viernes, octubre 20, 2006

Ciudadanos y súbditos

Decía Hitler en “Mi Lucha”, que “el estado racista clasifica a sus habitantes en tres grupos: ciudadanos, súbditos y extranjeros.” Para Hitler únicamente los ciudadanos podían tener derecho a participar en política, ya fuera pasiva o activamente. Los súbditos, en cambio, podían haber nacido en Alemania, pero no tenían los mismos derechos que los ciudadanos. No podían votar, no podían ser representados en los gobiernos.

En España, hoy, afortunadamente, la ciudadanía no está restringida por motivos de “raza”. Sin embargo, el sistema que utilizamos para convertir votos en escaños, la Ley D’Hont, tiene unos efectos muy inquietantes. Observemos los resultados electorales de las generales del 2004:

Resultados electorales generales 2004
Como puede apreciarse en la tabla, hay ciudadanos cuyo voto vale más que el de otros. Por ejemplo, son necesarios 4,3 votos de IU para conseguir la misma representación que 1 voto de EAJ-PNV (el voto de más valor), o, lo que es lo mismo, 10 votantes de EAJ-PNV cuentan lo mismo en el parlamento que 43 votantes de IU.
¿Dónde decía eso de que todos somos iguales?

Debajo de la tabla he añadido una clasificación de los ciudadanos según el valor que se les reconoce a efectos de representación parlamentaria.
En la parte más baja de esta democracia clasista están los ciudadanos a los que, durante los siguientes 4 años, no se les ha concedido derecho a ser representados en el parlamento: sus votos no valen nada. Son los votantes en blanco y los que han votado a un partido que no ha conseguido escaño. En una democracia representativa como la nuestra, eso significa que han sido excluidos de la democracia, que no cuentan, no valen, no pintan nada, que no son nadie. O, como diría el bueno de Adolf, son súbditos, no ciudadanos.

¿Dónde está usted? ¿Es un ciudadano de primera, de segunda, de tercera, o ni siquiera eso?