lunes, diciembre 29, 2008

El futuro de la educación en Castilla-La Mancha

La Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha está elaborando, en estos momentos, una Ley de Educación propia, castellano-manchega. La finalidad de esta ley no es otra que dar el respaldo legal necesario al brillante camino emprendido por nuestras autoridades regionales desde que, hace ya nueve años, asumieran las competencias en materia de educación, que se ha coronado exitosamente estos últimos años superando la cota del 30% de fracaso escolar. Nuestro sistema educativo es uno de los peores de España, lo que supone un gran logro, teniendo en cuenta que los diferentes sistemas educativos españoles están a su vez entre los peores de Europa.
Para obtener el máximo consenso posible en lo que a la elaboración de la Ley se refiere, la Consejería ha llevado a cabo una campaña de recogida de las aportaciones que los miembros de la comunidad educativa tuvieran a bien realizar. Todavía se pueden hacer propuestas aquí.
Una pequeña parte de la comunidad educativa ha respondido al ofrecimiento, y ha hecho una buena cantidad de sugerencias que podrían servir, de ser escuchadas, para arreglar un poco el soberano desaguisado que actualmente es nuestro sistema educativo regional.
Pero no caerá esa breva. Mucho me temo que el problema de nuestro sistema educativo no se va a resolver con esta Ley. Ni siquiera aunque contemplara las propuestas más necesarias de las realizadas por la comunidad educativa. Existen impedimentos demasiado grandes para ello.

Para empezar, los mandamases educativos hacen gala de una absoluta falta de autocrítica: están tremendamente satisfechos con su trabajo, y así lo repiten cada vez que tienen ocasión. El mensaje que transmiten es que, aun reconociendo que la situación del sistema educativo castellano-manchego es catastrófica, se está trabajando bien, incluso muy bien. La justificación de esta asombrosa afirmación es que antes la cosa era todavía peor -lo cual es, cuanto menos, discutible-, y que, en “sólo” nueve años la Junta no ha podido todavía mejorar suficientemente el deficiente sistema educativo que “heredó” del Estado español. Y es que en nueve años no da tiempo a nada, ya saben. Un instante insignificante.
Luego, puesto que lo están haciendo bien, no van a cambiar su forma de actuar.

Otra consecuencia de esta autocomplacencia es que no se buscan soluciones fuera. Puesto que lo hacemos bien, no necesitamos estudiar lo que hacen en otras partes, otros países, donde según esos malinterpretados informes PISA, la calidad de sus sistemas educativos es muy superior a la del nuestro.
Así que nada de ayudas externas.

Uno más. Existe un enorme desconocimiento de la situación real de nuestro sistema educativo, ya que sabemos que la situación es mala, pero no sabemos cuánto. Desde que la Junta decidió dejar de utilizar el informe PISA, el único dato que está manejando (al menos públicamente) es el número de suspensos y aprobados, el cual, como único indicador de la calidad del sistema educativo, es insuficiente. Al ser este número de aprobados el único indicador, el objetivo de la autoridad educativa es mejorar esa cifra, es decir, conseguir más aprobados. Y hay dos vías para obtener ese fin: la primera, elevando el nivel de formación de los alumnos; la segunda, bajando la exigencia a la hora de evaluarlos, o lo que es lo mismo, regalando los aprobados. La primera vía es difícil de conseguir, requiere voluntad, esfuerzo y capacitación; la segunda vía no requiere más que motivar ligeramente al profesorado para que suba las notas de los alumnos, aunque estos no mejoren, o incluso aunque empeoren. Adivinen cual de estas dos estrategias es la que está empleando la Consejería de Educación.

Se podría añadir mucho más, pero a grandes rasgos, están esbozados los motivos por los que la educación de nuestros alumnos no va a mejorar. Resumidos en uno, que no hay voluntad de que eso ocurra.

Pero eso no es lo peor. Lo más grave es que, en cierto modo, esta actitud negligente de las autoridades educativas está justificada, ya que, como comentó recientemente nuestro Director General de Personal Docente, tiene el respaldo de esa mayoría de votos recibida elección tras elección, desde hace ya 30 años. Este Sistema Educativo es como es porque una mayoría de castellano-manchegos así lo quiere, y así lo expresa en las urnas; o al menos, así lo permite. Y también se asume, en consecuencia, el daño que está causando, y el que va a causar, la incorporación a la vida de adulto de un creciente porcentaje de jóvenes cada vez más deficientemente formados.
En fin, esperemos que, por el bien de todos, por nuestro futuro, los castellano-manchegos cambien, lo antes posible, de parecer.

Me parece esencial que haya pordioseros ignorantes. No debemos instruir a la mano de obra, sino al buen burgués”. Voltaire.

Escolarizar no es lo mismo que instruir.

jueves, diciembre 04, 2008

El Terror

Por entonces la política reinaba en Roma; tenía por ministros a sus dos hermanas, la Trapacería y la Avaricia. Se veía a la Ignorancia, al Fanatismo y al Furor correr a sus órdenes por Europa; la Pobreza las seguía por todas partes; la Razón se escondía en un pozo con su hija la Verdad. Nadie sabía dónde estaba ese pozo; y, de haberlo sospechado, habrían bajado a él para degollar a la hija y a la madre.

Así describía François-Marie Arouet, alias Voltaire, la situación en la Europa de mediados del siglo XVIII, en su relato “Elogio histórico de la Razón”. Voltaire hacía referencia, fundamentalmente, a las acciones de ese enorme poder que suponía la Iglesia Católica en aquellos tiempos, en los que todavía la Inquisición seguía haciendo de las suyas. Voltaire fue, toda su vida, extremadamente crítico con la Iglesia, a la que culpaba, casi en exclusiva, de todos los males de su época.
Hoy, la Iglesia Católica no es la misma que antaño, y sin embargo, supongo que ese párrafo les habrá resultado tan familiar como a mí.
Esto es porque una parte de lo que se describe lo estamos viviendo cada día en esta España nuestra del tercer milenio, en la que la política reina, y sus ministros, hoy ministros y ministras, siguen siendo los mismos. También la ignorancia, el fanatismo y el furor siguen al servicio del poder imperante, tal y como ocurría entonces. Es cierto que la pobreza no es la misma que la que hace dos siglos y medio se extendía por la Francia de Voltaire: los avances tecnológicos y la globalización nos han permitido, hoy, trasladar esa miseria extrema lejos de nuestras casas, a otros continentes, a otros hombres y mujeres, asiáticos, africanos y sudamericanos; dejando a un lado, claro, algún que otro barrio marginal de nuestras grandes urbes y esos más de 8 millones de personas que viven bajo el umbral de la pobreza “relativa”, en estos mismos momentos, en nuestro país. Pobreza que gracias a esta última crisis no va a ser tan “relativa”.
Fuera de España, esa misma descripción se ajusta, como un guante, a nuestro actual mundo globalizado, tan bien como se ajustaba a la Europa de entonces.

Pocos años después de que Voltaire escribiera su Elogio a la Razón, en Francia estalló la Revolución Francesa. Para muchos, fue el símbolo de la lucha del hombre por la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad. Pero también trajo consigo algo más, personificado en nombres como Marat, Danton y Robespierre: el Terror.
Y es que la pobreza, la ignorancia, el fanatismo, y el furor, siempre traen consigo al mismo acompañante indeseado.

Hoy convivimos cada día con el Terror. Unas veces lo vemos de lejos, en los países del tercer mundo azotados por el hambre y la miseria, la ignorancia y el fundamentalismo religioso. Pero otras veces lo sentimos en nuestras carnes. La semana pasada fue protagonista en La India. El pasado sábado, en Azcoitia. Nadie está completamente libre de que, algún día, ese tren o ese aeropuerto concreto, ese colegio, supermercado o calle, sean los suyos.

Para acabar con el Terror hay que evitar aquello que lo origina. Si no se ataca el mal en su raíz, no es posible acabar con él. Se puede llegar a atenuar por un tiempo, pero siempre volverá a rebrotar. Se puede apagar un fuego, pero no se dejarán de quemar los bosques mientras se sigan prendiendo otros fuegos.
Acabar con la pobreza es, a nivel global, el mejor punto de partida, y no sólo porque es una obligación moral: también es lo mejor desde un punto de vista puramente egoísta. Mientras un único ser humano padezca la falta de alimento, de agua potable, de medicamentos básicos, o de, en definitiva, una vida mínimamente digna, esa miseria continuará siendo caldo de cultivo del Terror. Hoy, gracias a esos avances tecnológicos y esa globalización, es posible acabar con la pobreza. Todas esas muertes, todo ese sufrimiento causado por la falta de recursos, es evitable. Y también, por ello, su existencia representa otra forma, mucho más deleznable, de Terror. Pongámosle fin, y cuanto antes, mejor.

No hay nada mejor para desincentivar el terrorismo, especialmente el suicida, que una vida digna de ser vivida.

sábado, noviembre 29, 2008

Paz, razón y libros

En una emotiva escena de una serie de romanos, emitida hace unos meses en una de nuestras televisiones, salió de los labios de un soldado romano una frase que me llamó la atención. El soldado iba a participar en una campaña bélica de la cual contaba con no regresar. Al despedirse de su hijo, Priso, para no volver a verlo nunca, le dijo lo siguiente: “Lee mucho, Priso, sé un hombre de paz y razón”.
Me gustó la asociación: leer-paz-razón. El soldado no sólo asocia la razón a la lectura. También le asocia la paz.
Y tiene motivos.
Leer proporciona conocimientos, cultura, sabiduría. Todo ello abre la mente del lector a otras formas de pensar, a otras ideas, a las motivaciones de otras personas diferentes a él, lejanas en el tiempo y en el espacio, pero cercanas en las páginas de un libro. Le abre la puerta a la aceptación de la diversidad humana. Le hace tolerante.
Pero leer también es una actividad, en sí misma, pacífica. Pocas cosas muestran menos agresividad que un lector ensimismado en las páginas de un libro. La actividad de leer emana calma, tranquilidad, armonía con en entorno. Habitualmente, no se lee en una situación de tensión, o de estrés.
Leer tampoco alimenta, como otras actividades, esos instintos atávicos que llevamos arraigados los humanos en nuestro código genético (competitividad y gregarismo), que generan, en muchas ocasiones, agresividad y violencia. No veremos nunca a una banda de hooligans partidarios de Stephen King atacar, armados con navajas y cadenas, a algún seguidor de las novelas de Paul Auster. Leer puede generar discusión, pero nunca agresión.
Y finalmente, leer también proporciona oportunidades. Tal vez ese podría haber sido el sentido que el guionista de la serie quiso darle a la frase del soldado: “lee, hazte un hombre de letras, y no tendrás que ganarte la vida causando la muerte, luchando como soldado en las guerras de otros, hasta perderla a manos de otro esclavo de las armas, como tu padre”. La práctica de la lectura se convierte en capacidad, y esta en oportunidad… para aprender, de los libros, de los manuales, nuevas habilidades, nuevas destrezas, nuevos oficios. Leer proporciona más alternativas para ganarse el pan, y con ello, seguridad, tranquilidad, independencia.
Cuántas cosas se pueden encontrar entre las páginas de un libro.
Así que, por ello, me voy a permitir, desde estas líneas, hacer eco de las sabias palabras de ese ficticio soldado. Lean, y motiven a sus hijos a que lo hagan. No importa que sean libros, tebeos, cómic o manga. No importa si es en papel o en soporte digital. No importa si es un producto extranjero, como el Harry Potter de J. K. Rowling, o si escogemos la maravillosa fantasía de nuestra Laura Gallego. No importa si son Best Seller o libros de autores desconocidos. No importa si es prosa o poesía, novela o divulgación, novela negra o novela romántica, clásicos o contemporáneos. Basta, simplemente, con que se disfrute de la lectura. Y así, después de un libro, vendrá otro. Y otro. Y con ellos, todo lo que los libros traen consigo.
Lean muchos libros, sean humanos de paz y razón. Leamos muchos libros, creemos una sociedad de paz y razón.

viernes, octubre 24, 2008

El dilema del prisionero

“La policía arresta a dos delincuentes que han cometido juntos un delito. No hay pruebas suficientes para condenarlos. Tras haberlos separado, les ofrece el mismo trato: Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, 10 años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos permanecen callados, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante 6 meses por un cargo menor. Si ambos confiesan, los dos serán condenados a 6 años.”


Este problema es uno de los ejemplos más conocidos de un área de las matemáticas llamada teoría de juegos, que trata de modelar la forma en la que los humanos tomamos las decisiones cuando hay terceros implicados. Es el campo al que se dedicó el premio Nobel John Nash, cuya vida inspiró la película “Una mente maravillosa”, interpretada por Russell Crowe.
Fue precisamente Nash el que mostró que los dos prisioneros optarían, en el llamado “equilibrio de Nash”, por traicionar al otro, a pesar de que, si los dos callaran, sería más beneficioso para ellos. Simplificando, la explicación es que así toman una decisión que supone el mal menor de todos los posibles dependiendo exclusivamente de sí mismos. Si confían en su compañero y este les traiciona podrían estar 10 años en la cárcel, así que, al traicionarle a su vez, se aseguran que en el peor de los casos sólo estarán 6 años.

Pese a la poca relevancia que aparentemente pueda tener algo llamado “teoría de juegos”, resulta que esta rama de la matemática tiene importantes aplicaciones en la vida real, en campos tan diferentes como economía, biología, filosofía, estrategia militar, ética, informática… y, como no, en política. Como muestra, este otro “dilema del prisionero” que vivimos periódicamente en nuestro país:

Varios millones de ciudadanos se enfrentan, cada cuatro años, a la toma de una decisión: qué hacer con su voto en las elecciones. Se les plantean dos opciones: la de votar a un partido político asumido como malo (cada vez menos españoles piensan ya que los políticos hacen bien su trabajo) o votar a otro presentado por los medios de comunicación como catastróficamente peor (los partidos concretos varían dependiendo del medio por el que el ciudadano se guíe). También tienen la opción de votar a partidos alternativos o votar en blanco, aunque es desincentivada desde los medios con la casi total ausencia de información sobre las otras alternativas existentes.




En este dilema de los votantes, el equilibrio de Nash se alcanza con el decantamiento mayoritario por el mal menor, esto es, el voto al menos malo de entre los partidos “oficiales” promovidos por los medios. A pesar de que, si todos los ciudadanos votaran a partidos alternativos, terminarían por librarse de aquellos reconocidamente perniciosos, en mayor o menor medida, para todos (sería el bien mayor, salir libre), el votante no se decide por esa vía, porque para tener éxito depende de la colaboración del resto de los ciudadanos, de los cuales, desgraciadamente, no se fía. Por ello, ese votante no osa correr el riesgo de votar alternativo, restando así votos al partido “menos malo” (mal menor, la condena de 6 años) en su lucha contra ese partido al que se teme o aborrece más que a nada en el mundo (el mal mayor, la condena de 10 años).

Y esta estrategia de manipulación de los ciudadanos funciona. Su éxito se basa en tres factores clave:

1) El primero, los gobiernos y los políticos de los distintos partidos deben ser malos, rematadamente malos. Así, los medios de comunicación pueden dividirse el papel de demonizar a unos o a otros, con motivos sobrados para ello (con lo que las críticas son creíbles y veraces); tan sólo tienen que incidir más en los errores de unos y atenuar los de otros para que el ciudadano que sigue ese medio caiga en la trampa de considerar que unos son “menos malos” que los otros. Además, la crítica recíproca crea una falsa pero necesaria sensación de pluralismo político.
Y bueno, si un partido lo hiciera bien, destacaría tanto que se llevaría todos los votos y acabaría con el dilema, con el otro partido, con el bipartidismo, y, de paso, con la partitocracia. No es una opción.
Los políticos actuales no tienen ninguna dificultad en dar adecuado cumplimiento a este requisito.

2) El segundo aspecto clave es mantener a los ciudadanos enfrentados unos con otros, ya que la forma de evitar el perjuicio de estos “dilemas de prisioneros” es la cooperación mutua. Si los delincuentes cooperan, ambos salen libres casi sin condena; se supone que no lo van a hacer porque son delincuentes y, lógicamente, no se fían el uno del otro. Si los ciudadanos cooperásemos, nos haríamos con el poder, ese que corresponde al ciudadano en los sistemas democráticos. Pero como los ciudadanos, en general, no somos delincuentes, hay que evitar de otra forma que nos pongamos de acuerdo. Para eso están esa acritud, enfrentamiento y “mala sangre” que cada día está presente en los medios de comunicación: rojos contra azules, izquierdas contra derechas, nacionalistas contra no nacionalistas, católicos contra laicos… los medios vierten el veneno necesario para mantener enfrentados a suficientes ciudadanos como para que nunca lleguen a plantearse siquiera cooperar.

3) Y el tercer factor clave: la ignorancia. Mantener una ciudadanía lo más desinformada posible, ignorante de los tejemanejes del poder, democráticamente inmadura y, también, si se puede, lo más idiotizada posible. Cuanto más, mejor.
Nuestro sistema educativo y la televisión son fundamentalmente los medios escogidos para cumplir con este objetivo.

Así, manteniendo las condiciones necesarias, se consigue que millones de españolitos tomen cíclicamente la misma decisión ante el mismo dilema, eligiendo, una y otra vez, a los partidos “menos malos”, los cuales siguen en el poder. La alternativa, el reemplazar a nuestra actual clase política por políticos honrados y competentes, esta bloqueada, porque somos incapaces de tomar, mayoritariamente, como pueblo unido, una decisión diferente a la que estamos predispuestos, por naturaleza, a tomar.
Tal y como está previsto y estudiado e, incluso, matemáticamente modelado.

Panorama desolador, otra vez. No me quito este pesimismo de encima…

En fin, termino con una propuesta por si este análisis puede, quién sabe, ayudar en algo: sabiendo lo que hacen con nosotros, podemos cambiar nuestra forma natural de responder. Podemos, simplemente, cooperar.
Una forma de hacerlo: elegir una opción de voto que, aunque sea inútil si somos pocos los implicados, sea útil si la escogen millones, si cooperamos millones. Mi opción es el voto en blanco computable, pero pueden valer otras. No la abstención, que ya es utilizada por millones de ciudadanos sin producir efecto. No los partidos o políticos que salen por la tele, que son los oficiales. Cualquiera de los demás, los desconocidos. O el voto en blanco.
Si muchos cooperamos, funcionará. Si no es así, no funcionará. Pero realmente no tenemos nada que perder: en el peor de los casos, ganarán los de siempre, seguiremos igual, cuatro años más en este demencial “equilibrio de Nash”.

Así que, por mi parte, al menos, desde este humilde y desconocido rincón de Internet, proclamo mi intención de cooperar. Hagan lo que hagan los demás. Sirva o no sirva de algo. Mi posición es y será, para siempre, la de COOPERAR.

lunes, septiembre 22, 2008

Decisiones democráticas

En 1779, Benjamin Franklin aconsejaba a su sobrino, indeciso sobre su futura elección de esposa (al parecer dudaba entre dos posibles candidatas), de esta manera:
Si dudas, escribe todas las razones, a favor y en contra, en columnas paralelas en un trozo de papel, y cuando hayas pensado en ellas durante dos o tres días, realiza una operación similar a la de algunas cuestiones de álgebra; observa qué razones o motivos de cada columna tienen igual peso, o son equivalentes en la proporción uno a uno, uno a dos, dos a tres, o algo por el estilo, y cuando hayas marcado todas las igualdades de ambos lados, verás en qué columna queda el equilibrio... si no haces así, me temo que no te casarás nunca.
Pese a provenir de una personalidad de la talla intelectual de Franklin, científico, inventor y uno de los padres de la Constitución americana, este consejo es, cuanto menos, discutible.
Este sistema de toma de decisiones, al que Franklin llamó “álgebra moral”, no es precisamente la forma natural en la que lo hacemos los humanos. Por el contrario, tomamos las decisiones siguiendo unos procesos asombrosamente simples, incluso en circunstancias de gran complejidad; es más, por lo general, nuestras decisiones suelen estar basadas en una única razón. En palabras de Mae West: “Un hombre puede ser bajito, regordete y calvo, pero si tiene fuego, gustará a las mujeres”. Desde luego, Mae no necesitaba un complicado análisis lógico para elegir pareja.

Otro de los casos más claros de procesos de decisión simples en circunstancias complejas es el de nuestros procesos electorales. Los españoles nos enfrentamos a un numerosísimo elenco de partidos políticos (unos 100 estas últimas generales), con sus consiguientes programas o propuestas y sus listados de diputados y senadores. En total, cientos de ideas, medidas, propuestas, políticos, aspectos particulares a valorar. La tarea de analizarlo todo e intentar hacer una predicción aceptablemente válida acerca de la actuación de cada partido durante los próximos cuatro años resulta sencillamente abrumadora.
Pero nadie elabora complejas tablas al estilo Franklin, valorando miles de razones a favor y en contra de votar a unos u otros. En realidad, la decisión de nuestra opción de voto (o de no voto) es mucho más sencilla.
Para empezar, la inmensa mayoría de los votantes se centra exclusivamente en los partidos más conocidos (los que salen por la tele). Los demás ni se tienen en cuenta. Es el primer filtro.
El segundo filtro es casi siempre un único factor: para muchos, la identificación de un partido con una ideología: izquierda-centro-derecha, nacionalista-no nacionalista. Otros votan a la contra, para que no gane “el malo”, sea este el que sea. Otros lo hacen por simpatía hacia un político, al partido de la oposición para que haya alternancia, o al que gobierna porque “les va bien”. Otros se deciden por la postura de un partido con respecto a un asunto concreto o por un acto de gobierno anterior: la guerra de Irak, el aborto, la eutanasia, el terrorismo o incluso por una asignatura de la ESO.

Así es como decidimos los humanos. Usamos nuestra capacidad de abstracción para extraer el que creemos más importante de entre un conjunto de aspectos, y escogemos teniendo únicamente ese en cuenta. Si no basta para decidirnos, repetimos la operación con otro. Y así sucesivamente.
Así, elegimos un electrodoméstico por su marca conocida (1ª razón) y su buen precio (2ª razón); elegimos un médico porque nos escucha (una razón) o tal vez porque nos firma bajas por enfermedad; nuestro bar favorito es el que pone las tapas más grandes, viajamos por carretera por la ruta más rápida, caminamos por las calles más transitadas, compramos en las tiendas “de moda”… y así con todo. Es raro necesitar más de dos o tres razones para decidir algo.
Pero este sistema de toma de decisiones, bueno para el homo sapiens que vivía hace miles de años en un mundo primitivo, mucho menos complejo que el actual, no siempre es adecuado en nuestros días. Uno de estos casos es el que nos ocupa: el de escoger un partido que nos gobierne durante cuatro largos años.
Valorar en una única decisión un gobierno supone procesar una cantidad enorme de información, excesiva para nuestro limitado cerebro humano. Como no podemos manejarla, simplemente, la ignoramos. Tampoco utilizamos, como alternativa, el “álgebra moral” de Franklin. Votamos por dos o tres detalles escogidos sin tino, influidos por el marketing político, que casi nunca tienen relación con las decisiones que van a tomar posteriormente los políticos electos.
No tiene el menor sentido.
En nuestro sistema político se nos ofrecen multitud de partidos que casi nadie tiene en cuenta, multitud de programas que casi nadie lee, multitud de propuestas que casi nadie puede valorar o que ni siquiera conoce. Es un sistema político mal diseñado. Las actuaciones de los distintos gobiernos se llevan a cabo, en su mayoría, con el desconocimiento de los ciudadanos o incluso en contra de su voluntad. Es decir, no son democráticas: nuestro sistema político, tal y como está diseñado, no es democrático. Al menos, no para humanos.

Pero, aunque no podemos dejar de ser humanos, sí podemos rediseñar nuestro sistema político.




Voy a enfocar la cuestión de otra manera, haciendo números, para llegar a la misma conclusión. Especulemos un poco:
Imaginémonos una de las promesas electorales del partido del gobierno, el PSOE. Como ya sabemos, las razones para votar a los partidos son variopintas y diferentes para cada elector, por lo que una parte de los votantes del PSOE ni siquiera habrán considerado esa promesa electoral concreta, mientras que otros incluso estarán en desacuerdo, aunque otros motivos para ellos más importantes han inclinado su voto hacia ese partido.
Vamos a considerar que la medida es popular, es decir, está en general bien vista entre los votantes del PSOE. En ese caso, una buena aproximación, en cifras, podría ser la de suponer que, dentro de los votantes del PSOE, un 80% está a favor de la actuación y un 20% en contra (por simplificar podemos ignorar a los indiferentes). Teniendo en cuenta que el PSOE está gobernando con el 43% de los votos válidos emitidos, esos votantes del PSOE supondrían aproximadamente un 35% del total de votantes.
Si la medida es popular, una parte de los votantes de los otros partidos también la va a ver con buenos ojos; incluso los del PP, ya que muchos de ellos, al igual que los del PSOE, no han tenido en cuenta el programa del PSOE a la hora de decidir su voto al partido de la oposición. Sin embargo, el hecho de ser una medida del PSOE le restará mucho apoyo entre los votantes del PP. Me voy a permitir una estimación algo arbitraria: un 20% de los votantes a los otros partidos está a favor. Eso corresponde aproximadamente a un 12% del total de votantes. Sumados a los del PSOE nos da un 47%.
Considerando el resto de la ciudadanía, la mayoría de ese 1,12% de votantes en blanco estará probablemente en contra; por otra parte, entre el 30% de abstencionistas, es difícil hacer alguna suposición: si la medida es popular algunos estarán a favor, pero una parte estará mayormente en contra: los que se abstienen como modo de protesta. Supongamos un empate.
Sumando y restando, se obtiene aproximadamente un 46% de ciudadanos a favor como resultado final de este ejercicio numérico. Un apoyo sorprendentemente bajo teniendo en cuenta que estamos ante una medida popular: si el PSOE llega a ejecutar esa promesa, lo hará con más del 50% de la ciudadanía en contra.

Este cálculo tiene un margen de error importante que hay que tener en cuenta. Además, de entre todas las promesas, habrá alguna extremadamente popular que sea del agrado de una mayoría de ciudadanos. Así que se puede admitir que unas pocas de las actuaciones de los gobiernos van a ser democráticas, pero serán las excepciones a la regla. Por el contrario, la mayoría de las actuaciones son poco o nada conocidas y/o escasamente populares; si las más conocidas y populares rondan, siendo optimistas, el 50% de apoyo de la ciudadanía, el resto quedarán definitivamente por debajo, algunas incluso con la gran mayoría de la ciudadanía en contra.
Es decir, que la mayor parte de las actuaciones de los diferentes gobiernos, estatal, autonómicos y municipales, se llevan a cabo, en España, contra la voluntad del pueblo.
Justo lo opuesto a lo que ocurre en las democracias.




Pero no habría sido necesario recurrir a estudios científicos sobre el cerebro o a cálculos numéricos especulativos para llegar a la conclusión de que en España no existe la democracia: habría bastado con echar un vistazo a algunas medidas concretas de los gobiernos, a esa gran cantidad de decisiones políticas que son rechazadas de forma mayoritaria por los ciudadanos, incluidos los mismísimos votantes del partido que las toma. Por ejemplo, entre otras muchas, las reiteradas auto-subidas de sueldo de políticos y altos cargos, la participación en ciertos actos bélicos, la politización de la Justicia, las sucesivas reformas laborales que han conducido a la cada vez mayor precarización del empleo, las medidas de gestión del sistema educativo que nos ha llevado a tener un 30% de fracaso escolar, o las del sistema sanitario donde todavía padecemos, entre otros despropósitos, listas de espera de meses
Y esas son medidas más o menos conocidas. No digamos lo que ocurriría con esa multitud de decisiones oscuras que no trascienden a los medios de comunicación: asignación de contratos públicos, nepotismo, enchufes, oposiciones, tramitación de expedientes administrativos, licencias, denuncias…
Lo cierto es que ninguna persona en su sano juicio aprobaría la labor de estos gobiernos, si la conociera en profundidad y si fuera capaz de valorarla. Las decisiones que los políticos toman con un apoyo mayoritario de ciudadanos son tan escasas que probablemente nos bastaría una mano para contarlas. El resto de sus decisiones, es decir, casi todas, se ejecutan contra la voluntad de la ciudadanía.




El error de nuestro sistema político se reduce, básicamente, a que no existe la debida correspondencia entre la voluntad de los ciudadanos y las decisiones de los políticos.

Por fortuna, ese error no es irreparable. La solución del problema es obvia: que los ciudadanos tomen las decisiones directamente… y de una en una, y que los políticos sean meros ejecutores de las decisiones de los ciudadanos.
En otras palabras, hay que convertir a los políticos en gestores y a los ciudadanos en políticos.

Aunque someter todas las decisiones a referéndum es imposible, no lo es ir modificando el sistema poco a poco para ir abriendo cada vez más la vía de la participación ciudadana directa. Estas son posibles alternativas, ya utilizadas en otras naciones, para conseguir ese objetivo:
1) Incluir una “papeleta referéndum” en los actuales procesos electorales, con diferentes cuestiones: las penas para los pederastas, la postura básica sobre el aborto o la eutanasia, la asignatura de Educación para la ciudadanía… o cualquier otra que fuera susceptible de ser planteada por este medio. Así, los votantes podrían decidir sobre esos asuntos, e independientemente elegir al político o partido por el que se sientan representados; sólo que ahora la decisión de los votantes sería vinculante para los políticos electos.
Esta medida sería muy fácil de implementar, a la vez que barata, pues apenas conllevaría el sobrecoste de una papeleta más cada cuatro años; y, bueno, tal vez unas horas más de trabajo para los sufridos “voluntarios” de las mesas electorales.
Un requisito indispensable para que funcionase esta medida sería la implementación de un procedimiento de iniciativa ciudadana viable (no como el que tenemos ahora), para que la inclusión de preguntas en esa papeleta estuviera abierta también a la ciudadanía.
2) La celebración de referéndum vinculantes puntuales para los asuntos urgentes que surgieran durante la legislatura. Se podrían unir, para ahorrar costes, en un referéndum anual.
Naturalmente, estas dos medidas tienen que estar habilitadas a todos los niveles: los referéndum deben ser estatales, autonómicos y locales.
3) La implantación de presupuestos participativos en todos los municipios. Esta medida se podría implantar de forma progresiva, empezando por un pequeño porcentaje del presupuesto municipal que se iría incrementando cada año.
Y claro, por presupuesto participativo entiendo aquel en el que los vecinos participan directamente y en el que sus decisiones son vinculantes. Es decir, no me estoy refiriendo a los casos de autoproclamados “presupuestos participativos” que están “funcionando” actualmente en algunos municipios españoles.

Hay muchas otras opciones, aparte de estas tres, para ir haciendo democrático nuestro actual sistema; y no hay razón alguna para no utilizarlas. Los sistemas políticos pueden reformarse, es más, deben ser reformados, progresar, avanzar, evolucionar… hacia mejores formas de gobierno.

Así que la democracia es posible, está a nuestro alcance… si queremos alcanzarla. La cuestión se reduce entonces a una pregunta:
¿Queremos una democracia?

jueves, agosto 28, 2008

De profesión, salir en la foto

De entre toda la variada lista de actividades a las que pueden dedicarse los humanos para ganarse la vida, hay algunas que dependen casi exclusivamente del efecto que cause la presencia y las palabras sobre los potenciales “clientes”. En esas profesiones es fundamental dedicar suficiente tiempo y recursos para obtener la imagen que se quiere ofrecer. Entre ellas están, por ejemplo, la de modelo, actor, comercial o vendedor, u otras consideradas menos honestas como timador, o, naturalmente, la de político.
La política es una profesión en la que el culto a la imagen alcanza las mayores cuotas de trascendencia. Y no sólo me refiero a lo meramente visual.
Por una parte, el político:
- Cuida impecablemente su apariencia, siempre ofreciendo la imagen que se considera más adecuada a la ocasión: elegante, sobrio y trajeado en unos casos, informal, descorbatado, vulgar o incluso extravagante en otros.
- Luce frecuentemente una sonrisa amable y confiada, que nada tiene que envidiar, por ejemplo, a la marmórea sonrisa de atrezzo de las nadadoras de natación sincronizada o a la mejor sonrisa seductora de George Clooney.
- Por medio de su expresión y su actitud, emana siempre un estudiado aire de seguridad y suficiencia.
Pero también:
- Es un excelente orador, convirtiendo banalidades, tonterías, obviedades o cháchara vacía de contenido en convincentes discursos.
- Dispone de las palabras más adecuadas en cada situación, de réplicas y contrarréplicas en cualquier debate, y es experto en eludir cuestiones incómodas “saliendo por los cerros de Úbeda” con una perfecta naturalidad.
- Viaja sin cesar, no dejando pasar acto, inauguración, homenaje o cualquier otro suceso donde haya una cámara o un micrófono que pueda retratar su presencia y con ella su enorme dedicación y esfuerzo, no perdiendo oportunidad alguna de “salir en la foto”.
Estas son, entre otras, las cualidades del político.

En fin, tengo que reconocer que hay políticos que son unos profesionales “como la copa de un pino”: casi todos los presidentes, ministros y consejeros y algunos diputados, alcaldes y concejales son excelentes en su trabajo, esto es, en el arte de venderse a sí mismos y a sus partidos.

Pero claro, algo falla en todo esto.
Los actores actúan, los vendedores venden, los timadores timan, pero los políticos... ¿no tienen otra ocupación distinta de la de venderse? Es decir, ¿su trabajo no es gestionar los asuntos públicos? ¿No los han elegido los ciudadanos para gobernar su nación, su comunidad, su municipio?
Sin embargo, los políticos dedican tanto tiempo a venderse que es imposible que encuentren tiempo para realizar adecuadamente la gestión de los asuntos públicos. Tampoco son profesionales de la gestión: no son gestores, sino vendedores. Algunos excepcionalmente buenos... vendiendo.

Una cuestión: si para vender hacen falta vendedores... para gestionar, se necesitan gestores, ¿no es así?

A pesar de ello, los ciudadanos escogen a vendedores para gobernar.

Craso error.

Ahí está una de las causas de los males que acosan al ciudadano hoy en día: en lugar de escoger a gestores, dejamos el gobierno en manos de mercachifles, pésimos para gobernar pero hábiles como nadie en “vender la moto”, aun cuando la moto no ande o incluso ni exista.

Y así, una vez más, encontramos otra evidencia de que, si queremos que las cosas mejoren, los ciudadanos tenemos que prescindir de esta clase política que por desgracia, en estos momentos, está dominando absolutamente el panorama político español.
Tenemos que sustituir a estos políticos por otros o, por qué no, ocuparnos nosotros mismos, directamente, del gobierno. Peor no lo vamos a hacer, al fin y al cabo tenemos, en general, la misma preparación que ellos para gobernar –ninguna-, pero, en cambio, quiero creer que tenemos, también en general, mucha mejor intención.
Para empezar sería suficiente con eso.

lunes, agosto 25, 2008

Prejuicios, corbatas y políticos

El hombre observa al grupo desde lejos, agazapado entre los arbustos. Son varios adultos y jóvenes, armados con sus venablos. Una partida de caza. Desde la distancia no aprecia su aspecto. Podrían ser de su clan.
El hombre lleva días siguiendo el rastro de una manada de ciervos. El rastro le ha conducido aquí. Pero están los otros.
No puede regresar con su gente con las manos vacías. Las manadas escasean, y necesitan la carne. Si esos extraños fueran de su clan, podrían ayudarle.
El hombre no tiene elección. Sale de los arbustos, y avanza, despacio, hacia los cazadores. Le ven. Muestran las palmas de las manos. Gestos amistosos.
Casi a tiro de venablo, el hombre alcanza a ver sus rostros sonrientes. Sus rasgos no le resultan familiares. Sus pinturas corporales, sus adornos, tampoco. No son de su clan.
De inmediato, el hombre se gira sobre sí mismo, y corre. A su espalda oye un gañido de rabia. Le persiguen. Pero no le alcanzan. Es rápido.
Cuando ya no puede más, se para. No hay señales de sus perseguidores. Ha escapado.


Multitud de encuentros similares a este han tenido lugar entre los humanos desde hace decenas de miles de años. El resultado de estos encuentros ha venido determinado, entre otras razones, por esa capacidad que tenemos los humanos para tomar decisiones sin analizar o razonar previamente y, por ello, sin perder un instante de un tiempo de reacción del que en muchas ocasiones no se dispone. Esta habilidad recibe distintos nombres: reacción instintiva, intuición, corazonada, sentimiento visceral
Para tomar este tipo de decisiones nos basamos, inconscientemente, en unos escasos y escogidos datos que nuestro cerebro procesa a toda velocidad. Una serie de reglas generales, del tipo “si es extranjero es malo”, bien instintivas, bien aprendidas, pero fáciles de evaluar. El término científico para definir estas reglas es “heurística”.
Pero esta habilidad, que es parte de nuestra naturaleza, que utilizamos continuamente y que ha sido fundamental para mantener al homo sapiens sobre la faz de la tierra hasta el día de hoy, tiene su “lado oscuro”.

Hace unos días se apresó a un terrorista de ETA, Arkaitz Goicoechea, el cual, siguiendo las 18 páginas del manual “de imagen” de la banda, había cambiado tanto su aspecto que no tenía el más mínimo parecido con las fotos que había de él en las fichas oficiales y en los carteles para la colaboración ciudadana. En dicho manual se resalta, también, que el miembro de la banda no debe aparecer “como un individuo descuidado o sucio”, “porque se tiende a asimilar al terrorista con una persona que no cuida su aseo”.
Así, Arkaitz, disfrazado de niño pijo, limpito y arreglado, vivía feliz entre sus vecinos sin que nadie sospechara nada.

Una parte de nuestras intuiciones son posibles gracias a unas reglas generales concretas: los estereotipos. Los humanos asimilamos valores, virtudes o defectos, a estereotipos, los cuales utilizamos, continuamente, para prejuzgar a los demás. El homo sapiens es el gran especialista, dentro del reino animal, en la clasificación de sus semejantes. Nos clasificamos por raza, edad, aspecto físico, vestimenta, ocupación, condición...
Nuestra lista de estereotipos es extensísima, y cada uno, cada estereotipo, viene acompañado de sus correspondientes características (“extranjero == malo”, “terrorista == desaseado”).
Por instinto, prejuzgamos a nuestros semejantes. En otro tiempo, eso nos sirvió para sobrevivir. Pero hoy, estas intuiciones, o prejuicios, son, como poco, inconvenientes.

En algunos casos aparentemente lo tenemos claro. La sociedad condena tajantemente el racismo o el machismo, como formas de discriminación inaceptables producidas por los prejuicios hacia los extraños o las mujeres.
Pero en otros casos todavía no lo tenemos tan claro.

No sólo sacan tajada los terroristas de esta “debilidad” humana, en otros ámbitos ocurre lo mismo. Por ejemplo, en cualquier actividad profesional la apariencia de todos aquellos que quieren vendernos algo está cuidadosamente estudiada. Los trajes (y corbatas, en caso de los hombres) son de uso obligado en muchos empleos. Y a pesar de que esto es algo sobradamente conocido, seguimos asimilando al estereotipo “traje y corbata” cualidades como experiencia, conocimiento, eficiencia o seriedad. Incluso sabiendo que la persona en cuestión puede ser simplemente un infeliz becario contratado el día anterior, o un Antonio Camacho cualquiera (ex-presidente de Gescartera, conocido también por sus elegantes, y costosas, vestimentas).
Seguimos prejuzgando a los demás, tal y como lo hacían nuestros antepasados hace decenas de miles de años, aun cuando, hoy, las reglas han cambiado. Aquellos que quieren engañarnos saben cómo hacerlo, saben cómo disfrazarse, cómo aparentar ser lo que no son.
Pero a pesar de que estamos prevenidos, a pesar de que la sabiduría popular nos advierte de que “las apariencias engañan”, de que hay “lobos con piel de cordero” y de que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, seguimos cayendo, una y otra vez, en la misma trampa de los prejuicios.
Y eso que este problema es bien fácil de solucionar: basta con hacer un pequeño esfuerzo para juzgar a las personas por sus actos, no por su apariencia. Juzgar sobre hechos, no sobre palabras o sobre aspecto. Casi siempre es posible hacerlo. Y cuando no, aplicar el sentido común: cuanto más luce el envoltorio menos vale el contenido.

En fin, ahí dejo este consejillo para mejorar nuestras vidas, previniendo los males evitables que sufrimos al dejarnos guiar en exceso por el instinto y confiar en las personas inadecuadas. Sígalo quien lo desee.

Naturalmente, entre esas personas inadecuadas destacan, especialmente, los políticos.


prejuicio
1. m. Acción y efecto de prejuzgar.
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.

prejuzgar
(Del lat. praeiudicāre).
1. tr. Juzgar de las cosas antes del tiempo oportuno, o sin tener de ellas cabal conocimiento.


NOTA: Como lectura relacionada (y recomendada) aquí dejo este libro: "Decisiones instintivas. La inteligencia del inconsciente", de Gerd Gigerenzer.

martes, julio 29, 2008

De dónde vienen las crisis (y II)

En el mensaje anterior intentaba explicar el origen de las crisis enfocándolo desde el punto de vista concreto de nuestra actual crisis inmobiliaria. Me gustaría ir más allá, subir el nivel de abstracción y tratar de abordar el origen real, subyacente, de esta crisis económica y de todas las demás.

Un poco de historia como punto de partida:
- En 1789, dentro del entorno de extrema desigualdad social de la Francia del siglo XVIII, se vivió la Revolución Francesa, consecuencia de la crisis económica a la que acompañó finalmente una gran escasez de alimentos, producto de los desorbitados impuestos con los que la nobleza absolutista se apropiaba de los recursos de campesinos y burgueses.
- En 1929, se produjo la que ha sido calificada como la mayor crisis económica del capitalismo: el crack del 29. Tras el superávit especulativo del mercado de valores de Nueva York, se había producido lo que se conoce como una “burbuja” económica. Movidos por el ansia de obtener dinero fácil, cientos de miles de norteamericanos habían invertido gran parte de sus ahorros, incluso llegando, en muchos casos, a pedir créditos para realizar sus inversiones. Cuando la burbuja pinchó, los valores de las acciones cayeron en picado, produciendo la ruina de los inversores y continuando con la “Gran depresión”, un periodo de declive económico que afectó a todas las naciones industrializadas.
- Prácticamente lo mismo que lo ocurrido en el crack del 29, aunque afortunadamente en menor grado, es lo que nos ha sucedido en España, sólo que en lugar de acciones aquí la inversión ha sido en ladrillo.
Es curioso, pero aparecen similitudes muy significativas entre los “felices años 20” americanos y estos últimos “felices años del sector de la construcción” españoles: grandes mejoras tecnológicas, concentración del capital en manos de grandes corporaciones, modelo de vida consumista (“american way of life”), créditos fáciles...
Similar escenario, similares acciones, similares consecuencias.
A pesar de las experiencias anteriores, la historia se repite, tropezamos una y otra vez con las mismas piedras.

Todas estas crisis tienen al menos dos puntos en común: el primero, la acumulación desproporcionada de recursos económicos en unas manos; el segundo, la escasez de los recursos en otras.
La sangría de impuestos con los que la nobleza francesa amasó sus colosales fortunas tuvo como consecuencia directa el empobrecimiento insoportable del pueblo francés. La acumulación de recursos económicos por parte de los especuladores americanos era insostenible, y tuvo su final cuando ya no hubo de donde obtener recursos para seguir subiendo el valor desmedido de las acciones. La acumulación de “ladrillo” en España ha cesado cuando ya no han quedado recursos suficientes a los potenciales compradores de viviendas para poder pagar los desorbitados precios a los que la especulación las ha llevado.

El primer principio de la termodinámica se resume así: “la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. Con los recursos económicos, todo aquello que el ser humano puede poseer que tenga algún valor, incluido su trabajo, y hasta su vida, ocurre algo parecido. Los recursos ni se crean, ni se destruyen: se transforman... y cambian de manos. Por ello, la acumulación de recursos en un lugar, puesto que esos recursos tienen que venir de alguna parte, produce inevitablemente una escasez de recursos en otro lado. El crecimiento ilimitado de los recursos económicos de un sector de la población no es sostenible, porque los recursos vienen de los “almacenes” de recursos de otros sectores de la población, que son limitados y, tarde o temprano, se agotan. Y cuando esto ocurre, llegan las crisis.

¿Cuántas veces hemos escuchado últimamente que “los pobres son cada vez más pobres mientras los ricos son cada vez más ricos” o que “en XXX cada vez hay más millonarios”? Esas afirmaciones son una clara advertencia de que las cosas no se están haciendo bien. Cuanto más se acumula la riqueza en unas pocas manos, más escasea en otras.
Es el preludio de la crisis.

acumulación => escasez

La historia de la humanidad es un continuo devenir de crisis. El ansia de obtener poder y riqueza es una de las características naturales, instintivas, del ser humano. Como dice la canción: “todos queremos más, y más, y más, y mucho más”. Pasamos la vida intentando tener más, más de lo que nos corresponde por nuestro trabajo, más de lo que aportamos, por nuestra parte, a la sociedad, más de lo que tienen los demás. Y la consecuencia del éxito de algunos en esta “misión” es que otros tienen cada vez menos. Y cuando esa situación se vuelve insostenible, bien a nivel general, bien con algún recurso concreto o en algún lugar concreto, llegan las crisis.

Y con esto yo diría que hemos llegado, finalmente, al origen fundamental de las crisis económicas: nuestra naturaleza, nuestra avaricia, nuestro egoísmo, y también nuestra estupidez, que toma forma en la incapacidad para aprender de los errores y darnos cuenta de que las crisis se vuelven, al final, incluso hacia la mayoría de los que las causan.

Conocida la causa, la solución se revela evidente: acabar con la escasez, acabar con la desigualdad, acabar con la acumulación injusta de recursos, y con esto no sólo me refiero a los ricos, o a los especuladores, sino a todo el “primer mundo” en general, construido y mantenido, cada día, con recursos robados y sobre las vidas de millones de seres humanos.

Pero para ello habría que superar previamente esa avaricia y ese egoísmo animal que nos hacen comportarnos tal y como lo hacemos ahora.
No se puede acabar con la desigualdad si no se quiere acabar con la desigualdad.
No se puede acabar con la pobreza si el mayor deseo de cada uno es engrosar la lista de los ricos, o tener ese BMW, ese chalecito o esa tele de plasma de última generación.

En fin, para cambiar el mundo tendríamos que cambiar antes nuestra naturaleza. Habría que dejar de ser, en parte, los animales que somos, para ser otra cosa. Algo que el homo sapiens no ha sido nunca, pese a lo que nos creemos: seres humanos.
Me temo que es pedir demasiado a unos simios parlantes alopécicos y cabezones.

En fin, las crisis las causamos nosotros, y nosotros podemos ponerles fin. Si un número suficiente de personas tuviera la voluntad de actuar de forma diferente, cambiar las cosas sería sencillo, porque las medidas concretas para regular adecuadamente la actividad económica son más bien obvias, fácilmente alcanzables una vez se sabe lo que se quiere conseguir.
Pero si no hay voluntad de cambiar, y ahora mismo este es el caso, no hay solución. Sólo podemos sobrellevar lo mejor posible esta crisis y... las que van a venir después. Sólo podemos intentar sobrevivir lo mejor posible... como haría cualquier otro animal.

miércoles, julio 16, 2008

De dónde vienen las crisis

Les sonará de algo lo de los ciclos económicos. Al parecer, en economía, a ratos la cosa va bien, pero cada cierto tiempo, llegan las vacas flacas. Las crisis. Según dicen es algo inevitable, se presenta de repente, a veces sin avisar y suele venir del extranjero. Es decir, que no es culpa nuestra, ni de nuestros gobiernos. Faltaría más.
Por ejemplo, la actual crisis, según el Ministro de Industria, Miguel Sebastián, se ha producido por la subida del petróleo, la falta de liquidez y por el asuntillo de la vivienda. Y ha sido por culpa de Bush.

A los mortales comunes, como el que escribe, que no sabemos demasiado sobre macroeconomía, no nos queda más remedio que creernos lo que nos dicen “los que saben”. O eso pensarán algunos. Sin embargo, este mortal piensa de otra manera.

En 1993 se produjo la mayor crisis económica de nuestra “joven democracia”, salvando, claro, la presente. En el primer trimestre de 1994 el paro casi alcanzaba los cuatro millones de almas. Este hecho fue en gran medida consecuencia natural de la progresiva irrupción de la mujer en el mercado laboral español, dado que los gobiernos correspondientes no pusieron en marcha ninguna política eficaz de generación de empleo. A mayor número de trabajadores, si no se cambia nada, pues aumenta, lógicamente, el paro. Ante esa situación, la brillante solución que nos ofrecieron los políticos fue… precarizar el empleo (no lo llamaron así, claro). A empleo más precario, más trabajadores se pueden emplear. Y así, con la connivencia de los sindicatos mayoritarios, aparecieron el despido libre, las ETTs, y otras medidas similares. Sin embargo, el efecto de estas medidas no fue suficientemente notorio a corto plazo, que es el plazo en el que piensan los políticos.
Entonces apareció “El Salvador”: el sector de la construcción. Sin una necesidad real de ello, se empezaron a construir cada vez más y más viviendas. La construcción pasó a ser la mejor forma de inversión, y las hipotecas empezaron a crecer desaforadamente, tanto en número como en valor y, cómo no, en años de endeudamiento.
Y para construir viviendas, hacían falta trabajadores. El paro descendió enormemente, llegando a bajar de los dos millones en el año 2001 (tras un “ajuste” en el método de medición que suprimió alrededor de medio millón de parados adicionales del “recuento”).
Era el milagro de la construcción. El gozo de políticos y especuladores.
Sin embargo, de milagro no tenía nada.



El “neto” de esta operación para los españoles ha sido que hemos gastado una buena parte de nuestros ahorros, presentes y futuros, en construir viviendas que se van a quedar vacías. En lugar de crear empleo estable, se creó un empleo temporal precario, pagado hipotecando nuestro futuro. Se puso un parche a la economía nacional para ir tirando unos años más, hasta que... se acabaran los ahorros, hasta que se agotara el crédito de los españoles.
Y el crédito, tarde o temprano, tenía que agotarse. Y se ha agotado. Ya no hay para más hipotecas, y no se puede seguir construyendo viviendas que no se van a poder vender. Así, los empleos de la construcción, lógicamente, desaparecen. Volvemos a la situación del 93, pero con un nivel de endeudamiento mucho mayor y, por tanto, con menos capacidad para afrontar la crisis. Y con una parte de la actividad económica perdida, con sus correspondientes puestos de trabajo: la que hubiéramos activado con nuestros ingresos en el futuro, los cuales ya hemos despilfarrado. A cambio, tenemos viviendas vacías. Gran inversión.

Y ahí está el origen de la crisis. No en Bush, sino en nuestros políticos, los cuales son los que han permitido y alentado esta orgía inmobiliaria, entre otras acciones de similar calado. En lugar de políticas económicas beneficiosas, también a largo plazo, para los españoles, sólo nos han aportado una política cortoplacista de “pan para hoy y hambre para mañana”. Un “mañana” que ya está llegando.
El petróleo (o Bush), tal vez hayan influido algo, sí, adelantando el momento en el que nuestra burbuja económica iba a reventar. Pero iba a hacerlo de todas formas. Y es que 30 años de gestión económica de un estado por parte de un hatajo de, en el mejor de los casos, incompetentes, tarde o temprano tenían que dar el fruto correspondiente.

Para terminar, la solución: según el ministro Sebastián, hay que reducir el consumo de energía un 10% y comprar menos barriles de petróleo. Es decir, traducido al cristiano, apretarse el cinturón. Ah, y también hay que quitarse la corbata en verano.
Por mi parte, conocida la causa de la crisis, sugeriría otra medida adicional, a ejecutar por los ciudadanos: cambiar de políticos.

martes, julio 01, 2008

Una historia de democracia, un ejemplo a seguir

Gracias a la globalización de la información que ha permitido Internet, multitud de historias interesantes, o importantes, que se desarrollan a miles de kilómetros de nuestros hogares, están a nuestra disposición, casi en tiempo real, con sólo hacer unos clicks ante el ordenador.
Una de estas historias viene transcurriendo en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias desde, más o menos, el mes de octubre del año 2005.

El 31 de octubre de ese año se celebraron elecciones municipales en la ciudad, si bien no fueron unas elecciones normales: los cartageneros obsequiaron a sus políticos con una abstención abrumadora (un 78%) y con un voto en blanco que alcanzó el 33% de los votos emitidos, valores hasta el momento desconocidos en la historia de las elecciones del país.
Los cartageneros, hartos del modelo político oligárquico que ha imperado en Colombia desde hace décadas, reaccionaron ante un sistema electoral que nunca ha tenido de democrático más que la pretensión de serlo. Con su abstención y su voto en blanco, desposeyeron de legitimidad democrática (aunque no legal) al alcalde “electo”, que se hizo cargo del gobierno de la ciudad con los votos de menos del 10% de los 549.000 ciudadanos habilitados para votar.
Sin embargo, los cartageneros no se quedaron cruzados de brazos ante esa burla a su voluntad y a la democracia. Surgiendo de una iniciativa ciudadana a través de Internet, liderada por el “Movimiento 1815”, un colectivo cívico que había efectuado el llamamiento al voto en blanco para las elecciones de 2005, dieron forma a una candidatura ciudadana, e independiente, a la alcaldía. Para poder presentarla recogieron, en tres semanas, las firmas de 162.000 cartageneros, un tercio de los ciudadanos con derecho a voto de la ciudad.
Y hace unos meses, en octubre del año pasado, el movimiento cívico, ahora denominado “Por una sola Cartagena”, ganó las elecciones, arrebatando la alcaldía al candidato “oficial”. Tal vez los cartageneros estén vislumbrando, por fin, un gobierno democrático para su ciudad.

Un bonito cuento de hadas del siglo XXI.

Sin embargo, no podemos olvidar que en la vida real las cosas no suelen salir tan bien como en los cuentos. No sabemos si la alcaldesa electa, Judith Pinedo, alias “la Mariamulata” (no es broma), abogada especialista en derechos humanos y derecho público, que ya fue concejal de la oposición en el año 2000, llegará a llevar a término los proyectos definidos en el programa de esta candidatura independiente. No sabemos si llegará a abrir definitivamente la puerta a la democracia a los habitantes de esta ciudad colombiana. No sabemos si se mantendrá fiel al pueblo, o si se lo permitirán, porque en este cuento “los malos” tienen muchos recursos a su disposición. Recursos que, de hecho, han utilizado.
Hace unos días, el Tribunal Administrativo de Bolívar (uno de los 32 “departamentos” en los que está dividida Colombia, del cual es capital Cartagena) anuló la elección de Judith Pinedo. Recurriendo a un tecnicismo, el Tribunal anuló la decisión de los ciudadanos, dejando claro lo que vale la voluntad del pueblo en la República de Colombia, una de tantas autoproclamadas democracias que no son tales.
Aunque a Judith aún le queda apelar esa anulación ante el Consejo de Estado.

En fin, el final de esta historia está por escribir. Tan vez no haya final feliz para “la Mariamulata”. Tal vez los cartageneros no consigan todavía la democracia. Sin embargo la cosa no pinta mal del todo. Si la opción Judith Pinedo falla, pueden intentarlo de nuevo. Las veces que haga falta. Los ciudadanos de Cartagena ya saben cómo hacerlo, ya saben cuál es el camino para alcanzar la democracia, ya saben cómo arrebatar el poder a los políticos, un poder que, en las democracias, corresponde al pueblo.
Y nos han mostrado ese camino.

Esa es la historia resumida, pero merece la pena, para el que tenga tiempo, analizarla más a fondo, por lo que puede significar como ejemplo a seguir para aquellos que tratamos de alcanzar la democracia. Para ello dejo unos cuantos enlaces para ampliar información:

- Sobre lo ocurrido en 2005: Cartagena: la gigantesca abstención y el voto en blanco te volvieron a hacer heroica, por Olafo Montalban

- En Google

- Anulan la elección de Judith Pinedo a la alcaldía de Cartagena

- Blog de Judith Pinedo

lunes, junio 09, 2008

Tres libros contra el adoctrinamiento

Parece que el curso que viene, los alumnos castellanomanchegos van a poder disfrutar al fin de la polémica asignatura de “Educación para la ciudadanía”, con la consiguiente preocupación de algunos padres por si se produjera un posible adoctrinamiento moral de sus hijos.
Aunque no he tenido oportunidad de comprobar personalmente ninguno de los libros de texto de la asignatura, supongo que es de esperar que los editores aprovechen la coyuntura, tal vez provocada incluso por alguno de ellos, para incluir visiones sesgadas de la realidad que efectivamente pudieran influir de alguna manera en la forma de pensar de los alumnos.
Sin embargo, yo no me preocuparía demasiado. Tal y como está nuestro sistema educativo, el efecto de esta nueva asignatura será como el de las demás, más bien escaso. Si los chavales son adoctrinados, lo serán poco y mal. Será fácil para sus padres anular cualquier efecto nocivo, con un poco de atención que dediquen a sus hijos.

En cualquier caso, me voy a permitir sugerir a los padres una forma sencilla de contrarrestar el adoctrinamiento inadecuado de los chavales: den a leer a sus hijos, cuando hayan terminado su formación obligatoria, los tres libros que cito a continuación; y, a medida que los vayan terminando, coméntenlos con ellos. Son novelas amenas, fáciles de leer para un adolescente de 16 ó 17 años, pero que contienen unas enseñanzas imprescindibles para cualquier ciudadano de una sociedad que se pretenda democrática.

La primera, 1984”, de George Orwell. En esta novela los chavales asimilarán algunas técnicas con las que los estados totalitarios controlan a los ciudadanos. Por ejemplo, la de reescribir la historia y la realidad, el pasado y el presente, a conveniencia del régimen; o el control absoluto de todos los medios de comunicación, para que la información que reciba el pueblo sea la “adecuada”; o la enorme utilidad de la existencia de un “enemigo”, al que, por un lado, culpar de todos los males que causan los propios líderes y, por otro, para que infunda miedo y odio: un pueblo temeroso y visceral es un pueblo fácilmente manipulable. Como curiosidad, también descubrirán que el “Gran Hermano” original no es el del programa de Mercedes Milá.
La segunda novela es Un mundo feliz”, de Aldous Huxley. En ese libro podrán descubrir que la llamada sociedad de clases no es algo ya superado, y que las castas no están restringidas a La India; que la organización ideal de la sociedad, para algunos, no es ni mucho menos la democracia, sino una sociedad dividida entre los que mandan y los que obedecen, entre “Alfas” y “Betas”; y que la mejor forma de controlar a estos últimos, los que obedecen, los “Betas”, es creando una clase social de sujetos ignorantes, estúpidos y sumisos.
Por último, Globalia”, de Jean-Christophe Rufin, donde podrán entrever cómo puede llegar a ser este mundo “globalizado” al que nos están dirigiendo y del que ya se pueden apreciar los primeros esbozos: un “primer mundo” formado por un estado único, global, donde los ciudadanos han sido adoctrinados en tal grado que han perdido la capacidad de pensar por sí mismos, y donde el gobierno es una oligarquía de multimillonarios que se disimula mediante una aparente democracia, en la que la participación del pueblo se limita exclusivamente a lo banal; y un “tercer mundo” totalmente empobrecido, abandonado a su suerte, donde la riqueza sigue siendo expoliada para beneficio del estado global y de sus élites dirigentes, sin que a nadie de ese “primer mundo” le importe ya lo más mínimo.

Con esos tres libros será suficiente. No hablan de la Iglesia, ni de la homosexualidad o el aborto, por lo que en lo que respecta a esos temas corresponde a sus padres ejercer como tales y matizar, si lo creen conveniente, la “doctrina” enseñada en las escuelas.
En cambio, si sus hijos leen y asimilan estas tres novelas, muy posiblemente podrán superar el auténtico adoctrinamiento oficial, el que se inicia en las aulas al proporcionarles una educación deficiente, y prosigue después en el mayor medio de adoctrinamiento existente hoy en día: la televisión.
Así, podrán detectar la considerable cantidad de coincidencias que hay entre los ficticios regímenes totalitarios de las novelas y nuestra realidad cotidiana, y quizás lleguen a pensar que las cosas no son como nos las cuentan unos medios de comunicación casi tan manipulados y controlados como los de “1984”. También puede que lleguen a sospechar que les han educado para ser “Betas”, como en “Un mundo feliz”, y se rebelen contra ello. Y quizás se rebelen también contra esa Unión Europea que el “Tratado de Lisboa”, antaño “Tratado por la Constitución Europea”, está definiendo, un primer paso hacia el siniestro mundo globalizado que se dibuja en “Globalia”.

En definitiva, si les ayudamos, de una forma tan sencilla, a vencer ese adoctrinamiento, tal vez no caigan en los mismos errores en los que han caído sus mayores y, quién sabe, tal vez lleguen, algún día, a disfrutar de una verdadera democracia.

Naturalmente, antes que los hijos, deberían leer las novelas... sus padres.

sábado, mayo 31, 2008

Adoctrinamiento vs. Democracia

Aunque supongo que el genial “Quino” pensaba en la “democracia” argentina cuando realizó esta viñeta, lo cierto es que en estos momentos la viñeta es universal. El déficit democrático, en todos esos países que tanto presumen de democracia, es enorme.
España, naturalmente, no es una excepción. Y es que no es lo mismo que los ciudadanos puedan votar a que ejerzan la soberanía. Lo segundo implica democracia, lo primero, no.
Sin embargo, aquí en España esa viñeta va a dejar de ser aplicable. No porque nuestro sistema político progrese hacia formas más avanzadas de democracia, que evidentemente no es así, con unas leyes electorales que no han cambiado, en lo fundamental, en estos casi 30 años de nuevo régimen. No, aquí lo que están cambiando son los diccionarios.
Concretamente, el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.

Actualmente, la definición de democracia según la RAE es:
democracia
(Del gr. δημοκρατία).
1. f. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.
2. f. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.

No es tan correcta como la clásica, “gobierno del pueblo”, pero la segunda definición era aceptable.
Sin embargo la RAE tiene preparado un cambio para la vigésimo tercera edición de su diccionario. A partir de esta nueva edición, la democracia será:
democracia
(Del lat. tardío democratĭa, y este del gr. δημοκρατία).
1. f. Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder por medio de representantes elegidos por sufragio universal.
2. f. Sistema de gobierno fundado en esta doctrina.

No está mal, ¿verdad? Según la nueva definición de la RAE, en la democracia el pueblo ejerce el poder exclusivamente por medio de representantes. Véase, los políticos.
Y lo de la democracia directa, es decir, ese sistema político en el que los ciudadanos ejercen directamente el poder, sin representantes, tal y como era la original democracia ateniense, eso, al parecer, ya no es democracia. La democracia real, la auténtica, la original, la democracia “pata negra”, esto es, la democracia directa, ya no es democracia.

La democracia directa debería ser el destino final del progreso de los sistemas de gobierno realmente democráticos. En una democracia se debe avanzar en el camino de ceder cada vez más poder al pueblo, hasta que este lo tenga todo. La democracia representativa, como la nuestra, es sólo el primer paso de ese camino. La democracia directa, el último.
Sin embargo, en España, no avanzamos. Los políticos no quieren que avancemos. No quieren democracia directa. Quieren que sigamos con nuestra cesión del poder a representantes, porque esos representantes son ellos. En una democracia directa, se volverían prescindibles. Los pondríamos de patitas en la calle.
Y eso hay que evitarlo a toda costa.
La manera más fácil de hacerlo es conseguir que una mayoría suficiente de ciudadanos viva en la más completa ignorancia de que existe otro tipo de democracia diferente a este sucedáneo que nos han ofrecido. Y nada mejor que empezar por los jóvenes.
Si dentro de unos años algún chaval aplicado de la ESO, consulta en el diccionario la nueva definición de "democracia" para un trabajo de, por ejemplo, "Educación para la ciudadanía", no tendrá la más mínima duda de que la democracia únicamente puede ser representativa. No entrarán así en su mente, ávida de conocimiento, ideas tan perniciosas como que existe una forma más plena de democracia, la directa. Y así, en su ignorancia, nunca la demandará. Y los políticos seguirán en el poder.

Es una pena lo de los pobres griegos. Al igual que en la Edad Media se destruyó casi todo atisbo del conocimiento, cultura y filosofía griegas, para que no interfirieran en el dominio absoluto que la iglesia y la nobleza tenían sobre un pueblo sometido e ignorante, hoy, se intenta destruir la historia de la democracia griega, para que no interfiera en el dominio absoluto que los políticos están adquiriendo sobre unos ciudadanos cada vez más sometidos e ignorantes.
Con el tiempo, dejará de mencionarse a los griegos cuando se hable de democracia: hay que enterrar ese episodio tan penoso para la humanidad en el que los ciudadanos griegos osaron ejercer el poder a través de una auténtica democracia no representativa.
La Historia, una vez más, reescribiéndose para servicio de los tiranos.

¿Exagero? ¿Es esta modificación de la definición de democracia en el diccionario de la RAE, simplemente, un error de un funcionario inculto y poco capaz?
Tal vez.
Y tal vez no se esté intentando adoctrinar a nuestros jóvenes con asignaturas como Educación para la ciudadanía.
Y tal vez nuestro sistema educativo no sea cada vez peor. Tal vez.
Pero, por si acaso, yo intentaría conservar los diccionarios viejos y los libros de Historia.

Si tienen tiempo, les recomiendo este interesante ensayo sobre la democracia existente en contraposición con la ateniense, publicado por la revista de Lanzarote “Cuadernos del Sureste”.
Si les ha gustado les aconsejo que guarden el pdf a buen recaudo. No sabemos por cuánto tiempo más Internet será libre, sería una pena perder el conocimiento que encierra este documento. Dentro de unos años podrán recurrir a él para enseñar a sus nietos lo que es realmente una democracia, lo que fue en Atenas hace ya más de 2.000 años.
Posiblemente, no les creerán.

jueves, mayo 15, 2008

Bravo por los jóvenes diputados

Tras la mala noticia de la ratificación del Tratado de Lisboa, nos ha llegado un pequeño atisbo de esperanza para los que creemos en la democracia.

El pasado 9 de mayo, cuarenta y siete alumnos de primero de bachillerato acudieron al Parlamento autonómico de Castilla-La Mancha para ejercer por un día como diputados, como parte de la experiencia “Cortes jóvenes” que nuestro gobierno regional organizó con motivo del vigésimo quinto aniversario de las primeras elecciones regionales.
Los jóvenes diputados elaboraron una serie de propuestas cargadas de sentido común, entre las que figuraba, en relación al sistema electoral, el “estudio de fórmulas imaginativas de reforma electoral que contemplen la participación de partidos minoritarios, voto en blanco computable y acercamiento de los políticos a la ciudadanía”.

Es gratificante comprobar que al menos algunos de nuestros jóvenes comprenden realmente lo que es la democracia. En una democracia representativa como la nuestra, estar representado en las diferentes cámaras es un derecho de los ciudadanos. También de los que votan en blanco o los que votan a partidos minoritarios. Este hecho fundamental, que nuestros políticos adultos no han sabido o no han querido ver, lo han captado a la perfección estos jóvenes alumnos de bachillerato.

Por ello quiero dar la enhorabuena a estos chavales, por haber sabido entender la democracia, y por haber trasladado a nuestros gobernantes esas propuestas que son tan necesarias para poder considerar nuestro sistema de gobierno realmente democrático.
También quiero agradecerles su gesto porque han ayudado a dar sentido al trabajo de Ciudadanos en blanco, de alguna forma nos confirma que vamos por buen camino y nos refuerza la esperanza de que, tal vez, algún día, consigamos ese voto en blanco computable que tanta falta nos hace.
Y, finalmente, les quiero pedir algo a estos jóvenes: que, cuando lleguen a la mayoría de edad y tengan la posibilidad de participar en mayor grado en el gobierno de nuestra nación, de nuestra comunidad y de nuestros municipios, sigan peleando por esa democracia que nos gustaría disfrutar pero que todavía no tenemos. Si quieren cambiar las cosas tendrán que hacerlo, porque mucho me temo que los políticos van a hacer caso omiso de sus propuestas.

Un merecido aplauso para estos jóvenes diputados.

viernes, mayo 09, 2008

Adiós, democracia, adiós

Echando un vistazo por los blogs que suelo leer he encontrado esto:
En referéndum no se aprueba… se aprobará en los despachos

Tiene mucha relación con lo que comentábamos en el mensaje anterior.

El texto tiene su origen en el malogrado Tratado sobre la Constitución Europea, tras ser rechazado en sendos referéndum en Francia y Holanda. Como era previsible, los nuevos tiranos han dejado pasar un tiempo prudencial y después han vuelto a la carga: le han cambiado el nombre, ahora se llama Tratado de Lisboa, y lo van a ratificar, esta vez, sin esos desagradablemente democráticos referéndum.

Aquí en España no es una noticia que importe demasiado, ya que en nuestro referéndum consultivo sobre el tema ya demostramos que estamos dispuestos a ser conducidos como borregos hacia donde quieran llevarnos nuestros nuevos amos, en este caso, hacia un estado totalitario europeo.

El vídeo es escalofriante.

En fin, hoy tengo el día pesimista.

jueves, mayo 01, 2008

Responsables

La semana pasada aparecía en los medios de comunicación una declaración del padre de Mari Luz, en la que amenazaba con recurrir a la vía penal, si no se “depuraban responsabilidades” por la cadena de errores que mantuvo libre al presunto asesino de su hija, un pederasta ya condenado que debía haber estado encerrado, pero que no lo estaba.

No es la primera vez ni será la última que la ineficacia de las administraciones públicas acaba teniendo consecuencias tan graves, incluso, como en este caso, mortales. En Castilla-La Mancha, por ejemplo, todavía está abierta la investigación por el caso del incendio de Guadalajara, que costó la vida a 11 miembros de un retén, donde también se mencionan errores en cadena que acabaron desencadenando el fatal desenlace. En otros casos, como el del atentado del 11-M, se acabó dando carpetazo político al asunto, dejando a la justicia la condena de los ejecutores del atentado pero sin abordar responsabilidades internas dentro de las administraciones.
Estas muertes, especialmente si las víctimas son niños, hieren profundamente, no sólo a los familiares, sino a una buena parte de la sociedad. A consecuencia de ello, la ira, la impotencia, y ese deseo de justicia, o quizás, por qué no, de venganza, dan lugar al lógico clamor ciudadano que demanda que se depuren responsabilidades. Queremos que los culpables paguen. Todos ellos.
En estos casos siempre acaban siendo “señalados” algunos presuntos responsables. En el caso de Mari Luz el escogido ha sido un juez, al que se está investigando para averiguar si ha existido alguna negligencia por su parte. En otros casos, como el del incendio, son técnicos del servicio 112 de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Sin embargo, independientemente de si estos presuntos responsables lo son realmente o son simples cabezas de turco, lo que está claro es que, cuando se dan tan frecuentemente tantos errores, los responsables no pueden ser únicamente los trabajadores “de a pie”, sino que hay que buscarlos más arriba: los responsables de la ineficacia de las administraciones públicas son, en primer lugar, los que las dirigen.
En el caso de Mari Luz hablamos de un juez. Puesto que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) es el órgano de gobierno de los Jueces y Magistrados, parece lógico entonces, además de investigar al juez, buscar responsabilidades entre los miembros de este Consejo.
Aunque no sólo entre ellos. El sector judicial se defiende, y con razón, aludiendo a la falta de medios, el retraso en la aplicación de las nuevas tecnologías, la descoordinación entre las administraciones de justicia de las diferentes comunidades... hechos todos que no son responsabilidad de los jueces, sino de los políticos. Es decir, en nuestra búsqueda de los responsables hay que mirar más alto. Diputados, senadores, y, naturalmente, el Gobierno, con el Ministro de Justicia y su Presidente a la cabeza, son quienes organizan el sistema judicial, quienes elaboran las leyes que los jueces intentan aplicar, y quienes eligen a los miembros del CGPJ.
Similarmente, en el caso del incendio de Guadalajara, así lo ha debido entender la juez que instruye el caso del incendio, que ha imputado a varios altos cargos de la Junta. Otro tema bien distinto es que esa imputación se traduzca finalmente en castigo, claro.

¿Deberíamos pues exigir responsabilidades a los diputados? ¿A Zapatero? ¿Al Ministro de Justicia, el señor Bermejo, recién reafirmado en su cargo? ¿Al Señor Barreda, Presidente de Castilla-La Mancha y a su ex-consejera de Medio Ambiente, Rosario Arévalo, a la que, a raíz del incendio, recolocaron en otro jugoso cargo?
Deberíamos. Pero no lo vamos a hacer, ¿verdad? No lo hemos hecho en los treinta años que llevamos de democracia. Sabemos qué clase de políticos tenemos, y ahí están, con los votos de la mayoría de los españoles.
Por ello, la búsqueda de responsables no puede terminar aquí.

Los políticos, también tienen, por encima, quien les manda. O al menos, quien les escoge, cada cuatro años, para sus tareas: los españoles. Y es que en España, dicen, hay una democracia, ¿no es así? Quien gobierna es el pueblo, a través de sus representantes. Son los ciudadanos los que les eligen y, por tanto, de alguna forma, los que mandan.
Como le dijo el tío Ben a su sobrino Peter Parker, alias Spiderman, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. La democracia otorga el poder al pueblo, pero también le hace responsable de las consecuencias del uso de ese poder. En una democracia, los responsables de los errores de los políticos electos (también de sus aciertos) son los ciudadanos.
Aunque no todos, claro. Sólo los que les votan.

Tengo la impresión de que este aspecto de la democracia todavía no lo tenemos, los españoles, asumido. Por ello, cuando pasa algo que nos disgusta, como el asesinato de Mari Luz, nos volvemos hacia los políticos, y nos quejamos.
Pero eso, naturalmente, no sirve de nada. No apuntamos en la dirección correcta. No nos estamos dirigiendo a los auténticos responsables: nosotros mismos. Somos los españoles los que tenemos que cambiar las cosas, si es que eso es lo que queremos. Los políticos valen lo que valen y, si no nos sirven, hay que poner a otros. Pero si no lo hacemos, si elegimos a estos políticos, debemos asumir sus actos, que también son nuestros.
Y por esos actos, hoy, esa niña está muerta.

Por mi parte, tengo alguna responsabilidad en esa muerte, porque hace años, cuando era joven y estúpido, mi voto fue a parar a esta clase política que padecemos. Ese voto contribuyó a mantenerlos y consolidarlos en el poder, y así, entre otras cosas, a mantener y consolidar unas administraciones ineficaces e ineficientes, entre ellas la de Justicia.
Por ello, pido perdón al padre de Mari Luz, y a su familia, y a todas las víctimas que han causado estas administraciones públicas que de alguna forma he ayudado, en el pasado, a sostener.
Hoy no puedo cambiar lo que hice, pero lo que sí puedo prometer es que, por mis actos, por mi voto, algo así no volverá a ocurrir nunca.
Y si pasa, será responsabilidad de otros, de ese 68,7% de españoles que sí está representado por esta clase política, y que son responsables de lo que los políticos hacen con el poder que les otorgan.
Ahí tiene el padre de Mari Luz a sus culpables.

miércoles, abril 16, 2008

El ridiboicot

El Parlamento Europeo aprobó casi por unanimidad, el pasado jueves, una resolución condenando la represión de las fuerzas de seguridad chinas en el Tíbet. En ella nuestros europarlamentarios instan a las autoridades chinas a reanudar el diálogo con el Dalai Lama, so pena de sufrir un terrible boicot: el de considerar la opción de que los jefes de estado de la Unión Europea y su Alto Representante, Javier Solana, no acudan a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos.
¡Qué tremenda amenaza! Seguro que el presidente chino, Hu Jintao, en cuanto se enteró de la noticia, corrió raudo a llamar al Dalai Lama para “seguir dialogando” con él; no sea que, en lugar de acudir el presidente Zapatero a la inauguración de los Juegos, el gobierno español considere enviar a la vicepresidenta De la Vega. ¡Qué trauma para los Chinos supondría eso!

La República Popular China es el país más poblado de la tierra, con más de 1.300 millones de habitantes; es la cuarta potencia económica mundial, por detrás de EEUU, Japón y Alemania; es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU; se incorporó como miembro de la Organización Mundial del Comercio en el 2001; dispone de armas nucleares desde hace más de 40 años. China no es una república bananera de medio pelo, cuyos dirigentes necesiten de algún tipo de legitimidad o reconocimiento internacional para subsistir. Que Sarcozy, Brown, Merkel o Zapatero se personen o no en esa inauguración, es algo totalmente insignificante para los Juegos Olímpicos, para China y para sus dirigentes. Considerar y plantear esa ausencia como un boicot es, sencillamente, ridículo.

En cualquier caso, no me preocupa, ni me sorprende, que nuestros dirigentes hagan el ridículo. Lo que verdaderamente me inquieta es el motivo por el cual nuestros eurodiputados, teóricos representantes de los ciudadanos europeos, malgastan su tiempo y nuestro dinero incluyendo semejante bobada en su resolución de condena a China, en lugar de preparar algún tipo de respuesta verdaderamente eficaz para intentar parar lo que está ocurriendo en el Tíbet.
La explicación de esta “blandura” de nuestros europarlamentarios con China la tiene, naturalmente, el “poderoso caballero”.
China es el principal socio comercial de la Unión Europea, superando los 200.000 millones de euros anuales en importaciones y exportaciones. Es nuestra principal fuente de importación, mientras que la Unión Europea , a su vez, acaparó en 2006 el 15,5% del comercio exterior chino, siendo su mayor proveedor de tecnología (superando a Japón y EEUU). China, en definitiva, ha abierto sus puertas a las multinacionales, entre ellas, las europeas, que llevan allí sus fábricas y venden allí sus productos.
Los dirigentes europeos no tiene ninguna intención de poner en peligro este estado de cosas por mucha represión que haya en el Tíbet. Por el contrario, a pesar de las reconocida y sistemática violación de derechos humanos en China, la Unión Europea destina desde hace años millones de euros a medidas de cooperación, para mantener y fomentar esta “sociedad”.
Es decir, lo boicotear de verdad a China o a los Juegos ni se plantea.

Pero claro, no queda bien esto de llevar los Juegos Olímpicos a ese país que, entre otras cosillas, está teniendo el mal detalle de reprimir las protestas de los disconformes tibetanos matándolos.
Así que hay que hacer algo de cara a la galería. Hay que maquillar esta indiferencia notoria de los países europeos hacia los pobres, maltratados y asesinados tibetanos.
Y ya está hecho. Los ciudadanos europeos ya pueden quedarse tranquilos, con esta resolución ya hemos puesto a los dirigentes Chinos en su sitio. ¡Qué se habrán creído! ¿Que íbamos a quedarnos tan tranquilos con lo que les están haciendo a los tibetanos? ¡Que tengan cuidado! o... nos plantearemos no enviar a Zapatero a la inauguración de los Juegos.

En fin, el año que viene hay elecciones europeas. Es buen momento para reflexionar sobre si queremos que estos eurodiputados que tenemos ahora sigan teniendo la potestad de llamarse representantes nuestros y de actuar en nuestro nombre.

domingo, abril 13, 2008

El inútil cambio de hora

Menuda gracia lo del cambio de hora. Todos los años por estas fechas, la misma broma. El lunes de después del cambio, el despertador suena una hora antes. Una hora menos de sueño, así, por las buenas. ¿Quién sería el gracioso al que se le ocurrió gastarnos esta bromita a los españoles?
Según dicen, se ahorra energía. Aunque la deben ahorrar los demás, porque en mi casa el ahorro no se nota lo más mínimo.
En cambio, lo que sí he notado estas últimas dos semanas ha sido la falta de sueño: dolores de cabeza, irritabilidad, somnolencia, falta de concentración... todo ello gracias al cambio de hora. Y es que hay afortunados a los que no les afecta el cambio, pero otros no tenemos esa suerte.
Si verdaderamente cambiar la hora estuviera justificado, si verdaderamente se ahorrara una cantidad significativa de energía, tendría sentido el sacrificio que algunos hacemos con esto del cambio horario. Pero... ¿es así? ¿De verdad se ahorra energía?
Tal vez hace 30 años así ocurría. O tal vez en los países del norte de Europa, que tienen menos horas de luz en invierno y más en verano, tenga sentido cambiar la hora. Pero lo que es en España, en este año 2008, no lo tiene.
Y si lo tiene, que lo demuestren.

El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), entidad pública adscrita al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, justifica la idoneidad de la medida en un estudio realizado en el año 1999 por encargo de la Comisión Europea. Sin embargo ese estudio no está fácilmente accesible al público: ni se puede descargar de la web del IDAE, ni de la del Ministerio. Está, por así decirlo, oculto.
La únicas referencias a ese misterioso estudio que he podido encontrar hablan de un ahorro de energía de entre un 0% y un 0,5%. Es decir, nada o casi nada.
El IDAE, por su parte, “estima” un ahorro que “puede llegar a representar un 5% del consumo eléctrico en iluminación”, pero sólo en caso de un “comportamiento responsable en el hogar” y de “utilización de tecnologías de ahorro en iluminación por aprovechamiento de la luz natural, en edificios del terciario y en industrias”. Vamos, que si nos ponemos a ello, ahorramos energía, evidentemente. Lo que no dice el IDAE es si ese ahorro del 5% es debido al comportamiento responsable de ciudadanos y empresas, o al cambio de hora. Que más bien va a ser lo primero.
Conclusión: por lo que sabemos, de ahorro energético, nada o casi nada.

Busquemos otra justificación: ¿qué otras ventajas supone el cambio horario?
Seguro que muchos estarán pensando en lo agradables que son las largas tardes de primavera y verano, en cómo se puede aprovechar esa hora adicional de luz vespertina.
Estoy de acuerdo. Me gusta el horario de verano, me gusta esa hora adicional de luz solar por las tardes. Y si encima, ese horario supone un ahorro energético, pues mejor. Bienvenido sea el horario de verano.
Pero, fíjense, lo que apreciamos es el horario de verano, no el cambio de hora.
Es decir, si el horario de verano es “el bueno”... ¿por qué lo cambiamos? ¿Por qué volvemos al horario de invierno en octubre? ¿Por qué renunciamos a esa hora de luz extra en las tardes de noviembre a marzo?
No hay ningún motivo para hacerlo.

En fin, esto del cambio de hora tampoco es que sea excesivamente grave. Pese a unos cuantos días malos que algunos habremos pasado, nuestros políticos cometen tropelías con consecuencias mucho peores que algún que otro dolor de cabeza. Pero aun así, el cambio horario es un ejemplo especialmente significativo de un hecho que sí es tremendamente preocupante: la situación de subordinación que tenemos los ciudadanos españoles con respecto a la clase política.
Los políticos nos dicen que adelantemos la hora, y la adelantamos. Nos dicen que la atrasemos, y la atrasamos. Nos dicen que votemos SI a la Constitución Europea sin leerla ni entenderla, y así lo hacemos. Los políticos disponen y, tenga sentido o no lo que ordenen, los ciudadanos obedecemos.

Espero que algún día los españoles se den cuenta de que, en una democracia, los ciudadanos mandan y los políticos obedecen. No al revés.