domingo, septiembre 24, 2006

El extraño y desconocido voto en blanco

Erase una vez una nación que no era nación, en la que un día unos políticos aprobaron una ley electoral. Y en esa ley incluyeron una cosa muy extraña llamada voto en blanco. Por si no lo sabe, para votar en blanco lo que hay que hacer es depositar un sobre vacío en la urna. ¡Qué raro! ¿No le parece?
La verdad es que no tengo muy claro por qué lo hicieron. En la Ley electoral no hay justificación alguna del por qué se le da validez al voto en blanco. Tampoco de por qué, después de hacer el recuento, a pesar de ser un voto válido, se ignora. Tampoco explica para qué sirve, qué función tiene este voto en blanco. Ni por qué razón un ciudadano habría de votar en blanco.
Cabría pensar que, dada la importancia que tiene el acto de votar para los ciudadanos de una democracia, estos tendrían que conocer suficientemente, al menos, las opciones de voto que tienen. Pero lo cierto es que del voto en blanco no sabe nada casi nadie. Pregunte usted a sus amigos, familiares y conocidos por las cuestiones que le comentaba el párrafo anterior. Verá como casi ninguno sabe responderle.
Tampoco se enseña nada del voto en blanco en las escuelas. Para las personas de más edad, educadas en anteriores regímenes dictatoriales, es normal, pero para los que nos hemos educado en la democracia, no lo es tanto. ¿Acaso no está la escuela para educar a los niños para que, cuando sean adultos, sepan desenvolverse en la sociedad? ¿Y no necesitarán esos futuros adultos saber votar? Al parecer, en esta extraña nación, no lo necesitan. Extraña democracia, esa en la que los ciudadanos no necesitan saber votar.
Una muestra más de este hecho es que el voto en blanco apenas se menciona. No aparece referencia a ese voto en los medios de comunicación. Se diría que no existe, pese a que está ahí. Tampoco se hace referencia a los más de 400.000 votantes en blanco que hay en esa nación. Se diría que no existen tampoco.
Da la impresión de que los líderes de esa peculiar democracia, tienen un interés especial en que los ciudadanos no conozcan demasiado esa opción particular de voto. Y, por tanto, en que no la utilicen. Pero... ¿para qué ofrecer algo a los ciudadanos que no quieres que sea utilizado? No sé qué pensar... ¿Acaso se ofrece a los ciudadanos un sistema judicial que no ofrece justicia? ¿Un sistema educativo que no educa? ¿Un sistema sanitario que no sana? ¿Viviendas para que no las habiten? ¿Una policía que delinque? ¿Un empleo tan precario que tan solo alguien sumido en la desesperación podría aceptar? ¿Una administración pública tan ineficiente e ineficaz que causa más problemas de los que resuelve? O, no puede ser... ¿Acaso se ofrece una democracia que no es tal democracia?
Como ciudadano de esa nación, estas preguntas me causan inquietud. Y me gustaría que los políticos aclararan mis dudas sobre estas cuestiones. ¿A usted no?

martes, septiembre 19, 2006

El voto invisible

Hay que reconocer que nuestra democracia es la leche. Fíjese usted si no tengo razón, que hasta podemos utilizar... ¡un voto invisible! a la hora de ejercer el pequeño papel que nos han concedido a los ciudadanos para participar en el gobierno de la nación.
¿Que no se lo cree? Pues es cierto, yo mismo lo utilicé las últimas elecciones. Se trata de una papeleta electoral invisible. Desde luego tengo que reconocer que es más difícil usar este voto que votar a un partido de los de siempre. Porque encontrar las papeletas invisibles en las cabinas de los centros electorales es complicado. Y es que las papeletas son, además de invisibles, intangibles e inodoras. Imagínese, encontrar un taco de papeletas electorales invisibles, intangibles e inodoras en esas cabinas de tan reducidas dimensiones, mientras una multitud de ciudadanos espera impaciente su turno, fuera de la cabina, para recoger su papeleta; y además, sujetando como podemos las minúsculas cortinillas para que nadie te vea buscando los votos invisibles (no sea que te tomen por loco). Para ponerse de los nervios.
Por esa razón, el Partido Invisible, previendo los problemas de sus votantes en el día de las elecciones, envía las papeletas directamente a los ciudadanos a sus hogares. Pero lo cierto es que la cosa no ayuda demasiado, porque las envía en sobres igualmente invisibles, intangibles e inodoros con sellos de las mismas características. Y... ¿cómo saber que en el buzón hay un sobre invisible con una papeleta invisible esperando para ser recogido? La mayoría de las veces las papeletas caen al suelo al recoger el resto de los envíos postales y acaban siendo barridas, de forma inconsciente, por el cruel cepillo de los profesionales de la limpieza.
En definitiva, es complicado utilizar el voto invisible. Pero es posible.
Aunque la cosa es aún peor. Una vez alcanzado el logro de introducir la papeleta invisible en el sobre electoral, hay que entregárselo al presidente de la mesa electoral que nos corresponda, el cual lo depositará en el interior de la urna. Lo malo es que la papeleta, ni ocupa volumen ni pesa, por lo que la diferencia, al tacto, entre un sobre con una papeleta normal y un sobre con una papeleta invisible es notoria. Y el presidente de la mesa, al tomarla para introducirla en la urna, se da cuenta de que estás echando un voto invisible. Y eso no está bien. No es tanto porque se vulnere el derecho al voto secreto que tenemos todos los españoles, sino porque el perjuicio que te puede causar votar invisible puede ser importante; y es que eso de votar invisible está mal visto, es cosa de bichos raros, de locos, de revolucionarios... y si el presidente se va de la lengua, luego pasa lo que pasa. Te señalan por la calle, te despiden de tus empleos, no te dan trabajo, no te conceden créditos... horrible.
Pero lo peor de lo peor está aún por llegar. Una vez terminadas las votaciones, los votos se cuentan, incluidos los votos invisibles, que son considerados votos válidos, y computan, ayudando a hacer ligeramente más difícil, dada la particular forma de asignación de representantes que usamos en nuestra nación, que los partidos minoritarios obtengan representación. Pero, cuando llega la hora de asignar cuántos diputados invisibles (los diputados del Partido Invisible son invisibles también, obviamente) se corresponden con los votos invisibles que hay, ¡estos se ignoran! ¡En ese momento dejan de computar! De esta forma, se roba (legalmente, eso sí) los escaños a los diputados invisibles para que los ocupen otros diputados de otros partidos a los que los votantes no hemos elegido.
En fin, como decía, nuestra democracia es la leche. O más bien debe ser la democracia de otros, porque, dado que nos roban nuestros representantes, esta democracia tal vez no sea nuestra. Está claro que algunos no pintamos nada en ella. ¿Será que somos también invisibles?



Se considera voto en blanco, pero válido, el sobre que no contenga papeleta y, además, en las elecciones para el Senado, las papeletas que no contengan indicación a favor de ninguno de los candidatos.
Art. 96, punto 5, de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General.