domingo, junio 15, 2014

El Origen del Mal (Político)


Cuando estamos enfermos, habitualmente tomamos algún remedio para paliar los síntomas, y es nuestro propio organismo el que repara los daños. Pero hay enfermedades, las peores, en las que eso no basta: hay que averiguar el origen del mal para poder tratarlo.
En realidad en muchos problemas de nuestras vidas la receta es la misma: buscar las raíces de los problemas es el mejor camino para solucionarlos.
En política es igual.

Está claro que nuestro Sistema político padece una enfermedad grave. Mortal, diría yo.
¿Estamos aplicando los tratamientos adecuados para sanarlo?
¿Sabemos cuál es el origen del mal?
Si no conocemos el origen de la enfermedad, difícilmente vamos a saber cómo podemos curarla. Es posible que, probando, apliquemos algún paliativo que nos alivie un poco, pero eso sólo servirá para retrasar lo inevitable.

¿Cuál es el origen de nuestra enfermedad política?

En nuestro Sistema político tenemos problemas con políticos corruptos o incompetentes. Con partidos políticos opacos sin democracia interna. Con leyes y normativas absurdas, equivocadas o deliberadamente diseñadas para favorecer los intereses particulares de unos pocos. Con jueces no independientes. Etc. Pero hay algo que está por encima, y antes, que todo ello: la Constitución.

En la Constitución se legitiman los partidos políticos, y ahí están las bases que definen el escenario político en el que vivimos. También se definen los órganos que tienen que velar por el cumplimiento de la misma (Tribunal Constitucional) y por el buen funcionamiento de los Poderes: legislativo, ejecutivo, judicial.
Teniendo eso en cuenta, muy probablemente el origen del problema esté ahí, en la Constitución. ¿Dónde si no?

Pero... ¿un documento es el origen de todo? Y... ¿qué había antes de que ese documento fuera elaborado?
Pues... naturalmente... los individuos que lo elaboraron.

Es decir, que si nuestra Constitución es una pésima Constitución, como parece a la vista de los resultados, es porque los que la elaboraron hicieron un pésimo trabajo.

Luego el origen del problema o, al menos, uno de sus orígenes*, está ahí: en las personas que elaboraron la Constitución. Que, evidentemente, no fueron las adecuadas.

Si esto es así, localizada una de las causas originales del mal, podemos plantear una estrategia para corregir el problema: necesitamos una nueva Constitución.
Pero, esta vez, escogiendo bien a las personas encargadas de elaborarla.



* Digo “uno de sus orígenes” porque hay otro “origen” clarísimo del problema: si nuestro Sistema político es una castaña, pero lleva más de 35 años en vigor y la ciudadanía no está rechazándolo masivamente... evidentemente está fallando la ciudadanía, una ciudadanía con una escasísima cultura política, sumisa, pasiva, sin espíritu crítico, inmadura, dependiente, dirigida desde los medios de comunicación, que se deja llevar sin cuestionarse nada... al matadero.
Pero resolver ese problema puede llevar decenas de años. Y no podemos esperar tanto. A corto plazo, un primer paso para intentar salir de esta situación lo antes posible sería aprobar una nueva Constitución e intentar empezar de nuevo, pero, esta vez, con una Constitución democrática.

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