domingo, enero 27, 2008

Promesas electorales

En un lugar recóndito de la Constitución Española, hay una misteriosa frase, referida a nuestros diputados y senadores, que reza así: “Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”. (Art. 67.2).
A un mortal común que se tope con este punto de la Constitución, lo primero que se le puede venir a la mente es: ¿qué demonios es eso del mandato imperativo? Dejando que la Real Academia de la Lengua Española acuda en nuestra ayuda, averiguamos que mandato imperativo es aquel en el que los electores fijan el sentido en el que los elegidos han de emitir su voto. Es decir, un mandato imperativo es una orden dada por los ciudadanos a sus representantes, siendo la misión de estos últimos la de ejecutar la voluntad de sus representados.
Pero, se preguntarán... ¿qué tiene que ver esto del mandato imperativo con las promesas electorales?
Pues todo.

La Constitución Española veta el mandato imperativo. La Constitución, nuestra Constitución, permite que en las distintas tomas de decisiones que se llevan a cabo en las Cortes, los diputados y senadores emitan su voto en el sentido que les plazca, independientemente de las promesas que los políticos pudieran haber hecho a los ciudadanos en sus suntuosas campañas electorales, independientemente de los compromisos adquiridos con los electores en sus programas electorales. Los diputados y senadores, una vez tomada posesión de su escaño, ya no tienen que cumplir sus promesas. No se les puede obligar a ello, porque eso sería admitir un mandato imperativo de sus votantes, y el mandato imperativo está vetado.
Y las consecuencias no acaban ahí. Gracias a este veto, en las campañas electorales, los políticos prometen, prometen y prometen, sin preocuparse de si van a poder cumplir, si ganan, sus promesas. O sin intención alguna de cumplirlas. Y los ciudadanos se encuentran totalmente indefensos ante esta situación. No tienen garantía alguna de que los políticos vayan a ejecutar los compromisos por los que les han votado. Al anular el mandato imperativo, desaparece el valor de las promesas electorales. Los programas electorales se convierten en papel mojado.
Y por último, al vetar el mandato imperativo, los políticos se protegen de cualquier intento de los ciudadanos de oponerse a sus decisiones o de controlarles. Los políticos, una vez aposentados en sus sillones, pueden hacer lo que les venga en gana. Durante (casi) cuatro largos años.

Es una extraña regla para una democracia, esta de que los ciudadanos no puedan ordenar nada a sus representantes. ¿Acaso democracia no es gobierno del pueblo? ¿Acaso el gobernante (el pueblo) no puede dar órdenes a sus subordinados (los políticos) para que cumplan su voluntad? ¿Acaso los programas y promesas electorales no están hechos para ser cumplidos?
Al parecer, no.

Sin embargo, para los que creemos que la democracia es algo más que echar un papel en una caja cada cuatro años, para los que pensamos que es el pueblo el que debe gobernar, y no los partidos, existe una alternativa para intentar corregir esta situación. A pesar de la Constitución, es posible que los españoles podamos dar órdenes a los políticos. Es posible que podamos lograr que hagan nuestra voluntad.
¿Cómo? Muy fácil. Al partido que ha incumplido una promesa electoral, no se le vuelve a votar. Al partido que haga algo con lo que no estamos de acuerdo, fuera de su programa electoral, sin pasar por un referéndum vinculante, lo mismo. No volver a votarlos. Nunca más.
Si un número suficiente de ciudadanos actuara así, los partidos se aplicarían el cuento, y se cuidarían muy mucho de prometer lo que no pudieran, o no pensasen, cumplir. Las promesas y programas electorales serían, en la práctica, mandatos imperativos, que es lo que deberían ser.


Y así, el pueblo español podría llegar, algún día, a gobernar.

domingo, enero 20, 2008

Del voto en blanco a Ciudadanos en blanco

También me faltaba en este blog hablar detalladamente del voto en blanco, de para qué sirve, de por qué no funciona hoy; de por qué es necesario el voto en blanco computable y de por qué es necesario el no-partido Ciudadanos en blanco. A ello voy.

Básicamente, el voto en blanco es lo único que nos queda a los españoles cuando queremos votar pero no tenemos a quién hacerlo. Al votar en blanco, informamos a los gobernantes y al resto de los ciudadanos de que no estamos representados por ninguno de los partidos políticos que se nos ofrecen, de que no estamos representados por nadie ni en el Congreso ni en el Senado [ni en los ayuntamientos...]. No participamos en el gobierno de la nación [del municipio] y por ello estamos excluidos de la democracia.

En una democracia representativa (lo que se supone que es la española), la presencia de votos en blanco significa que algo está fallando. Democracia es gobierno del pueblo, pero si hay ciudadanos excluidos no es todo el pueblo el que gobierna, sino sólo una parte. Y eso ya no es democracia.
Naturalmente es imposible que todo el mundo esté de acuerdo con el sistema utilizado, y siempre van a existir casos marginales de exclusión. Sin embargo, si no se pone límite al número de excluidos, al final lo que se puede obtener es un sistema político donde unos pocos gobiernan y el resto son gobernados. Y eso, definitivamente, no es una democracia.

El voto en blanco es el indicador [oficioso] del nivel de excluidos de la democracia y, por tanto, su importancia es máxima. Es fundamental para conocer la salud de un sistema de gobierno democrático. El voto en blanco es para una democracia representativa lo que un termómetro para el cuerpo humano.
Si el termómetro marca 36,5º es que todo va bien. Si marca 38º es que no estamos sanos y que debemos hacer algo para recuperarnos. Y si marca 40º o bajamos inmediatamente la temperatura o la palmamos.
El voto en blanco es igual. Unos miles de votos en blanco tal vez sean inevitables, y en ese caso la cosa no iría mal. Pero unos cientos de miles de votos en blanco ya es mala señal, la democracia no está sana y hay que hacer algo para recuperarla. Y si llegamos a tener varios millones de votos en blanco, o lo solucionamos inmediatamente o nos quedamos sin democracia (si es que no nos hemos quedado ya sin ella).

Es vital que el voto en blanco funcione, que sea una herramienta que se use a la perfección. Y también es vital que se conozca qué nivel de voto en blanco es señal de mala salud democrática y establecer un plan de acción (por ejemplo, meterse en una bañera llena de agua helada) para cuando se alcance un nivel realmente peligroso de votos en blanco.
Sin embargo, ninguna de estas necesidades vitales es satisfecha en nuestro sistema político.

Para empezar, el voto en blanco es una opción semidesconocida por la mayoría de los españoles. Pocos saben cuándo hay que votar en blanco, hasta el punto que incluso muchos ciudadanos desconocen cómo hacerlo. Los españoles no sabemos utilizar la herramienta del voto en blanco.
Imagínense un médico que no supiera usar el termómetro. Mal asunto.

En segundo lugar, no se ha establecido nivel alguno de voto en blanco que indique que estamos en una situación de mala salud o incluso de peligro de perder la democracia. Actualmente hay más de 400.000 votos en blanco en España, y nadie se ha preocupado lo más mínimo por ello.
Si un médico me midiera la temperatura con un termómetro y me dijera “38º, está usted como una rosa”, me preocuparía. Y me preocuparía todavía más si supiera que el médico no sabe usar el termómetro. A saber qué temperatura tendría realmente.

Y en tercer lugar, obviamente si el nivel de votos en blanco fuera excesivo, ¿qué haríamos los españoles? ¿Qué harían nuestros gobernantes? Pues nada. Porque no hay nada preparado para esa circunstancia. Porque ni siquiera se sabe con cuantos votos en blanco vamos a llegar a ese nivel de peligro.
Es decir, que si tengo 40º de fiebre, como el médico me dice que tengo 38º y además que estoy perfectamente, es seguro que la palmo. Así que igual lo mejor es cambiar de médico.

Pero cambiar de médico en este caso es complicado, porque el médico son los españoles y sus representantes, los políticos. Y no se les puede cambiar de la noche a la mañana, ¿verdad?

Pero algo hay que hacer.
Podemos empezar por, por ejemplo, mejorar el termómetro. Creemos un termómetro que sea tan fácil de usar que todo el mundo sepa hacerlo. Un termómetro que no sólo marque la temperatura exacta sin fallo sino que también indique claramente el grado de peligro en el que está el enfermo. Y que también nos obligara a hacer algo si la temperatura llegase a 40º.
Ese termómetro mejorado sería el voto en blanco computable: un voto en blanco que se tradujera en escaños vacíos.
El nivel de peligro sería fácilmente identificable (en escaños vacíos). Al ser un termómetro más útil muchos más españoles sabrían usarlo, y así, tal vez lo usarían, de ser necesario. Y por último, si hubiera un numero elevado de escaños vacíos se produciría una situación de ingobernabilidad, y habría que hacer algo, no se podría continuar sin cambiar nada. Algo que “aliviara” el mal y recuperara la salud perdida de la democracia.

Un voto en blanco así, computable, que se tradujera en escaños vacíos automáticamente, sería enormemente positivo para un sistema en teoría democrático como el nuestro. Nos ayudaría a mejorar la salud de la democracia.
Pero nuestros políticos han preferido que no lo tengamos.
Prefieren que si la democracia tiene mala salud, no lo sepamos. O lo que es peor, prefieren que si la democracia está muerta, no nos enteremos. ¿Por qué será...?

Bien. Puesto que los políticos no quieren darnos esa herramienta para conocer la salud de la democracia, fabriquémosla nosotros: creemos un no-partido que convierta votos en escaños vacíos. Un partido instrumental que actúe como si fuera un voto en blanco computable.

O mejor aún, utilicémosla, porque el no-partido ya está creado: se llama Ciudadanos en blanco.

viernes, enero 18, 2008

El voto en blanco, el voto nulo y la abstención

Como bien me han recordado en un comentario de otro mensaje, en este blog había un fallo: informar adecuadamente sobre el voto en blanco, y ya de paso, sobre las diferentes posibles opciones que tienen los disconformes en nuestro sistema político. Voy a intentar solucionarlo.

La teoría es esta:

1) La abstención
Es simplemente no votar.
Es una opción totalmente válida y legal, prevista y regulada en nuestro sistema electoral: aquellos españoles que no deseen ejercer su derecho al voto no tienen por qué hacerlo.
A la hora de hacer el recuento correspondiente para escoger los representantes de los ciudadanos en los diferentes órganos de gobierno, simplemente la abstención no se tiene en cuenta.

2) El voto nulo
Es un voto defectuoso, un voto que no cumple con las condiciones mínimas exigidas para ser aceptado como válido. Entre otros, tiene la consideración de voto nulo los votos en los que una papeleta electoral aparece con tachaduras o comentarios.
Los votos nulos se contabilizan, pero aparte de eso tampoco se tienen en cuenta a la hora de asignar los representantes.

3) El voto en blanco
Aunque ni en la Ley Electoral ni en ninguna otra parte se indica, de forma oficial, para qué sirve el voto en blanco, este no puede tener otra función que expresar una denuncia de ausencia de democracia, ya que si se utiliza es porque ninguna de las candidatura te representa.

Según la Ley Electoral, “se considera voto en blanco, pero válido, el sobre que no contenga papeleta y, además, en las elecciones para el Senado, las papeletas que no contengan indicación a favor de ninguno de los candidatos.

Los votos en blanco son votos “válidos”, y se contabilizan como tales a la hora de calcular el total de votos válidos emitidos. Sin embargo tampoco se tienen en cuenta a la hora de asignar los representantes, salvo por lo siguiente:
El número total de votos válidos se utiliza para calcular el número mínimo de votos necesarios para que un partido político obtenga representación en una circunscripción: en unas elecciones generales, el 3% de total. Los partidos que no obtienen al menos ese porcentaje mínimo de votos se eliminan. Los restantes partidos se asignan los representantes ignorando ya los votos en blanco y los votos a esos partidos minoritarios eliminados.
Y todo este galimatías significa que, en la práctica, acaba siendo lo mismo que el voto nulo o la abstención: no afecta al reparto de escaños.

Hasta aquí la teoría. Y ahora, ¿qué supone realmente cada forma de actuar? ¿Qué debemos hacer los disconformes? ¿Abstenernos, votar en blanco o emitir un voto nulo?

1) La abstención es para los que no quieren votar (de Perogrullo, je, je). Los motivos para no votar son muchos: la desidia, el pasotismo, la irresponsabilidad, el ¡qué bien se está en la playita, mejor no voy a votar!, el considerar que el resultado de las elecciones no es significativo, el rechazo a la democracia como forma de gobierno, el rechazo a nuestro actual sistema político (sea este lo que sea), y... el que cada uno quiera.
Una parte de los abstencionistas ejercen lo que llaman la “abstención activa”, es decir, utilizan deliberadamente la abstención como forma de protesta contra el actual sistema político.
El problema de la abstención activa es que es muy difícil distinguir a los que la ejercen de los demás abstencionistas. Un 50% de abstención no significa un 50% de ciudadanos que protestan. Gracias a ello, al Régimen le resulta muy sencillo excusar la abstención de muy diversas maneras: “llovió”, “hizo sol” , “la gente se fue al campo y a la playa”, “los ciudadanos sabían que iba a salir SI al Estatut y por eso no acudieron a votar”, “la confianza en nuestra democracia hace que los ciudadanos se relajen y no consideren necesario votar”, etc.
En definitiva, la abstención no es una forma eficaz de reflejar la disconformidad de los ciudadanos, porque no se puede cuantificar el número real de abstencionistas disconformes.

2) El voto nulo, a día de hoy, se utiliza básicamente como voto protesta. Sería una buena forma de expresar la denuncia de ausencia de democracia si fuera suficientemente masivo, pero no acaba de cuajar. El problema que tiene es que, al final, como la abstención, un voto nulo no expresa nada en sí mismo: es mudo, no tiene voz, y ello permite al Régimen menospreciarlo públicamente -"voto gamberro"- y restarle eficacia como instrumento de denuncia.

3) El voto en blanco es la forma teórica de denunciar la ausencia de democracia, pero al final, el hecho de ser también mudo, como el voto nulo o la abstención, permite al Régimen manipular a la opinión pública asignándole propósitos diferentes, como que es el voto de quien está a favor del Sistema pero no tiene a quién votar. Aunque eso es algo totalmente absurdo, el lavacerebros funciona, y ello igualmente le resta efectividad como instrumento de denuncia.

En definitiva, en la práctica, ninguna de las tres opciones tiene fuerza. Los políticos se van a repartir indecentemente los escaños sin importarles cuánta abstención, votos nulos o votos en blanco hayan existido, ya que han hecho una Ley Electoral a su medida que les permite ignorar a los ciudadanos disconformes, a su abstención y a sus votos de protesta.
De hecho han hecho unas Leyes a su medida que les permiten ignorar a todos los ciudadanos, pero eso es otra historia que no viene al caso en este momento.



Necesitaríamos algo como el voto de la imagen. Algo que expresara inequívocamente una denuncia de ausencia de democracia, y que el Régimen no pudiera tergiversarlo en sus medios de propaganda.

Y en realidad, esa opción es posible. Aquí hay una propuesta para utilizarla.

miércoles, enero 16, 2008

En defensa de la subida de sueldo de Barreda

Nota: este texto hace referencia a la subida de sueldo que a finales de 2007 realizó el Presidente de Castilla-La Mancha para sí mismo y para los 161 altos cargos de la Junta. Tienen un enlace a la nota de prensa de la Junta relativa a la misma aquí.
En principio lo redacté para su publicación en un diario local, en el cual colaboro. No se publicó. Y es que hay cosas que no pueden aparecer en los medios...
Lo adjunto aquí tal cual lo envié al diario.

Imagino que a estas alturas ya lo sabrá todo el mundo, pero por si acaso, me refiero a la subida de sueldo que el Presidente Barreda incluyó en los Presupuestos de la Junta para el año 2008. El Presidente se ha subido el sueldo hasta equipararlo con el de un Secretario de Estado (y de esta manera, con el de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre), y ha establecido los salarios del resto de los 161 altos cargos de la Junta de forma proporcional al suyo. Teniendo en cuenta los anteriores niveles salariales, el incremento va a ser considerable. Y digo considerable pero sin poder concretar, ya que la cifra en cuestión no figura en los Presupuestos.
Y ha hecho bien el Presidente en no indicarla, ya que habría parecido “ligeramente” desproporcionada al visualizarla junto a los exiguos salarios de los funcionarios castellano-manchegos, cuyas cifras aparecen, hasta los céntimos de euro, en los Presupuestos.
Y es que nuestros funcionarios no van a cobrar lo mismo que los de la Comunidad de Madrid. Será que no se lo merecen, al contrario que el Presidente y sus altos cargos.
Claro que tampoco los trabajadores castellano-manchegos cobran lo mismo que los madrileños. Será que...
Pero no pretendía yo criticar la subida, eso ya lo habrán hecho otros, abundantemente, estos últimos días. Además, los hechos hablan por sí solos. Mi intención era defender la medida tomada por el Presidente. Y a ello voy.
1) Si el Presidente se ha subido el sueldo es porque los demás dirigentes políticos se lo han subido antes que él. Quizá no tanto, especialmente si se tiene en cuenta el nivel económico castellano-manchego, pero alguna razón tienen que tener ahora los otros Presidentes para volver a subirse sus sueldos respectivos. Si el de Castilla-La Mancha, una de las regiones más pobres de España, cobra más que ellos, no pueden ser menos. El Presidente Barreda es así solidario con el resto de los altos cargos políticos españoles.
2) La enorme diferencia entre los salarios de los dirigentes castellano-manchegos y el pueblo es algo natural. A mayor grado de subdesarrollo, más desigualdad entre la clase dominante y las clases inferiores. El Presidente sabía que tenía que agrandar las diferencias salariales para que fueran coherentes con el grado de subdesarrollo socioeconómico y político de Castilla-La Mancha.
3) El pasado mayo, en las elecciones autonómicas, 570.100 castellano-manchegos votaron al PSOE. Un 51,92% de los votantes. Mayoría absoluta, una vez más. Y eso se merece una gran subida de sueldo, no cabe duda.
Y si los votantes socialistas no estuvieran de acuerdo con esta medida, en marzo de este nuevo año 2008 habrá elecciones generales, a las que se presentará el PSOE. Ahí tendrán la oportunidad de respaldar al partido, al Presidente Barreda, a su señora, candidata al Congreso, y a la subida de sueldo. O no. En fin, ¡qué importa! Hasta el 2011 no vuelve a haber elecciones autonómicas...
4) Según las reglas de nuestro actual sistema político, los ciudadanos votan el día de las elecciones, y el partido o partidos ganadores pueden hacer lo que les dé la realísima gana durante los siguientes cuatro años. Incluso cuadruplicar sueldos, si lo desean. Es así desde la Constitución del 78.
Ningún partido de los que ha gobernado desde entonces, ni en el Estado ni en comunidad autónoma, ha hecho intención alguna de cambiar estas reglas.
El pasado mayo, en las elecciones autonómicas, más de un millón de castellano-manchegos votaron a estos partidos: PSOE, PP, etc. Ninguno de ellos llevaba en su programa, por ejemplo, que los castellano-manchegos pudieran decidir anualmente el salario de los cargos políticos por referéndum (hoy en día esto ya es completamente viable). En cambio, los castellano-manchegos prefieren a dirigentes que fijen para sí mismos unos salarios tal altos como deseen.
Así que, coherentemente, el Presidente Barreda, contando con el consentimiento previo del pueblo, se ha subido el sueldo lo que ha querido, a él y a sus leales camaradas del partido. ¿Por qué no iba a hacerlo?
5) Se podría objetar al punto anterior que ningún partido llevaba ese tipo de medidas innovadoras en su Programa electoral las pasadas elecciones. Si eso hubiera sido así, los castellano-manchegos podrían haber votado en blanco, mostrando así su deseo de otros partidos, otras reglas, otra democracia.
No lo hicieron.
Así que, por todo ello, expreso mi enhorabuena al Presidente y a sus altos cargos por el aumento de sueldo. Es el regalo de Navidad de este año de los castellano-manchegos a sus admirados dirigentes.
Y después de marzo, más.
¡Feliz año 2008!

No es para tanto, ¿verdad? En un día cualquiera Jiménez Losantos supera con creces este nivel de crítica. Y sin desayunar.
Pero claro, Losantos es un propagandista oficial autorizado por el Régimen. Yo no.

Para ampliar información, un comentario más detallado sobre esta subida, recomiendo leer
esto.