparemos tres legislaturas consecutivas del partido malo con una alternancia de dos gobiernos del PmM seguidos de un gobierno del PM.

1) PM – PM - PM → Daño total: 300% en 3 legislaturas.

2) PmM – PmM – PM – PmM – PmM - PM → Daño total: 300% en 6 legislaturas.

Visto así, tal vez tendríamos que dar la razón a los votantes del PmM, ¿no? En este caso, retrasan durante tres mandatos el nivel de daño que se produciría si gobernara siempre el PM. Gracias a esos votos al PmM, no se soluciona nada, pero ganamos tiempo.
El clásico “pan para hoy, hambre para mañana”.

Pero, pese a todo, ¿no tienen razón esos votantes al menos malo? ¿No es mejor ganar tiempo, retrasar el daño, que la alternativa, 12 años de gobierno del PM?

La respuesta es NO. No es mejor. Porque, y ahí es donde está el truco, esa alternativa “mala” no existe. Es pura ilusión: ninguna masa de votantes sería tan imbécil como para mantener en el gobierno a un partido tan dañino tres mandatos consecutivos. Ni siquiera dos**. Cuando ni los medios de manipulación de masas pudieran ocultar la enorme magnitud del daño generado, el PM perdería votos, y dejaría de gobernar.

Es decir, que aquello a lo que los votantes “al menos malo” tienen miedo, aquello que les mueve a votar al menos malo, no es real. Es pura ilusión.

Magia potagia.

La realidad es que, el único camino posible para producir el máximo daño, es el que alterna los partidos malo y menos malo. El otro camino, ese que nos creemos que estamos evitando al votar al menos malo, no existe.
Es decir, nos han llevado por el peor camino posible, el más nocivo para la gente… y encima, voluntariamente, convencidos de estar haciendo lo mejor.

¡Taaaa chan! Buen truco, ¿eh?

P.D.1. Ya que hablamos de magia, ojo a la ilusión número 2: un pase de varita mágica, cambio los líderes del PM o del PmM por otros más jóvenes, guapos y/o carismáticos, y repito el truco de nuevo. ¡Taaaa chan!

P.D.2. Y qué decir del truco número 3: otro pase de varita mágica, cambio el PM o el PmM por otros partidos que hagan la misma función, y ¡repito el truco de nuevo! ¡Otra vez! ¡Taaaa chan!

¿Es una ilusión infalible? ¿O alguna vez nos daremos cuenta del engaño y reaccionaremos?



* Incluso a veces, de votantes del PP, con la misma intención de evitar la catástrofe: que gane el PSOE.

** En nuestro Sistema político el PP y e PSOE han repetido gobierno, pero eso ha sido cuando, en los primeros mandatos, han gobernado con el rol de “menos malo”. Yo diría que es prácticamente imposible que el PP pueda obtener mayorías suficientes para gobernar las próximas elecciones generales de 2015. Todo partido tiene sus incondicionales, leales o fanáticos, pero no tantos que puedan sostenerlo, con el daño tan manifiesto que ha hecho, dos mandatos seguidos.

jueves, julio 24, 2014

Sin derechos, no hay democracia

Un Régimen donde no se respetan los derechos de las personas no puede ser democrático.
Democracia es cuando gobierna el pueblo, y ¿cómo va a estar gobernando un pueblo que no tiene derechos?

El pilar principal de una democracia son los derechos humanos.

Los de TODOS, no los de algunos. Porque TODOS somos PUEBLO.


Si no hay comida cuando se tiene hambre,
si no hay medicamentos cuando se está enfermo,
si hay ignorancia y no se respetan
los derechos elementales de las personas,

la democracia es una cáscara vacía,
aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento.

Nelson Mandela


“Si no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía.” Tan vacía que no es democracia. Es partitocracia, oligarquía, plutocracia, dictadura. Llámese como se quiera. Pero no democracia.

Por favor, nunca más llamemos a esto "democracia".

Vivimos en un Régimen donde hay personas a las que se expulsa de sus casas. A otros se les niega la atención sanitaria, una educación de calidad, un trabajo digno con el que ganarse la vida. Hasta hay ya familias que no pueden permitirse una alimentación decente y en cantidad suficiente. Ni eso siquiera.
Y no se respeta ni a los niños.

¿Cómo puede alguien todavía seguir creyendo que vivimos en una democracia?

domingo, julio 20, 2014

Partidos políticos + democracia = ERROR FATAL (III)

Después de tratar el cómo son los partidos, y el por qué son como son, la verdad parece que no hay esperanza para el binomio “partidos políticos-democracia”.

Una última clave de esta cuestión nos la pudo dar Emile-Auguste Chartier, “Alain”, cuando dijo que:

“El rasgo más visible del hombre justo, es que jamás y de ninguna manera busca gobernar a los otros, sino gobernarse a sí mismo. Ello lo dice todo: siempre gobernarán los peores.”

Quizás ahí, en esta sencilla afirmación, esté la clave de todo. Alain señala cuál es exactamente el problema: los que se postulan como líderes, o como dirigentes. Los que quieren estar ahí.

Y yo lo actualizaría a esto: el problema son los profesionales de la política. Los que viven de la política. Los que cobran su sueldo del partido. Los que se ganan la vida manteniendo vivo al partido. Los que viven del éxito del partido.
En el caso que nos ocupa, los políticos profesionales, pero también los dirigentes y burócratas del partido.

Y si éstos son el problema, fácil es la solución: fuera los profesionales de la política.

De hecho, los griegos ya lo tenían, hace 2500 años, con su tridente de medidas protectoras de la democracia: rotación de cargos, limitación de mandatos y sorteo.
Es decir, el menor tiempo posible en los cargos, renovación fluida de personas en ellos y, mejor aún, si son escogidas por sorteo entre los afiliados (evitando las elecciones y su correspondiente manipulación).
Así, con estas medidas, suprimiríamos de los partidos la figura del profesional de la política. Un tiempo de servicio al partido (o un tiempo de servicio a los ciudadanos en un cargo público), y a la vida civil, a ganarse el pan como los demás.

Naturalmente, esta solución no es aplicable fácilmente. Mitchels la veía imposible: “…cuando deja de ser posible armonizar la democracia y la organización, es preferible abandonar aquella y no ésta”.

Y es que, además de que líderes y burócratas no estarían dispuestos a perder sus privilegiada posición, esta solución implica anteponer la democracia interna a la “organización” del partido, que sería menos eficaz. Esto  implicaría tener peor marketing, menos influencia y, en consecuencia, menos votos. Ningún partido de los grandes lo aceptaría.
Y es lógico: un partido que anteponga la democracia a los votos, en este Sistema político antidemocrático que tenemos, está en franca desventaja con respecto a los que priorizan los votos a la democracia.
Los tramposos ganan, los honrados pierden, especialmente si la partida está amañada.

Así que, estas medidas de democracia interna, habría que imponerlas. A TODOS los partidos.

Y para eso, hay que hacer antes una revolución, derrocar la partitocracia, suprimir todos los actuales partidos, construir un nuevo Sistema político, esta vez democrático. Sin partidos o con nuevos partidos, pero obligados a funcionar de forma democrática.

En conclusión: que para “remediar esta lepra que nos mata”, sí que hay que suprimir todos los actuales partidos.

Al final, Simone Weil tenía razón.

jueves, julio 17, 2014

Partidos políticos + democracia = ERROR FATAL (II)

En el texto anterior, recuperaba una parte de lo que Simone Weil expresó sobre lo que son los partidos políticos. Pero, unos años antes, Robert Mitchels (“Los partidos políticos”, 1915) ya había analizado y explicado por qué los partidos políticos son como son.


El argumento principal se resume en lo que denominó “Ley de hierro de la oligarquía”:

“La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización, dice oligarquía”.


Esto es, “a medida que se desarrolla una organización, no sólo se hacen más difíciles y más complicadas las tareas de la administración, sino que además aumentan y se especializan las obligaciones hasta un grado tal que ya no es posible abarcarlas de una sola mirada.”
Ello genera jerarquías: como consecuencia de la organización, todos los partidos o gremios profesionales llegan a dividirse en una minoría de directivos y una mayoría de dirigidos.”
“Cuanto más extenso y más ramificado es el aparato oficial de la organización, tanto mayor es el número de sus miembros, tanto más rico su tesoro y tanto más amplia la circulación de su prensa, tanto menos eficiente el control ejercido por la masa y tanto más reemplazado por el poder creciente de las comisiones.”

Y además, ese desarrollo acaba por hacer necesario que algunas personas (especialistas, “expertos”) adquieran la plena dedicación al partido. Estos profesionales de la política, tanto los líderes como los burócratas del partido, acaban por hacer suyos los puestos o cargos que desempeñan, anteponiendo su interés personal al del partido, y el del partido (cuya existencia necesitan para seguir disfrutando de su posición) al de la ideología que defiende y, por supuesto, a la democracia interna, que es lo primero que se sacrifica.

El advenimiento del liderazgo profesional señala el principio del fin para la democracia” porque “es obvio que el control democrático sufre de este modo una disminución progresiva, y se ve reducido finalmente a un mínimo infinitesimal”.


Además de la necesidad de organización, Mitchels indica, entre otros, un segundo motivo para esta incompatibilidad con la democracia: la “incapacidad de la masa”.

“No hay exageración al afirmar que entre los ciudadanos que gozan de derechos políticos, el número de los que tienen un interés vital por las cuestiones públicas es insignificante. En la mayor parte de los seres humanos, el sentido de una relación íntima entre lo bueno para el individuo y lo bueno para la colectividad está muy poco desarrollado.
En la vida de los partidos democráticos modernos podemos observar signos de similar indiferencia. Solo una minoría participa de las decisiones partidarias, y a veces esa minoría es de una pequeñez rayana en lo ridículo. Las resoluciones más importantes adoptadas por el más democrático de todos los partidos emanan siempre de un puñado de sus miembros.


Mitchels lo veía tan negro que acabó por escoger como mejor gobierno posible el de... Benito Mussolini.

Sin embargo, ¿esta “Ley de hierro” es realmente insalvable? ¿Se cumplirá siempre, hagamos lo que hagamos? ¿O hay formas de evitarla y de conseguir un partido político con democracia interna?

miércoles, julio 16, 2014

Partidos políticos + democracia = ERROR FATAL (I)

“Es dudoso que se pueda remediar esta lepra que nos mata sin antes suprimir los partidos políticos.”


Simone Weil (“Ècrits de Londres et demières lettres”, 1943) lo tenía claro: mientras sigamos dejando la política en manos de los partidos, esto no tiene solución posible. Ni democracia, ni derechos, ni estado del bienestar, ni "ná de ná".


“Las soluciones no son fáciles de concebir. Pero es evidente, tras un examen atento, que cualquier solución implicaría en primer lugar la supresión de los partidos políticos.”


Pero... ¿qué pasa con los partidos políticos?
Simone lo expresó así:

“Para valorar a los partidos políticos según el criterio de la verdad, de la justicia, del bien público, conviene comenzar discerniendo sus características esenciales. Se pueden enumerar tres:
1. Un partido político es una máquina de fabricar pasión colectiva.
2. Un partido político es una organización construida de tal modo que ejerce una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que son sus miembros.
3. La primera finalidad y, en última instancia, la única finalidad de todo partido político es su propio crecimiento, y eso sin límite.
Debido a este triple carácter, todo partido político es totalitario en germen y en aspiración.
 

“Desde el momento en que el crecimiento del partido constituye un criterio del bien, se sigue inevitablemente la existencia de una presión colectiva del partido sobre el pensamiento de los hombres.”
 

“Si un hombre, miembro de un partido, está absolutamente decidido a ser fiel, en todos sus pensamientos, tan solo a la luz interior y a nada más, no puede dar a conocer esa resolución a su partido. Entonces se encuentra respecto del partido en estado de mentira.”
 

“Un hombre que se afilia a un partido seguramente ha percibido, en la acción y la propaganda de ese partido, cosas que le han parecido justas y buenas. Pero jamás ha estudiado la posición del partido respecto a todos los problemas de la vida pública. Al entrar en el partido, acepta posiciones que ignora. De esa manera somete su pensamiento a la autoridad del partido.”
 

“Pero de hecho, salvo raras excepciones, un hombre que entra en un partido adopta dócilmente la actitud de espíritu que expresará más tarde con estas palabras: «Como monárquico, como socialista, pienso que...». ¡Es tan cómodo! Porque no es pensar. No hay nada más cómodo que no pensar.”

Es decir, que los partidos políticos vendrían a ser como sectas: proporcionan una ideología afín que abrazar, un líder al que seguir, y compañeros para sentirse arropado y apoyado.
Son lo cómodo. El camino fácil.

Todo lo contrario de lo que representa la democracia: toma de decisiones racionales, responsabilidad individual, colaboración entre iguales, ausencia de jerarquías.
La democracia es sin duda el camino duro, sacrificado, difícil. Pero también es el que, en principio, nos permitiría construir una sociedad mejor.

Entonces... ¿la cuestión es... partidos políticos o democracia? ¿Hay que escoger entre una cosa o la otra?

sábado, julio 12, 2014

Monarquía o República: ¿tenemos derecho a un referéndum?

Con motivo de la abdicación de Juan Carlos I, ha existido una considerable movilización, tanto ciudadana como partidista, exigiendo un referéndum Monarquía-República.

Pero… eso… ¿tiene sentido? ¿Verdaderamente tenemos derecho a ese referéndum?

En democracia, por supuesto. Es lo que tienen las democracias, que los ciudadanos deciden.

Sin embargo, en España, obviamente, NO lo tenemos: los súbditos tenemos los derechos que el Poder Partitocrático nos concede graciosamente, entre los cuales no está el de un referéndum Monarquía-República.

En realidad, la respuesta la conocemos todos. Si viviéramos en democracia hace ya mucho tiempo que habríamos tenido un referéndum Monarquía-República.

Entre otros muchos.

También habríamos tenido un referéndum para decidir sobre la última modificación “Express” de la Constitución, esa que consolidaba la priorización del dinero sobre las personas.
También sobre nuestra intervención en la guerra de Irak.
Y sobre la autodeterminación o independencia, al menos en Cataluña y Euskadi.
Y sobre la aplicación de las políticas de supresión de derechos humanos fundamentales que nos están imponiendo aprovechando la “crisis”: Sanidad, Educación, Vivienda, Libertad de expresión y reunión…
Y sobre otros muchos asuntos relevantes para el desarrollo de la vida de los españoles, determinados por Tratados, Leyes, Decretos, Reglamentos y actuaciones políticas sobre las que ni se deja participar, ni se pregunta ni, generalmente, se informa adecuadamente a los ciudadanos.
Y también, desde luego, habríamos tenido un referéndum de ratificación de la propia Constitución, que hace años que quedó obsoleta.

Pero claro, no vivimos en democracia. En una Partitocracia como la nuestra no tenemos los mismos derechos que si viviéramos en democracia. Es de cajón.

Eso, a estas alturas, lo tenemos todos claro.

¿O no?

miércoles, julio 09, 2014

Cómo reventar el Sistema político “desde dentro”

Tenemos un Sistema político antidemocrático. Vamos a intentar encontrar la forma de reventarlo “desde dentro”, con una fuerza política democrática (y por tanto antisistema), que supere todas las barreras del Sistema, obtenga mayoría absoluta en unas elecciones y ponga en marcha un nuevo proceso Constituyente, pero, esta vez, democrático.

Para conseguir eso primero tenemos que comprender a lo que nos tenemos que enfrentar:

1) Una Constitución que:
- No garantiza los derechos fundamentales (sanidad, educación, vivienda...) de las personas (desde su última reforma, menos).
- No garantiza la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones.
- Impide la Separación de Poderes.
- Establece mecanismos de discriminación (circunscripciones) contra las fuerzas políticas pequeñas o emergentes.
- Impide que los ciudadanos controlen su cumplimiento al dejar esta misión en manos de órganos políticos (Tribunal Constitucional).
- Impide que los ciudadanos puedan exigir a los políticos el cumplimiento de sus programas electorales (veto del mandato imperativo).

2) Una Ley Electoral que:
- Incluye mecanismos discriminatorios contra las fuerzas políticas pequeñas o emergentes: circunscripciones, umbral mínimo de votos, método D'Hondt.
- Incluye la Censura de forma legal, al distribuir los espacios mediáticos discriminando, otra vez, a las fuerzas políticas pequeñas o emergentes.
- Discrimina hasta en la financiación, regalando dinero de todos los ciudadanos a los partidos que ya están en el Poder.
- Ignora la abstención (la democracia debe ser participada, si no lo es, algo está funcionando mal, por lo que la abstención no puede ignorarse).
- Discrimina a los votantes en blanco al no asignarles representación en escaños vacíos (incumpliendo hasta la propia Constitución, art. 14).

3) Unos grandes medios de comunicación que, con una campaña de propaganda permanente, 24x7, cada día, todos los días, desde hace ya más de 35 años, a favor de un grupo de partidos políticos determinados, repitiendo hasta la saciedad los mismos mensajes sobre los mismos partidos, una y otra vez, y discriminando (censurando) a las demás fuerzas políticas (pequeñas o emergentes), condicionan el voto de millones de españoles -a más presencia en los medios, más votos (es lo que tiene la publicidad)-, los suficientes como para garantizar las mayorías a ese grupo reducido de partidos del Sistema.
Es decir, el Poder Mediático por encima del Poder Político.

4) Una financiación privada (donaciones, préstamos) desproporcionadamente desigual que desequilibra todavía más las posibilidades a favor de ese mismo grupo reducido de partidos.
El Poder Político subordinado también al Poder Económico, en lugar de a los ciudadanos.

No está mal blindado el Sistema, ¿eh?

Pero bueno, sabiendo lo que hay, vamos al grano: ¿cómo acabar con esta aberración antidemocrática de Sistema Político “desde dentro”?

Ni idea.

Por mi parte, no veo manera alguna de superar todas las barreras que el Régimen ha colocado contra las fuerzas políticas que podrían amenazarlo electoralmente. Ni la veo yo, ni la han visto las decenas de potenciales candidaturas antisistema que han fracasado ya en el intento, estos 35 años de Partitocracia.

El único camino que sí veo es el de siempre: acción-presión ciudadana en calles, plazas, barrios y ciudades (respetando los principios de democracia y no-violencia, por supuesto), incrementándose, cada vez más, hasta que podamos poner en marcha un nuevo Proceso Constituyente; pero, esta vez, ciudadano (del Pueblo, por el Pueblo, para el Pueblo).



P.D. Que si alguien sabe cómo puede ser posible derribar al Sistema “desde dentro” para construir una verdadera democracia, sería muy de agradecer que compartiera esa información.

domingo, julio 06, 2014

¿Urnas o calle?


Ucrania: 
Elecciones → Ganan los pro-rusos → Movilización ciudadana pidiendo “democracia” → Movilización “ciudadana” armada → Golpe de estado.

Venezuela:
Elecciones → Gana Chávez, Maduro ahora → Movilización ciudadana pidiendo “democracia” → Movilización “ciudadana” armada → Golpe de estado fallido, por ahora.

No quiero entrar ahora en si estas dos líneas temporales son correctas o no. En si está pasando eso realmente en Ucrania y Venezuela. La verdad, yo no puedo saberlo, porque no estoy allí, y la fiabilidad de la información que nos llega en estos tiempos de brutal manipulación mediática es cada vez menor.

Lo que sí quiero rescatar de estas dos situaciones es el hecho de que los perdedores de unas elecciones no aceptan el resultado y movilizan a sus partidarios denunciando ausencia de democracia, con el objetivo de derrocar a un gobierno elegido en las urnas, por la vía de la presión ciudadana en la calle o, directamente, de la violencia.

Y creo que estaremos todos de acuerdo, independientemente de las situaciones reales de Ucrania y Venezuela, de que es inadmisible presentarse a las elecciones, perderlas, y luego pretender utilizar la calle para darle la vuelta a ese resultado.

¿Todos de acuerdo, no?

Si las elecciones son democráticas, las urnas hablan, la calle respeta.

Pero… ¿y si no son democráticas?

Si unas elecciones no son democráticas… esto es precisamente porque los demócratas no pueden ganarlas. En consecuencia:

Si las elecciones no son democráticas, para los demócratas, las urnas no sirven (se rechazan), la calle habla.

¿Objeciones?